Capítulo 64 - La decisión

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Capítulo 64

Augusto

"La decisión"

Ya he cumplido con la semana de reposo. Es tiempo de volver a mi hogar. En esta casa obtuve paz. La sanidad espiritual de mi hermano es contagiosa. Diariamente lo veo salir muy temprano con sus planos y maquetas. En las tardes va al laboratorio y viceversa. Y por las noches reza en una habitación especial, se lo tenía muy guardado de los curiosos y metiches. Hizo una capilla en todo el sentido estricto de la palabra. Yo le hubiese dado otro uso, pero es bien cierto que diariamente se encierra a decir sus oraciones y encontrarse con su amado Dios.

Hoy se le ve nervioso. Como es poco lo que hablamos ignoro qué problema le amarga la existencia. A diferencia de otros días, deja la maletica y los planos en su lugar, esta vez se ajusta la chaqueta negra y agarra el casco. Por fin va a usar la motocicleta, sin embargo en su rostro la preocupación le empaña el aura angelical.

-¿Todo está bien? – Pregunto a distancia segura.

-No lo sé – Responde azorado – Es lo que voy a averiguar.

-Te puedo acompañar en el auto. No estás en condiciones de usar la moto.

-Me encuentro bien. Iré solo – De plano me rechaza – No tardare – Y se larga.

En Edgardo Corona hay más que secciones de trabajo y crucifijos ensalmados. Es un hombre en busca de una constante razón para vivir. De esa motivación vienen sus decisiones. A fin de cuentas está más solo que yo. Él no tiene una mujer e hijos que proteger.

Ahora que lo recuerdo bien, un día me dijo estar interesado en una mujer. De ella solo me hizo un esbozo de su alma. Habló de su capacidad de entrega a las causas nobles, su talento para ayudar al prójimo, por lo que el retrato de la madre Teresa de Calcuta viene a mi mente. Es aterrador, con el perdón de la santa. Sería bueno que Eddy involucrara cualidades físicas específicas a ese legado de virtudes.

"Ve por ella, campeón". Le deseo mentalmente, al ver la puerta cerrarse tras de sí.

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No me voy de su casa hasta verlo regresar. Eddy, el inmaculado, esta algo distraído. No hace caso a mi presencia en el espacio de la sala. No se agita con las maletas de su hermano mayor plantadas al lado de la puerta.

-Ahora que ya sé que llegaste bien, me marcho – Anuncio, a modo de alerta, invocando emociones que no veo en su rostro.

Como no reacciona, resuelvo intervenir - ¿Qué te pasa?

-La chica que me gusta dijo que se marcha del país – Era eso. Lo suponía. Le veo dejar el casco en el sillón y encuentro al hombre que hacia extinto entre sus pupilas marrones, su preocupación de macho despreciado removiéndole las entrañas.

-Como es evidente, no le has dicho lo que sientes por ella – Deduzco de inmediato.

-Iba poco a poco – Reflexiona.

-Demasiado lento, hermanito.

-Estoy fuera de forma. Es una chica particular...

-Como tú. Ambos son el uno para el otro. Especímenes raros – Digo sin pensar. Ella tiene que ser única para acaparar la atención de Edgardo Corona – Síguela a donde valla – Sugiero, bastante convencido de lograr la motivación en el curita.

Eddy se ríe, no me suelta su secreto, no me la describe, ni siquiera me libera una pizca de la historia. Pero allí esta.

-Hacer lo que haga falta ¿Es lo que quieres que haga?

-Por supuesto, no seas un imbécil como yo. Uno de los dos debe tener un final feliz. Casi nunca te doy un consejo de hermano mayor, y tú jamás me lo pides. Hoy te lo doy de gratis. No la sueltes. Esa chica es tuya.

-Gracias, Augusto. Sí las cosas se dan entre ella y yo, prometo presentártela.

Ojala lo haga. Ojala tenga una buena historia de amor...

Elena

Mi tristeza se disipa con la visita de Eddy. Con una simple llamada telefónica midió mis emociones y se apostó frente a la puerta. De todos los posibles encuentros, este fue el mejor del día. Sin embargo le conté de mis planes, mi deseo de volver a Europa. Fue como cortarle el aire en los pulmones.

Al principio solo se sentó a asimilar la noticia, luego su desazón cobró vida propia. Los ojos vidriosos, el rostro enrojecido, síntomas de su malestar emocional. Y lo sé. Le gusto como mujer, aunque nunca me lo haya planteado, estoy segura de ser su amor platónico, pero, por razones que desconozco, es incapaz de conquistarme. Su aura es muy pura, casi angelical.

-Eddy, no tenía en mente estar en Colombia de manera indefinida – Me justifico.

-No tienes que explicarme tus motivos – Se disculpa y veo como discretamente se limpia el sudor de las manos en el jean.

¿Por qué debería escuchar una declaración de amor cuando hace pocos días fui víctima de mis emociones? Quiero entregarme a ese sentimiento, elevarme sobre las nubes, pero tengo miedo de caer. No de nuevo.

Eddy hace bien en reservarse el discurso ¿O no?

-Aprobaron el proyecto de la casa hogar – De repente, dice. Cambia de tema y se escuda en lo que mejor controla, su oficio – En dos meses comenzaran las obras, producto de tus generosas donaciones. Cada cuadro que pintaste sirvió para hacer realidad este sueño...quería que lo vieras. El fruto de tu desprendimiento es una esperanza de vida para niños sin familia.

-Dos meses – Es corto tiempo. Un abrir y cerrar de ojos – Puedo extender mi estancia para estar presente en el acto de apertura. No prometo quedarme más que eso...

Sus ojos brillan. Indeciso me abraza y puedo sentir que se aferra a esa única oportunidad. Lo que sus labios callan, su cuerpo afirma.

¿Qué tanto sé de Eddy? Que como yo, es un hombre solitario en la búsqueda de su verdad. Que no tiene amigos inadecuados llevándoselo de farra durante los fines de semana. Que no se detendrá en artículos porque vive para servir al prójimo...Que no tiene una pareja...

-¿Quieres decirme algo más? – Lo reto.

Ve mis labios. Se contiene. "Puedes hacerlo, Eddy", le animo en silencio. "Si me tocas ya no habrá transgresión, de eso ya se encargó Augusto Corona".

-¿Por qué no deseas estar en Colombia? ¿Alguien te hizo daño? – Valla pregunta ¿Se me nota a leguas?

-Me lo hice yo al confiar en la persona equivocada. Puedes estar tranquilo. Todo pasa.

-¡Lo lamento tanto! Juro que, si me lo permites, te protegeré de todo mal – Es increíble que sea Eddy un hombre real. De inmediato se genera la sonrisa que traté de evitar.

Ya el mal está hecho. Por suerte, Eddy no lo sabe.

-¿Puedo confiar en ti? – No lo duda.

-Moriría por protegerte – Es exagerado, y parece mentira, realmente le creo.

-No lo digas ni en broma.

-No sé bromear con mi honor. Decido cuidarte por el resto de tu estancia en Colombia. Junto a mi estas a salvo.

Esta vez soy yo la que no se contiene. Lo abrazo, y entre sus fuertes brazos en verdad me siento protegida.

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora