Capítulo 57 - Paranoia

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Capítulo 57

Augusto

"PARANOIA"

No transcurre mucho tiempo entre sentir su presencia y conocer su identidad. Deambular por la ciudad con una sombra a cuestas se hace pesado. En medio del tráfico, está el acecho. Entrando en casa, está el acecho. En la llamada que atiendo por obligación, está el acecho.

El acecho se ha vuelto parte de mi rutina diaria, de la misma forma que comer es elemental para mi estómago. Pero mis vísceras se van a ulcerar de tanto estresarme, la paranoia es insana, el organismo conoce sus límites, así que se deshace de la presión destrozándose asimismo. No me obsesiono con mi físico, tristemente he descuidado mi aspecto prolijo. A Luciano Angelotti el ligero cambio le activa las alarmas internas y toma medidas en el asunto dándome una licencia por perdida con un tiempo mayor a los cinco días establecidos por la ley.

-Utiliza el tiempo libre para afeitarte, entre otras cosas. Te lo repito de nuevo, busca ayuda médica profesional. El otro día me dejaste con la palabra en la boca justo cuando te recomendaba visitar un terapeuta. No llevas el duelo con dignidad. Todos se dan cuenta de tu malestar...

-La casa es un infierno sin mi esposa y mi hijo. No quiero la licencia – Le refuto al jefe supremo.

Angelotti me frunce el ceño de inmediato – No es un sugerencia, es una orden – Me aclara sin dar oportunidad a otro sarcástico comentario – Por suerte te retiré a tiempo de los casos importantes. Sí la casa te molesta, haz lo mismo que tu familia. Viaja.

>>Una semana en la costa te devolverá el color al rostro. Tengo entendido que tus padres son dueños de una hermosa propiedad en Santa Marta. Ve.

-Puede que le haga caso. Puede que no.

-Lárgate a San Andres, Barranquilla, o a donde te plazca, pero sal de Bogotá. Libre albedrio. Ambos sabemos que hemos recibido sobredosis de Sergio Blanco, letal en grandes cantidades – Hace una pausa inquieta, buscando las palabras adecuadas con la vista al cielo – No voy a negar que tuve mis dudas con respecto a la muerte de tu hija, porque era inesperado. Pero luego reflexioné que los caminos de Dios son...inesperados.

>>Nadie te sigue, Augusto, eres tú reflejando tus oscuros temores.

-Quizás – Respondo agotado mentalmente.

-¿Viajaras? – Insiste.

-Quizás – Me levanto del asiento y dejo el despacho de Angelotti. Afuera accedo en silencio a perderme de Bogotá por unos días. Ya veré a donde voy.

Y a pesar de la profunda conversación, vuelvo a sentir en el estacionamiento esos ojos que me miran inquietantes. "Paranoia", me convenzo en voz alta. La mente juega sucio con el dolor de un árbol caído. Preso de angustia, finjo ser fuerte, dándole la espalda al temor que me envuelve en cada paso que doy. Sí me siguen, conocen mi rutina diaria. Sí me siguen, saben que el conservatorio está en mi ruta habitual, sin embargo hace días que Elena y yo nos separamos. Puedo voltear instintivamente con la esperanza de verla entre sus alumnas, es la razón de usar el camino más largo e innecesario.

Elena, no está. Dije el primer día.

Al segundo día su ausencia se repite.

Elena, se ha ido, me convenzo con tristeza...Al tercer día.

En las cuatro paredes vacías de mi hogar, el eco resuena en mis oídos. Extraño el alboroto de Braulio con sus carritos por toda la sala. Extraño el llanto ligero de mi pequeña Amada cuando clamaba por comida. Incluso extraño a Brenda, la eterna cantante de ducha. Me extraño a mi siendo el esposo amoroso, el amante fiel, el sobreprotector perro guardián de mi indefensa esposa. Ahora entiendo que la vida cambia en un abrir y cerrar de ojos.

La mujer de servicio trabaja por horas, no la tengo día y noche conmigo. Me ha dejado adentro del microondas la cena. Todo lo que debo hacer es calentarla. Su sazón es buena, no excepcional. Es comida casera hecha con amor. Me devoro todo el amor que veo en el plato y prendo el ordenador, dispuesto a perseguir un trozo de paraíso.

-Viajar – Susurro, mientras la palabra cobra forma a través de mis acciones -San Andres – Leo en voz alta. Una Isla con arrecifes de coral y playas de ensueño.

No me interesa la oferta hotelera, lo atractivo es que está cerca, pero no lo suficiente como para llegar en auto. Es un oasis. Una estación de servicio en medio de las áridas carreteras.

-Es la mejor opción - Conforme con mi decisión busco alquilar una pequeña cabaña, nada de habitaciones en hoteles cinco estrellas, eso sí, con una respetable playa en frente. Indiferente si un complejo hotelero construyó justo al lado – Vamos a comprobar si mi paranoia me persigue a San Andres... 

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDWhere stories live. Discover now