Capitulo 104 - Ángel o Demonio

33 12 34
                                    

Capítulo 104

Augusto

“Angel o Demonio”

                Alguna estúpida vez creí haberme casado con un ángel. En esa misma estúpida ocasión di por sentado que ella siempre sería así.

                Consigo esos, antiguamente, ingenuos ojos escrutando mis andanzas y recuerdo que esta mujer que tengo en frente no es la misma que se fue a pasar su dolor en Canadá después de la pérdida de nuestra hija. A esta me le cambiaron el chip.

— ¿Quiénes eran esas personas? — Pregunta con ironía, como si ella no tuviera una hipótesis en su cabeza desde hace tiempo.

—Posibles clientes — No es mentir, prácticamente me debo a toda la mafia italiana.

— ¿De cuándo acá tú tienes clientes extranjeros? —Contraataca.

—Desde que hice amistad con uno que nos prestó esta casa. De Italia vamos a recibir muchas cosas de ahora en adelante.

                Brenda me sigue con la vista, no me quita el ojo mientras me desvisto. Yo hago que todo está bien, que no pasa nada, es lo que he estado haciendo desde que llegamos. Sus ojos se achinan y veo el rigor de su postura, exigente y señorial, una que nunca antes tuvo, demandando una explicación mucho más amplia.

—No conozco a tu amigo, dudo que sea el mismo que nos trajo… ¿Cuándo lo conoceré? ¿Y porqué se reunieron a semejante hora?

                Suelto el aire represado, nunca me desviví por darle explicaciones a Brenda. Nunca.

—Ya lo conocerás. Todo a su tiempo. Él ni siquiera vive en esta isla, está en Roma.

— ¿Cuándo vamos a Roma? — No desistirá. El demonio ha salido de su cueva.

—Voy a organizarlo. No aseguro que nos atienda…

—Pero es tu amigo —Insiste con ahínco, me interrumpe y se planta de brazos cruzados. Entonces me suelta la bomba.

—Cuando me dijiste que ibas a la Laguna de Tabacal a pescar con tus amigos, el año pasado, y no era verdad, no dije nada. Cuando me contaste que ibas a San Cristóbal a retirar unos papeles de la defunción de Edgardo, teniendo yo los documentos y sabiendo que estaban completos, no dije nada. Cuando mencionaste que haríamos un viaje romántico a Italia, a mitad de promoción en los tribunales, y en medio de grandes acontecimientos sociales, no dije nada.

                No me lanza una sino tres bolas que no atajo. En cada engaño, en cada minúsculo movimiento, ella conoce la mentira, las anota en su memoria y las acumula para acorralarme tal como lo está haciendo ahora mismo.

—Y haces bien en no decir nada. Una palabra equivocada y estamos muertos —Le digo, señalando un punto en la esquina de la sala, desde donde logro avistar una mini cámara oculta.

                Me acerco y la abrazo, mi cabeza cerca de la suya, mis labios haciendo contacto con el lóbulo de su oreja. A esa distancia puedo susurrar. Las cámaras no captan susurros ¿O sí?

—Quiero que confíes en mí. Todo lo que estoy haciendo es con la finalidad de protegernos. La primera vez subestimé al enemigo, y perdimos algo sagrado, ambos. En esta ocasión voy a venderle el alma al Diablo, si con ello consigo la paz para nosotros. Este lugar no es de fiar, amor, las paredes tienen oídos…

                No veo su cara, pero siento la fuerza de sus brazos apretándose contra mí.

—Solo te diré que si es preciso matar nuevamente para lograrlo, lo hare…

                Y no sé si es por el dramatismo en mi voz o la convicción de mis palabras, pero esa misma noche mi mujer se entrega nuevamente a mí sin reservas, con el Demonio fluyendo en sus venas.

 

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDWhere stories live. Discover now