Capítulo 80 - El mal anda suelto

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Capítulo 80

Augusto

"EL MAL ANDA SUELTO"

Han pasado ocho meses desde la última vez que vi a Elena en persona. Cada noche, sin excepción, viene a mi mente su rostro bañado en sudor, el almizcle de su virginidad desapareciendo entre mis brazos. La fragancia de nuestra sexualidad impregnada en mi memoria.

Al mundo exterior le muestro una cara, y en la intimidad de mi ser soy otro. La sociedad me enseñó que los pactos no se rompen aunque se rompan los sentimientos. Y si pretendo crecer en la política más me vale no olvidar esta lección. Es por ello que me resigné a la partida precipitada de Elena. Es por ello que la vivo en mi imaginación y no buscaré recrear lo que vivimos aquella noche en la playa de nuevo.

La otra lección que aprendí es que una mujer puede ser fiel a sus principios y quedarse a tú lado, sin por ello significar que su corazón permanezca junto con ella en la cruzada. La nueva Brenda no me ama, de eso estoy seguro. Su retorno es la afirmación de su lugar en la cadena de mando. Ella vino a tomar lo que por derecho es suyo, incluidos los beneficios de ser la esposa del hombre más famoso de la nación. Yo no soy el único que tiene dos caras en esta relación. Brenda cambió muchas cosas dentro de sí, su dulzura, por ejemplo.

Salimos como una familia normal y posamos para los paparazis, otorgamos sonrisas y nos agarramos de la mano, somos un retrato de la familia perfecta, y la prensa se pavonea con las imágenes. Frente a Braulio también actuamos. Hasta yo tiendo a confundirme en el ínterin. Cuando llega la noche y se cierra la puerta de la habitación todo se torna bastante claro. Nos damos la espalda estando en la misma cama. Una vez me quejé: "Mataste a nuestra hija, y mataste la posibilidad de engendrar de nuevo"..., me dijo. A partir de sus duras acusaciones soy perseguido por la culpa de haber destruido mi hogar, tal y como lo conocía.

En la oficina me va mejor. Allá no me odian.

Mi mano derecha es nada más y nada menos que Ricardo Arenas. A ese lambiscón no le doy la espalda ni un milímetro. Pero es innegable su colaboración en la reconstrucción de mi imagen personal. Siempre tengo que ser cuidadoso con cada paso que doy. Siempre.

El miedo se instaló en mis entrañas.

Ocho meses duró mi tranquilidad. Ochos meses de haber condenado al encierro a Sergio Blanco. "La venganza es un plato que se come frio", recuerdo haberle oído al delincuente que me sometió en el vehículo.

-¡¿Oíste las noticias?!- Me alarma Ricardo, apenas abre la puerta de mi despacho - ¡Prende la televisión! – Me sugiere, sin darme tiempo a tomar el control, porque él ya lo tiene entre sus manos y busca el canal desesperado.

-¡Cálmate, Ricardo! ¿Qué está pasando?

-¡Ya lo veras! – Dice, señalando la pantalla y colocando su cuerpo sobre mi escritorio como si fuese su mueble personal. Por su expresión de terror, espero lo peor.

La primicia del día es la fuga, durante horas de la noche, del político acusado de corrupción, Sergio Blanco...

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDWhere stories live. Discover now