Capítulo 31-El malo

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Capítulo 31

Augusto

"EL MALO"

Los dulces verdes ojos de mi esposa se posan sobre mí, en un cálido intento por sacarme una sonrisa, mientras el reguero de papeles en la cama se confunde con el edredón blanco. Mi cara debe ser todo un poema, o en el peor de los casos, parte de la escena fatalista de una película griega.

Brenda, cual niña adulta que es, me implora atención en cantidades locas, pero estoy concentrado en la lectura, en mis anotaciones de detective. Así es como Sergio Blanco se mete en mi alcoba, entre mi esposa y yo. La palabra paz no tiene cabida en esta historia. Su hijo mata un hombre, y yo pago los platos rotos.

-¿Quién es el muchacho?- La foto de Aquiles llama su atención.

-Mi nuevo cliente – Digo sin dejar de escribir en el ordenador portátil.

-¿Qué hizo? – Brenda comprende que su esposo es el defensor de los políticos corruptos, y como es natural, ese jovencito no tiene edad para estar en la cámara del senado.

-Mató un hombre- Mis palabras le impactan. No la veo, pero siento el horror en sus ojos.

-¿Y es culpable?- Hemos llegado a la sección de las preguntas sin respuestas. Aquiles apretó el gatillo, que liberó la bala, que se alojó en su pecho, y que finalmente destruyó el corazón de su padrastro, Pedro Orozco.

Pedro Orozco era un borracho malnacido, que le pegaba a las mujeres, y que de paso, les quitaba el dinero que se ganaban.

Para mí, Aquiles tenía un motivo, actuó en defensa propia. Para la sociedad, Aquiles cometió asesinato, violó una ley, y debe pagar por ello.

Es una cuestión de moral y ética...

-Es lo que debo definir- Mis dedos se aflojan del teclado. Veo a Brenda interesada, por primera vez, en algo de lo que yo hago- Aquiles disparó, eso es irrefutable. Sus huellas están en el arma, su cuerpo coincide con la trayectoria del proyectil, desde la posición de la discusión inicial. La ley señala que si actúa en conciencia, con conocimiento de causa, debe cumplir una condena, que comenzaría en una correccional, por su edad, y que posteriormente sería trasladado a una cárcel del estado para que la termine entre adultos.

-Sería tú primer fracaso...-Brenda hace un decreto que mi cerebro rechaza en seguida. Oír esa palabra final es inadmisible, al menos para mí.

-Toda ley tiene una excepción. El juicio es en un mes – Me acerco a su rostro, perfecto, aniñado, con esas pupilas verdes fijas en mí, y le planto un beso antes de condenar su declaración anterior- Yo no pierdo. No nací para perder.

Brenda me ve cual extraño. Se ve asustada. No conocía el lado oscuro de su esposo.

-De cualquier forma- Continúo, separándome nuevamente de su faz- Hay que medir el estado mental de Aquiles, al momento de cometer el delito pudo estar bajo los efectos de una droga, o bien presentar un cuadro de desorden mental, que lo haga incompetente para tomar decisiones cuerdas.

Ninguna de las dos opciones sería la verdad. Pero sería mí alegato.

La cara de Brenda no deja de estar contraída, supongo que no está acostumbrada a la maldad en estado puro.

¿Qué pensara de su esposo, ahora que lo ve armando una mentira? Ella sabe cómo soy, porque lo sabe...

¿O no?

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Horas después de haber recogido mis papeles, y de retomar el trabajo en el estudio pierdo el enfoque al recibir un mensaje de Elena Chang, desde la costa.

Es demasiado tarde para asumir que no está pensando en mí de la forma en que yo estoy pensando en ella.

-Lindos paisajes, gente amigable, y un clima de ensueño...- Allí lo corta. No termina la idea.

De inmediato le respondo a mi manera, siendo sincero y tosco, con la capacidad de completar el mensaje que ella no fue capaz de culminar.

-Solo falto yo, junto a ti – Le doy enviar, y me río del descaro.

Pasan algunos minutos y el teléfono móvil yace sobre el escritorio sin titilar. Hago de cuenta que lo arruiné, como es mi costumbre. Sin embargo, casi diez minutos después la luz se prende y leo su respuesta.

-Solo faltas tú...

Me hierven las pupilas al constatar lo que está sucediendo entre los dos.

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDWhere stories live. Discover now