Capítulo 54 - Muerte súbita

26 12 25
                                    


Capítulo 54

MUERTE SÚBITA

El médico me explica con naturalidad que es posible, y completamente natural, que una criatura sana cese en sus funciones vitales, que deje de respirar porque sí. Le oigo por respeto. No es su culpa que mi vida este llena de peligros latentes y que mis sospechas vayan dirigidas a una muerte menos blanca.

Brenda esta devastada. Tuvimos que inducirle una cura de sueño para controlar la crisis de llanto. No es que existan pruebas que desmientan el diagnóstico inicial, sin señales aparentes de una intrusión en nuestro hogar, y con la criatura en perfecto estado físico, hago que me resigno. "Hijo por hijo", se me repite sin parar en la cabeza.

-Entonces, fue una muerte natural – Digo en tono zombi.

-Absolutamente – Reafirma, colocando su mano en mi hombro, condescendiente con mi dolor – No hicieron nada malo. A veces pasa.

Sin ánimo de contradecir al galeno, pero mis genes son resistentes a muertes naturales. Soy un maldito semental de buena casta. Me largo de allí con la moral por el suelo y consigo consuelo en mi amigo Eleazar Pinzón, que responde al primer repique, y como es lógico viene a mi encuentro a prestarme su apoyo en todo lo que necesite.

-El maldito se vengó... - Eleazar, se impresiona con mi declaración, justo cuando esperamos la atención para retirar el acta de defunción.

-Fue la naturaleza no un cliente resentido – Agrega con propiedad.

-Sé de lo que hablo. Fue una trampa.

-Es una acusación grave. La difamación es causal de demanda – Me advierte.

-No lo voy a acusar. Conociéndolo mataría al resto de mi familia y me dejaría vivo por diversión. Quiero venganza...

Algo en mi es oscuro y siniestro. Eleazar se percata y da un paso atrás. Aunque el digno abogado sea incorruptible puedo sentir que me comprende.

-Tú no eres como él. Deja de comportarte como la basura que representas en el bufete.

-Tienes razón, yo no soy como él. Mi único talento es manipular a las masas, no sabría cómo matar a un hombre con mis propias manos. Necesito a un experto – De nuevo hago alarde y Eleazar se incomoda en su asiento.

-Cállate, Augusto. Justo ahora estas demasiado dolido para expresar ideas coherentes. Terminemos de darle santa sepultura a tu hija y honremos su memoria siendo gente de bien.

Le hago caso. Este no es el momento de ir a la guerra. Soy vulnerable y tengo muchos blancos fáciles que me obligan a replegarme.

Estoy solo, por ahora.

---

El servicio es aplazado, preparo todo para que los padres de Brenda puedan llegar desde Vancouver, la familia canadiense viene a dar sus sentido pésame y como bono adicional a recordarle a la pequeña porque debió escoger a hermanito menor.

Tres días velando a la pequeña Amada Corona, me dan el tiempo de meditación. Veo a mis padres con mi mujer, mis suegros con el inquieto Braulio, y caras importantes del mundo de la política diciendo presente en mi nombre. Entre las diversas figuras observo a un extraño que no invité. Su rostro se pierde en la multitud, y de repente lo vuelvo a divisar con los ojos fijos en mí.

Ojos azules que me siguen por doquier. El extraño de mediana edad luce imponente, de rasgos europeos. Tiene la estampa de un galán de cine. No me aborda. No se acerca a darme su sentido pésame. No tengo idea de cómo entró ni de como saldrá. Cuando Eleazar me pregunta que me pasa trato de explicarle que hay un invasor entre nosotros pero no puedo señalarlo porque desaparece como el maldito Houdini.

-Estas agotado, Augusto, y además paranoico ¿Por qué no vas a descansar una hora aunque sea? Yo me encargo de atender a tú gente. El mundo no se acabara porque duermas un poco.

-¿Insinúas que estoy viendo alucinaciones? – Le reprocho.

-Insinúo que tres días sin dormir es mucho tiempo. Hazme caso.

Por un segundo bajo la guardia y atiendo a mi cuerpo. Quizás ese hombre no existe y sea el producto de mi desesperación.

O quizás no...

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDWhere stories live. Discover now