Capítulo 59 - DESTINADOS

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Capítulo 59

Augusto

"DESTINADOS"

Tal como lo anunció el Sr. Rogelio, un impresionante despliegue de fuegos artificiales hace que salga de mi cueva y disfrute del espectáculo durante la noche. Los colores son vibrantes entre la oscuridad, y la playa pronto se ve atestada de pequeños grupos de gente maravillada, todos mirando hacia el cielo.

Me devoro el sándwich sentado en los escalones de la cabaña, mis cualidades culinarias se limitan a lechuga y jamón adentro de un crujiente pan de centeno, acompañado de un jugo de caja que promete ser cien por ciento zumo de naranja, aunque el concentrado sabor a azúcar contradice a la etiqueta del producto. Le doy un desganado mordisco a mi cena y me animo a caminar por la orilla del mar, dejar que el agua toque mis pies, mientras trato de no pensar en lo solitario de mi estado.

La guayabera blanca me hace resaltar con la bermuda caqui de lino que inconscientemente traje en la maleta. Luzco ejecutivo hasta en mis improvisadas vacaciones. Lo único informal es no tener zapatos puestos, llevando mis manos en los bolsillos para abrigarme de la brisa que se ha desatado en la costa. De los fuegos artificiales solo queda una humareda en el cielo con forma de nube diluida. Entonces me detengo. Estoy en el sitio perfecto con la salvedad de estar solo. Absolutamente solo.

Vine a San Andres con la esperanza de escapar de mí mismo, y lo he conseguido, de repente no me hallo. Una sensación de calor humano me envuelve. Soy vulnerable a esa extraña fuerza que no controlo, el olor que se filtra en mi nariz, la fragancia del pecado a mí alrededor, el misterio de ser hallado por la única persona que me desarma en cuestión de segundos como un mísero rompecabezas. Me doy la vuelta y allí está ella, con la misma confusión mía.

-¿Tú, aquí? – Me reprocha. Sus ojitos achinados luchando con una brisa que le desordena la larga melena oscura.

-Lo mismo digo yo – Pero no la ataco. En realidad estoy atascado entre su bello rostro de porcelana y esa figura pequeña que se adhiere al vestido playero, elaborado en esa endeble tela hippie que deja muy poco a la imaginación.

-¡¿Me estas persiguiendo?!- Sugiere horrorizada.

-Nadie persigue a nadie... - Le corto dulcemente – ¿No te das cuenta? – Ella se congela, y me escucha – Estamos destinados a coincidir...No importa a donde valla, ni que tanto luche por evitarte. Estamos destinados...

Y es así. Ella me abraza, no se niega a mi cuerpo. Y yo vuelvo al lugar donde encuentrola calma, su cuerpo.

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora