Capítulo 43- Retomando el caso

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Capítulo 43

Augusto

"RETOMANDO EL CASO"

Cinco días han pasado desde que nació mi hija, Amada. Cinco días de agonía, sin despegarme de la habitación, a sabiendas del trabajo que tengo pendiente con mi joven cliente y su loco padre.

Para mi sorpresa, en lo que Eleazar supo del estado de mi mujer abandonó su rabia, y vino con la mandíbula hinchada a presentarme sus respetos. A Eddy no le fue indiferente la situación y vi cómo le estudiaba la mano enrojecida que usó para infringirme un golpe, sin embargo estoy negado a compartir información que ponga en riesgo a otro miembro de mi familia. El curita frustrado tiene varios dones, entre ellos un agudo sentido de la intuición que obra en mi contra. No es su problema el dilema que estoy sufriendo, y no tiene por qué saltar al ataque cada vez que Brenda luce infeliz. Ya es hora de que Edgardo Corona construya su propio hogar y tenga hijos de su sangre a quienes adoctrinar con sus liberales principios de buen samaritano a toda prueba.

En cuanto a Elena, ella escuchó pacientemente la historia por teléfono, y entendió que era mejor mantenerse alejada de la zona de conflicto. Al menos hasta superar el juicio. Con ella es fácil abrirme. No me juzga, no me teme, ni me brinda un falso afecto. Sabe que soy un ser contradictorio, a veces sin escrúpulos, pero jamás le mentiría. No a ella. Caso contrario con mi esposa. En cuanto abrió los ojos me acusó con la mirada sin rendirme explicaciones coherentes de su conducta apática. Me sentí tan mal que contuve el amasijo de interrogantes, para no iniciar una confrontación que pueda causarle un daño mayor a su cuerpo maltratado. Y así hemos estado, en una tensión constante que impide el disfrute total de nuestra hija recién nacida. Si tan solo me diera luces de aquella llamada que precipitó el parto, yo sabría cómo proceder y qué medidas tomar para garantizar su bienestar.

Brenda, es una mujer diferente. Sus ojos verdes se han endurecido. Temo que abra la boca para ratificarme el odio que veo, en silencio, me brinda constantemente.

La buena noticia es que el doctor le ha dado de alta. Nos exige paz y paciencia, y, como premio de consolación, nos ofrece ayuda psicológica para superar el trance y aceptar los designios de Dios, después de todo, mi hija nació sana y con Braulio de seis años, ya el clan está completo.

Quisiera decir que regresé a casa y me quedé en continua adoración de los rasgos de mi hermosa hija...

Lo siento, pero un hombre como yo debe retomar sus asuntos pendiente, y avocarse a la discordante tarea de defender a su sombrío cliente de diecisiete años.

Estudiar el perfil de Aquiles, ha sido una tarea de veinticuatro horas durante estos cinco días que estuve recluido con mi esposa en la clínica. Yo debería ser amigable y consecuente si deseo lograr en él una reacción positiva a las exigencias que le hago. El pelado no ha vivido en el paraíso terrenal precisamente, su madre le mintió por años, y el descubrimiento que hizo le trastornó de veras. Al revisar su expediente no encontré rasgos de agresividad que advirtieran un desorden mental, y como su padre seguirá siendo un secreto bien guardado, estoy obligado a transferir su desorden a otro origen, sin comprometer al político.

Inventar un nuevo perfil de violencia es lo que se me ocurre. No fue mama, sino los novios de mama, los que causaron el dolor. Estoy alterando el orden de las cosas, no me jacto con orgullo de mi proceder, pero es lo que tengo, y a partir de las herramientas que poseo convierto lo irracional en lo cotidiano. En eso está basado el secreto de mi éxito. Improvisación, y una interpretación de las leyes sesgada, mejor dicho, a mi conveniencia, después investigo, en rigor, a las personas que conforman el jurado y con esta información armo la defensa. Es un talento particular que no todos poseen.

No diré que es inocente. Diré que lo hizo porque esta perturbado, y ahora que la policía cree ciegamente que la droga era del padrastro y no de Aquiles tengo una motivación fundamentada. El pobre muchacho estaba siendo obligado a trabajar con él.

Debo poner al tanto a la madre y al hijo, y por último contarle a Eleazar la vuelta que le daré a la historia para que no me sorprenda con su ponencia en el estrado.

Ambos estamos entre la espada y la pared.

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Odio la cárcel. Natural ¿Quién la amaría?

Voy a concretar. Odio a la población carcelaria y sus jodidas vidas de reclusión eterna. Su antipatía excesiva a los que venimos del exterior, es la causa principal. Esos ojos insidiosos, posados con soberbia sobre los visitantes, me incitan a hacer una carta comunicándoles a las autoridades que los de adentro, detestan a los de afuera. Y al ver que la mirada de mi cliente está acentuando los mismos sentimientos, día con día, me urge definir la situación, porque le veo acomodarse con demasiada rapidez a sus vecinos de cuarto.

Aquiles, menos sociable que la última vez que estuve aquí, me recibe con desdén, sin preocuparse de las buenas nuevas que yo pueda traerle en torno a su defensa. Las esposas en sus manos, atadas al frente, siguen incomodándome. Verlas me causa claustrofobia. Él se da cuenta de la cuestión y mira a otro lado, en pos de ignorarme. Le resulto arrogante, y es la verdad, lo soy. Respiro cansado y suelto el maletín sobre la única mesa de la desolada habitación.

-¿Cómo te ha ido? – Es una pregunta capciosa. No espero que la conteste. Es tacita la respuesta.

-¿Usted qué cree? – Me responde de manera retórica. En un tono desenfadado que expresa la obstinación del joven.

-Vendrán tiempos mejores – Inicio con una sonrisa – Si, por fin nos ponemos de acuerdo, tu estancia en este reclusorio será tan mínima que lo olvidaras en un abrir y cerrar de ojos.

Mi energía positiva no está siendo transmitida. El muchacho no se inmuta. Con esta acción confirma mis sospechas, y la inseguridad, que nunca he tenido, aparece. Es una sensación de vacío estomacal que se riega por el cuerpo y hormiguea entre mis dedos.

-No tendrás que verlo de nuevo – Le digo sin pensar – Aléjate de él en cuanto salgas – Me refiero a su padre, y él lo sabe.

Su mirada insensible encuentra un asidero. Sus grandes ojos negros crecen ante mí, sorprendidos. Sus labios se mueven con la débil resolución de emitir sonidos, pero seguramente desconfía de su abogado. Es lógico, soy el hombre contratado por su padre.

¿En qué carajos estoy pensando? ¿Acaso deseo salvarlo de su progenitor?

-¡¿Qué?! – Esta confundido.

-No preguntes, solo asiente si comprendes lo que digo- Se le ve perdido, por un instante duda, y sin saber cómo, hace lo que le pido.- Retomemos los pasos a seguir- Le pico el ojo y, como si nada, continuo.

Aquiles, era un náufrago, en una isla desierta, y con mi consejo le estoy demostrando que no está absolutamente solo. No tengo idea de estar haciendo lo correcto. Quiero pensar que el pequeño asesino tiene un noble corazón, y que la maldad no es una herencia obligada genéticamente.

Espero no estar equivocándome.

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDWhere stories live. Discover now