Capitulo 109 - De las pruebas y otros detalles

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Capítulo 109

Augusto

“De las pruebas y otros detalles”

                Por increíble que parezca, no me asociaron con la muerte de Mauro Benedetti, y lo más asombroso aun, no tenía uno sino varios enemigos acechándolo, el magnate italiano. Hasta dudé de haber sido yo el causante de tal siniestro, sino fuera por la llamada del gordo indicándome que la tarea estaba hecha, que no me preocupara, porque la culpa se la iban a echar a otros.

                Fue la última vez que hablé con Joaquín. Al Infierno nunca lo vi en persona.  Ahora esta sepultada la historia de Aquiles y su padre, Sergio Blanco; de como un extraño italiano había accedido a mi pensando que yo le haría la tarea de gratis; la historia de mi hermano y Elena, mi propia historia con Elena. El único que está vivo para contarlo soy yo.

                Y por supuesto, mis colaboradores, que saben la verdad y nunca dirán nada, son el rastro de una tragedia que se va sepultando debajo de otra peor. Entonces, que yo escriba los hechos me hace un poco ingenuo y estúpido. Estas páginas son la pruebas incriminatorias del autor intelectual. Con cada palabra arrojada en este diario me hundo poco a poco dentro de una maraña sin fin, y sin embargo nada me detiene de contar con pelos y detalles la verdad. Desde mi propio punto de vista, una verdad que me castiga y me enmienda, porque, tal como lo dijo una vez Sergio Blanco: “Soy una víctima del sistema viciado”.

                En Ricardo conseguí un secuaz habilidoso e inescrupuloso, de él no recibo acusaciones morales, ni ataques súbitos de arrepentimiento. El lobo sabe porque se apega a la ley de la manada, y con su indirecta participación, formamos un vínculo que nos une de por vida. De eso se tratan las alianzas, de hacernos poderosos a través de una red de favores interminables, y esa misma relación, por desgracia, se extiende al antiguo continente Europeo. La muerte de Mauro no es el fin de mi contrato con la mafia italiana. En “La Cosa” me advirtieron que los beneficios y los acuerdos se respetan de una generación a otra, no te sales del equipo si no es muerto. Mauro, ya no es el jefe, detrás de él vendrá otro, y a ese otro lo debo respetar, déjese o no se deje ver.

                Ya han pasado los meses. Mi esposa Brenda, cauta y sigilosa, se acostumbra a no asombrarse de lo que pueda suceder a nuestro alrededor. Ella es un buen aprendiz, una loba digna dentro de mi pequeña jauría. Esta noche la premio con una cena magistral en un paraje solitario, mi casa de campo en las afueras de Bogotá. Al pequeño Braulio lo cuida una señora de confianza, sin dejar de lado la presencia de guardaespaldas armados. Ya no me fio del aire que respiro. En especial porque no establecí amistad con el hijo de Mauro, el nuevo líder es por completo un desconocido para mí.  En una entrevista que dio a la prensa, dijo ser un hombre de paz. Se dedica a la investigación profesional, gracias a sus estudios en ciencias sociales y criminalística. Es un ratón de biblioteca solitario y joven. Ni siquiera agradeció el arreglo de flores que mandé o la insigne foto que nos tomamos en la cena en su casa, cuando viajé con mi esposa. Así que, viendo las acciones, me mantengo alerta.

                Brenda es una maravilla andante, cabello oscuro y largo, en una cola alta y lisa, sus ojos claros, verdes, se deslizan por el lugar y vuelven a mí, cargados de admiración, duda, picardía. Ella sabe cuál es el porte de una futura primera dama, pasaran algunos años para llegar a eso, pero llegaremos. Su vestido gris es juguetón, se desliza en danza cuando camina, el corte princesa le sienta bien. A Brenda todo le sienta bien. De pronto hace pausa y con la copa en la mano, sentada en la mesa que organicé para ambos, entre el ramo, la mantelería, la vajilla con tinta de oro y la melodía instrumental de fondo, me dice lo que sospeché desde un principio, y no lo endulza como suele hacer.

—Ahora que mataste al segundo ¿Esto va a parar?

                “Maté al segundo”, o sea que sabe del primero ¿o que tanto sabe? Y de saberlo, esa calma extrema es en exceso preocupante…

                Mi sonrisa desaparece, ya no luzco arrasador con la pajarita y el cabello engominado hacia atrás, todo el brillo de mis ojos se esfuma. Hay palabras que bajan el tono casual de un evento romántico, y ni hablar de la confesión en seco que me está dando.

—No me veas así ¿Qué pensaste? ¿Acaso creíste que yo me comí el cuento aquel? —Toma un ligero trago y sonríe —Me alegra que seas capaz de todo por tu familia, aunque eso no explica que a tu hermano lo traicionaras como a un perro…

                Ya no se me antoja la cena, es preferible no beber demás con una esposa esbirro dando el palo cochinero. Es la nefasta hora de conocer la verdadera cara de Brenda de Corona, mi adorable esposa, la dueña de mi corazón, y la pieza que tiene el poder de arruinar mi ascenso, si así ella lo desea…

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora