Capítulo 98 - Limpiando el terreno

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Capítulo 98

Augusto

"Limpiando el terreno"

Las tácticas de persuasión de Mauro Benedetti rinden frutos con gran rapidez. El diseñador se marcha de mi vida y del país. Lo sé por una esquela del periódico local, donde lo entrevistan por su repentino ingreso en la socialité española. Dos meses después de nuestro extraño encuentro, me quito de encima al estorbo sin transformarlo en una baja de guerra. No siempre queremos ver sepultados a los que mortifican nuestros sueños, a veces solo queremos que estén a un mar de distancia y a miles de años luz de nuestro espacio físico.

Pero lo que no puedo quitarme, así nomás, es el recuerdo eterno de aquel cuerpo frágil, esa mirada de ojos rasgados y pequeños haciéndole frente a su destino. La noción de ser el posible padre de un hijo de Elena me atormenta. Según Mauro, el niño está muerto. Me lo ha repetido tanto que empiezo a creerlo, sin embargo no lo he visto, así que guardo esperanzas que no le comento al italiano. Mis próximos planes en la agenda incluyen un viaje relámpago a tierras venezolanas. Mi padre me apoya. Las mujeres de la familia están en la oscuridad con respecto a la existencia de otro Corona. Somos reservados y precavidos. Aunque siendo sincero conmigo mismo, no hay forma de evadir los perpetuos ojos invisibles de la mafia italiana. Sí Mauro lo desea, jamás encontrare al pequeño.

—Yo te acompañare —Comenta Eleazar, al enterarse de lo que pretendo hacer —Es mejor que vallas con un amigo de verdad.

Me contengo de corregirlo. No tengo moral para hacerlo. Ciertamente, Eleazar es mi único amigo real, la única persona que no alberga segundas intenciones, que no espera lucrarse de mi ascenso en el escenario político, y eso lo sé porque esta será nuestra última cruzada, unidos en la aventura.

— ¿No confías en los otros? — Es una pregunta vacía.

—Tu tampoco. No lo niegues. No los vemos venir, pero nos siguen a donde sea que vamos. Cambiamos a un malo por otro. Es un círculo eterno de problemas sin fin. Por suerte me iré definitivamente de este medio, me dedicare a cultivar el arte con mi esposa.

Cuando habla de arte pienso en el cuadro que tengo como fiel recordatorio de mi breve y profundo romance con Elena. Debo alejar ese recuerdo, mandar muy lejos esa impresión abstracta que me grita mis culpas. Esta vez no lo detendré, ya hice bastante mal con mostrarle mi lado oscuro.

—Y pensar que tenía la esperanza de emparentar a nuestros hijos — Le digo a modo de broma.

— ¿Quieres ser consuegro de mi esposa?— Esa perspectiva me desarma las ganas, de inmediato niego con energía.

—A tú esposa la quiero bien lejos...

—Ella opina igual — No se esfuerza por unir esas aguas. Hace bien, nuestra gran enemiga cercana es ella, Amanda de Pinzón.

Me mira con curiosidad y tras analizar que nos queda poco tiempo junto, habla — ¿Vas a deshacerte del cuadro de Elena?

—Es un simple lienzo, lo real de nuestra relación es ese bebe desaparecido.

—Entonces, Aceptas y asumes que ese bebe es tuyo.

—Tiene que serlo —Mi cara se descompone. Con Eleazar puedo ser yo mismo, de él no tengo miedo.

Ya no tengo la máscara, la he dejado caer. Elena debe estar viéndome desde el cielo, por fin me abro a lo que siento. Eleazar se me acerca y apoya su brazo en mi hombro.

—Lo encontraremos, Augusto. Ten fe.

Necesitare mucho más que fe, un milagro es lo que hace falta para hacernos invisibles a los ojos de nuestros eternos vigilantes.

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDWhere stories live. Discover now