Capítulo 58 - La isla

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Capítulo 58

Augusto

"LA ISLA"

Desde que me bajo del avión tengo a mi hermano dando guerra por el móvil. Edgardo me considera un cobarde, un inmaduro, un pobre pendejo que permite que su núcleo familiar se desborone ante sus ojos.

Mi sentido común es superior a mi ego, y en vez de cortar la llamada, le escucho cada crítica con verdadero interés. Cuando se trata de Brenda su cautela se va a la mierda.

-¿Por qué no viajaste con ellos? – me exige saber.

-Pidió espacio... - Digo en automático.

-¿Espacio de qué? – Vuelve a presionar.

-Es complejo, Eddy, no lo entenderías – Me defiendo débilmente – Es el mismo espacio que yo... - No culmino la frase porque mi punto focal cambia. En la correa giratoria veo mi maleta desplazarse, me voy corriendo a rescatar la valija.

Cuando retomo la llamada, cambio bruscamente de tema - ¿Por qué no has ido a visitarme? Porque las razones que te motivan a ir a mi casa no están. Mi mujer y mi hijo – Resalto -Ni te molestes en pasar a verme, estoy de viaje. Solo.

-Creí que el hombre de los milagros no descansaba.

-El hombre de los milagros es un personaje, una buena mentira rentable. Tu hermano, Augusto Corona, el hombre, es de carne y hueso. La muerte de mi hija me duele.

-Dime en donde estas y te acompaño.

-No hace falta, Eddy. Ya estoy en el sitio – Ya mi brazo se extiende para pedir un taxi a las afueras del aeropuerto.

-Papa dice que nos excluyes, y le doy la razón. Cambiaste Augusto, algo te está ocurriendo y no quieres contarlo. No se trata de tu hija. Es otra cosa – "Si, es verdad Eddy, me están pisando los talones los fantasmas de mis clientes corruptos", pienso mientras lo escucho, "pero ni de vaina les voy a alertar que todo aquel que sea parte de mi mundo corre peligro".

-Mi cliente se suicidó y mi hija tuvo una extraña muerte natural. No es como para estar tranquilo jugando golf en el club campestre. Ahora mi esposa se aleja pensando que estar conmigo es de mal agüero y mi jefe me exige crear distancia entre la oficina y yo. Dime si eso es normal hermanito. Tú que estás mil pasos más cerca del cielo que yo, intercede por mi alma y dile a Dios que lo siento si en algo le ofendí.

Eddy no sabe cómo responderme. Su sacrílego hermano le da carta abierta, "destrúyeme, hijo perfecto", no la estoy pasando bien, y no tengo ganas de ocultarlo. Mi vida, justo ahora, apesta.

-No necesitas la intermediación de otro para que Dios te oiga, simplemente debes arrepentirte y hacer actos de constricción sinceros – En el fondo es lo que es. Edgardo Corona es un sacerdote frustrado gracias a mí.

El taxi se para y yo culmino con el tema – Debo colgar. No estoy preparado para renunciar a mi naturaleza – Le digo – Cuéntale a nuestros padres que estoy bien. Dile a mama que en la noche la llamaré. Hablamos luego- Fin de la llamada.

Miro de lado y lado antes de entrar en el vehículo.

¿Dónde estás? Viniste, sé que estas muy cerca. Reto a ese ser invisible a que aparezca, y no sucede

– Lléveme a esta dirección – Le ordeno al taxista con las indicaciones escritas en un folleto.

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La hermosa cabaña tiene una playa de aguas azules en frente. A unos cien metros se levanta un complejo hotelero con todo tipo de entretenimientos en su haber, de lado y lado el desarrollo arropa a la simplicidad, pues el resort que está a unos cincuenta metros en dirección contraria, es igualmente exquisito.

-En las noches hacen espectáculos, tocan música en vivo y se lucen con la pirotecnia de vez en cuando – El Sr. Rogelio, dueño de este pequeño grupo de casitas vistosas y equipadas me recomienda lugares y se pone a la orden para lo que yo necesite. No tiene idea de lo que he vivido y no le quiero contar. Ya basta de miradas lastimeras.

-¿Dónde puedo hacer las compras? – Es toda mi reacción a su increíble buena atención.

-Es la primera vez que un turista se muestra apático a las atracciones de la isla. En fin, si gusta, lo llevo en mi auto al supermercado más cercano.

-Encantado – le devuelvo la sonrisa.

-¿No tiene esposa e hijos? – esa pregunta me retuerce las tripas.

-No – Es una verdad a medias – Estoy solo- Pretendo que se calle, que no me indague de ninguna forma.

-Bueno... en esta isla puede que encuentre al amor de su vida – Me anima, y de nuevo expande sus labios. 

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora