Capítulo 49- Una luz entre las sombras

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Capítulo 49

Augusto

"UNA LUZ ENTRE LAS SOMBRAS"

Culmino la llamada que estuve esperando toda una eternidad. Mi amor imposible se retuerce de la angustia en algún rincón de la ciudad, mientras mi esposa me lanza mensajes contradictorios. El presente es inestable como un suelo de arena movediza.

-Pase - Me exige un sujeto que bien podría ser la reencarnación de un verdugo con traje y corbata. Le tomó la palabra y le sigo al interior de una oficina simplona, con una mesa en el centro y dos sillas. Hay una pared de espejo, lo usual en cualquier centro de tortura con un sádico equipo de observación.

Yo he estado del otro lado. Sé lo inquietante de ser estudiado porque mi vida se basa en estudiar a los demás. Un presagio oscuro surca mi mente. Ellos, los representantes de la policía, pueden sospechar que yo estaba de acuerdo en matar al muchacho. Total, el arma homicida es mía. Otra teoría sugiere que incité mentalmente al acto suicida.

Ninguna de las hipótesis me conviene.

Conozco al policía. Jaramillo es una figura habitual en los tribunales. Lo recuerdo haciéndome preguntas de rigor en otro caso. Era mi seguidor. Yo era su ídolo o eso creo, y sin embargo está por lanzar un trozo de carne cruda en mi cuerpo, ávido de sangre, mirara con placer como me despedazan las pruebas incriminatorias.

-¿Cómo es que llegamos a este punto? – Sentencia con papeles en mano, desde el extremo opuesto de la mesa.

-No tengo la menor idea. Explíquemelo usted. – Le digo con la cara dura que me caracteriza.

-Su descuido le dio la herramienta que necesitaba el jovencito para acabar con su vida. Lo que no entiendo bien es como alguien, en la flor de la vida, ve en la muerte una salida a sus problemas... Usted era su abogado, le devuelvo la pelota.

-No dio señas de cometer un acto suicida en nuestras reuniones. Yo estaba consciente de sus temores...

-¿A que le temía? – Escruta con cizaña - ¿No se percató del objeto perdido? Era un bolígrafo fino, de los que cuestan mucho dinero.

-Como le habrán informado, me convertí en padre hace unos días, bajo condiciones adversas debo admitir. Mi cabeza está en mil cosas. El caso. Mi casa. Mi esposa. Mis hijos. Por lo mismo, le atribuí el descuido al estrés. Jamás pensé que mi bolígrafo estaba en poder de Aquiles Sanabria.

-Tiene lógica, pero dígame... ¿Cuáles eran los terribles temores de Aquiles Sanabria, que prefirió matarse a cumplir la condena?

Es hora de hacer la ponencia en otro tipo de tribuna. No soy nuevo en el rodeo.

– Aquiles no era un chico rudo. Contrario a lo que se presume en su expediente, no creció en un ambiente rodeado de figuras agresivas, es más, lo que activó su ira fue el sentido protector fuertemente desarrollado en él.

>> A su mama la maltrataban. El mismo hombre que lo obligó a vender sustancias ilícitas le estaba fregando la vida dentro del hogar. Fue una terrible realidad que lo obligó a proceder de manera salvaje. Yo le dije que lucharía por minimizar la condena, porque era imposible exonerarlo de la culpa. Saber que estaría rodeado de hampones por largo tiempo fue demasiado para él...

-¿Está reconociendo que este caso no lo iba a ganar? – Jaramillo es sagaz. Está desviando la intención a mi maravilloso record. Bastardo ingenioso...

-A todos nos llega la hora. Ser imbatible no es natural.- Le afirmo con una nobleza impresionante.

-Sí fuese otro abogado lo dejaría pasar, pero usted es una estrella de los medios. Ha transformado los juicios en su propia alfombra roja, su entrega de premios personal. Y lo malo no es que gane, lo realmente malo es que consigue librar de la ley a gente inmoral.

-No es mi culpa, es mi trabajo.- Defenderme está vulnerando mi capacidad de manipular su mente.

-Su trabajo es muy sucio. No sé cómo hará para reivindicarse con la sociedad por toda la lacra que ha dejado libre.- Así que Jaramillo no era mi seguidor, era mi acérrimo enemigo oculto.

-Pretendo ascender, mi querido funcionario. No me odie por hacer mi labor de manera magistral.- No está bien que me ufane en medio de un interrogatorio policial.

-Gente como usted no asciende. Gente como usted denigra el gremio.

-Entonces tendré que limpiar mi expediente, así consigo la aceptación de todas las fuerzas de la nación.

-¿Cuáles son sus pretensiones? – Ambos nos salimos del tema.

-Algún día seré el presidente de la nación. Recogeré la basura que he votado por el bien de mi propia causa.- Pongo mis ojos en blanco y me preparo a recibir el próximo golpe.

La sonora carcajada de Jaramillo sacude las paredes del diminuto espacio, quien aplaude con energía, levantándose agitado.

– ¡Quisiera ver que lo logre, Don Augusto!- Posteriormente afinca sus puños sobre la mesa y vuelve a ser intimidante. – Comience por limpiar el desastre actual.

-Lo peor que puede hacer es imponerme una nueva meta.- Le susurro.

-Me gusta inspirar a la gente – Esboza sonriente.

-Le daré lo que pide... y más...- Mi compromiso trasciende al caso.

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Del interrogatorio salgo extenuado. Mi prepotencia volvió a ponerme en graves aprietos. Pero no es hora de pensar en mis emociones, son las de mi difunto cliente las que tengo que analizar para entender porque acabó con su vida a escasas horas de presentarse en el estrado.

Tengo el rompecabezas incompleto. Existe una carta de despedida. Aquiles hizo una declaración póstuma que me atañe. Lo que me enerva es que Jaramillo no me dio a conocer el contenido de la misma, por lo que sigo estando preso del miedo.

-¡Todos los Blanco, reconocidos o no, son una mierda! – Gruño al abrir con fuerza la puerta de mi auto.

En casa me esperan dos hermosos niños, y su malévola madre. La esposa que hace dos meses atrás actuaba como la princesa indefensa de cualquier cuento de hadas, y que anoche me bofeteó por primera vez. Es innegable que no quiero volver. Es innegable que quiero ir a otro sitio. Un lugar pacifico.

Suelto el aire apresado y desato el nudo de mi corbata. No es tan fácil hacer lo que me provoca.

Alguien me ha estado siguiendo. Ahora mismo podría estar siendo vigilado. Sergio Blanco penetró las sagradas paredes de mi hogar. Nada me asegura que Elena está a salvo de él. Yo soy el muro que la protege. Soy también lo que la expone al peligro.

¿Y si han intervenido las líneas? ¿Si cada conversación que sostengo es un mapa de mi siguiente movida?

-No te van a imponer una banda al mérito, Augusto – Me digo. Introduzco la llave en el croché y pongo ambas manos en el volante.- Como me gustaría conocer al Padrino en persona. Le pediría el favor de mandar al Infierno a mis enemigos. Y en pago le lamería la suela de los zapatos, de ser preciso...

Al menos mi esposa proclamó en voz alta que somos una pareja unida. Inseparable. Nadie que diga a vox populi esa afirmación pretende separarse. Quizás la nueva Brenda tenga las pelotas que a la antigua Brenda le faltaban. Por fin tendremos la complicidad que siempre nos faltó.

Con el alivio de mis presunciones, retorno a mi casa, aferrándome al incipiente rayito de luz que se cuela entre las sombras...

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang