Capitulo 106 - La intención

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Capítulo 106

Augusto

“LA INTENCIÓN”

                Hace siete años tuve la intención de acabar con mi socio. Ahora la oportunidad toca a mi puerta como un regalo proveniente de las calderas del Infierno. En el mundo tenemos dos opciones: o somos víctimas o somos victimarios.

                Aunque Ricardo está encargado de dirigir el Bufete que juntos construimos, es muy poco lo que lo veo. Desde mi ascenso vertiginoso a la cámara del Senado y los diversos cargos que he asumido a través de mi carrera, no cuento con tiempo en mi agenda para tratar asuntos que estén fuera del plan de la Nación.  Hace años le asigné unas tareas que cumplió a cabalidad. La primera era descubrir quién era Carlos Ignacio Restrepo. En esa época tenía que investigarlo con lupa. Era nadie. Era un jovencito con un hijo recién nacido que le daba las gracias a Marco en una postal. Y realmente la investigación arrojó datos aburridos, un jibarito vendedor de droga que se había cargado a dos malandros de su barrio y que desapareció llevándose a su mujer a cuestas. La cuestión no iba a ningún lado, tanto que le dije a Ricardo que lo dejara así, que no gastáramos pólvora en zamuro.

                No me comprometí a escarbar en tierra estéril, y eso fue un fallo de mi parte.

                Hace un año ese nombre hizo eco en mis oídos al ser primicia en las noticias y el titular de primera página en los periódicos de Colombia. Ya no era nadie el jibarito de la cuadra, proveniente de un barrio de Medellín, ahora era Carlos Ignacio Restrepo, y mágicamente se transformó en una pesadilla con poder. Lo que realmente lamento es que sé de donde proviene esa mágica fortuna, y que ambos bebamos de la misma fuente me enerva.

                Lo segundo que le pedí a Ricardo era que no me permitiera olvidar el odio, porque solo alimentándolo conseguiría mantener la intención.

                Los ojos del Lobo fueron los que siguieron a la presa que yo había olvidado capturar en el sendero de mis pretensiones. El fiel sirviente de la manada me honra. La tarjeta que me entrega tiene un nombre escrito a mano, lo que dice no tiene mucho sentido, pero la palabra me recuerda a lo que viví…INFIERNO.

— ¿Qué significa esto? —Inquiero confundido, frunciendo los ojos al papelito en mis manos.

—No es un que, es un quién —Ricardo no ha perdido el toque seductor, sigue siendo musculoso y suspicaz, sonríe con malicia y consigo entender porque estamos tan lejos de la civilización, de nuestros autos y de nuestro sequito —Para todo veneno existe un antídoto, El Infierno es la receta para nuestros problemas.

— ¿Nuestros?—Enmarco con ironía. Ricardo se ríe.

—Tiene razón, nunca fue mi problema, pero entonces me asignó la tarea. Allí se volvió mi problema también.

—Cuéntame más —Le exijo. 

—Es un incendiario, un psicópata que hace lo que quiere sin que den con su pista. Ha trabajado con organizaciones árabes, con la mafia mejicana, incluso con rusos, se mete en todo y consigue que culpen a alguien más.

—No es posible que encuentres un dato de esta magnitud sin ganarte enemigos nuevos. El que te dio la tarjetica te extorsionara por el resto de tus días, y de paso acabara con mi carrera.

—Lo dudo. — Con Ricardo todo es un enigma, me respeta y me idolatra, pero estoy seguro que puede acabar conmigo si quisiera. Soy una obsesión y una molestia en su día a día, escalé posición, corté cabezas y me regodeé ¿Qué hice para ganarme su fidelidad absoluta? Lo ignoro.

                De pronto me la suelta —Los muertos no necesitan plata.

                Se me expanden las pupilas y no puedo evitar el escozor en la piel. “Muerte”, la palabra que me persigue.

— ¡¿De qué carajos hablas?! — Me apresuro a preguntar.

—Le saqué la tarjeta del bolsillo a un cadáver —Se ríe de la gracia con naturalidad, mientras que yo hiervo de la angustia.

—No acostumbro fiscalizar tus pasos, lo que hagas es tu problema…pero ¡¿Un cadáver?!...

—Es mejor así, yo tampoco soy un santo —Entre la confesión hace una pausa con el dedo alzado —eso sí, yo  no lo maté.

—Infierno puede ser cualquier cosa — Le advierto.

—No lo es. El número al dorso es importante. Ya nos comunicamos desde un teléfono público, y cuidando que no me sigan, tal como lo aprendimos hace tiempo.

                La oportunidad de tomar el riesgo y hacer que el titiritero desaparezca de mi vida. La oportunidad de consumar la venganza de haberme quitado al otro hijo, yo no me como el cuento de la criatura enterrada en un terreno baldío. Simplemente, la oportunidad.

                Pero entonces el escrúpulo me señala, me sentencia en silencio, solo yo lo veo, “No eres un asesino, Augusto, no pagues con la misma moneda”.

                Sí soy un asesino, sí maté a una persona, yo apunté el gatillo del arma, yo definí el destino de un hombre…

—Contáctalo. Quiero ver al Infierno.

—Este tipo de gente no sé deja ver, no da la cara. Son negociaciones de otro tipo —Ricardo, esta ducho en la materia, asiento en comprensión.

—Haz lo que tengas que hacer, y me informas —Con esa simple orden, estoy sellando el destino de otro…

                Porque la intención es el comienzo de algo, pero la oportunidad se consolida con hechos, y esta es la mía.

 

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDWhere stories live. Discover now