Capítulo 66 - El enemigo de mi enemigo

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Capítulo 66

Augusto

"EL ENEMIGO DE MI ENEMIGO"

Su nombre es Mauro Benedetti, natural de Florencia, la ciudad de los templos. Ha venido desde Italia a comprar unos terrenos. Lo curioso es que sus nuevas propiedades no están en Colombia. En realidad estuvo en Venezuela unos días, y luego se vino a Bogotá, a seguirme el rastro. Le escucho la historia entre sorbo y sorbo. Lo veo acariciarse el sitio lastimado sin proferir insulto alguno. Es un caballero en todo el sentido estricto de la palabra.

A diferencia mía, él tiene una larga cuenta que cobrarle a Sergio Blanco. Ambos tienen negocios clandestinos. Ambos están en el mundo de la droga.

-Está muy bueno – estira la tasa y entiendo que quiere más. No tiene el porte de un mafioso peligroso, en verdad tiene el físico de una estrella de cine europea. Infunde confianza, tiene mirada sincera, e allí el peligro. Puede ser, aunque no lo parezca, otro demonio disfrazado.

-No he llamado a la policía – le confieso.

-Lo sé. Usted es un ser precavido y meticuloso. No le gusta que cualquiera entre en su casa. Ni porque vengan a protegerlo – Me asombra el informe corto y conciso de mi propia personalidad. Arrugo el ceño y lo confronto.

-¿Por qué me está siguiendo? ¿Qué tengo yo que ver con sus peleas entre bandos? No estoy en ese mundo, por si le interesa saberlo. Soy un abogado de renombre – Le recalco.

-Es el abogado que no hizo el milagro a Sergio Blanco – Me debate – Sé todo de usted, incluyendo que tiene una amante.

-Era usted – Esbozó en un susurro- Es el intruso en la funeraria. Es el mismo que ha estado siguiéndome a sol y sombra.

-Lo siento, tenía que conocerlo a fondo. Es lo que hago, profundizar en todo aquel que de una manera u otra afecta mi mundo.

-Yo no afecto su mundo. Yo soy otro mundo – Destaco al abandonar la tasa vacía de café, en la mesita de roble que tanto exhibe orgullosa mi mujer.

-Nuestros mundos se encuentran en un punto, Sergio Blanco – ignorando la lesión se levanta exaltado – Dígame que me equivoco y juro no volver a molestarlo.

Lo miro en profundidad, y, tal como imaginó, soy incapaz de corregirlo, de quitarle la veracidad a cada acusación, incluso no fundamentada.

-Mató a mi hija – Por fin lo digo sin miedo – Los médicos dicen que no, pero usted y yo sabemos que sí lo hizo.

-He sido víctima de tres atentados. Sí ocurre un cuarto intento estaré muerto – Confiesa.

-Acabe con el problema – Le sugiero a modo de chiste – y nos libera de las cadenas invisibles de su atención.

-No soy esa clase de hampón. Odio la violencia, en cambio a Sergio le alimenta el ego hundir el dedo en la llaga, ver al moribundo aplastado bajo el peso de sus zapatos, esa clase de nauseabundas cosas que tanto me producen asco.

>>Al principio todo era negocios, juegos entre colegas del ramo, un político que se pasó de bando y quiso hacer negocios con el vendedor de vinos italianos. Luego se desbordó el rio. A Sergio le crecieron las agallas y me invitó a ganar terreno, dicho de otro modo, a apoderarnos del mercado.

-Le convenía ¿Cuál era el problema?

-Sus métodos. Sus formas de conseguir lo que desea. Vera, para el mundo es un simple político corrupto, pero para mí es un psicópata que encontró el placer en matar con una excusa plausible.

Mauro es invadido por las escenas de horror y tiene que sacar el pañuelo de su bolsillo para secar el sudor de su frente. No habla en bromas, no está manipulándome, está desahogándose con la única persona que le puede entender.

-Mi contacto me dijo que en Bogotá estaba volviendo loco a su abogado. Quería conocerlo y ver porque arruinó su caso. No seguirle el juego es volverse su enemigo. Usted no sabe lo que provocó.

-No arruiné ningún caso. El jovencito se mató por decisión propia. Yo quería ayudarlo a escapar de ese Demonio, y jamás imaginé que en la muerte Aquiles encontraría la salida a sus problemas.

-Ojo por ojo... -Comienza a recitar.

-Hijo por hijo – Completo la frase de manera inconsciente.- Por esa causa mi esposa se fue del país llevándose a mi hijo mayor con ella. Lejos estarán bien.

-¿No tiene otros hijos? – Vuelve al ataque.

-Me casé solo una vez – Le respondo indignado.

-Pero se enamoró más de una, Augusto. Dígame si no es cierto que se acostó con Elena Chang, durante su corto viaje a San Andres.

-¿También en la isla me vigilaron?

-En todos lados – Afirma – Entienda que la pone en riesgo.

-No tiene que restregármelo en la cara. Elena y yo, terminamos, o lo que es peor, nunca pudimos tener una bonita historia de amor.

-Lo entiendo perfectamente. No es el único que vive con la amargura de anhelar lo imposible – El italiano se reposa en esa frase. Obviamente tiene tela que cortar en ese asunto, le delata el cuerpo - A veces tenemos que hacer acuerdos con nuestra conciencia en pro de los que amamos.

Esa noche descubrí dos cosas, al hombre que me perseguía y de quien no tengo miedo y el lado oscuro de Sergio Blanco, el peor de los mafiosos.

Mi nuevo amigo, el enemigo de mi enemigo, me enseñara varias cosas. Dependerá de mi saber qué hacer con lo aprendido.  

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                La curiosidad es intensa en todo lo relacionado al italiano metiche que se coló en mis asuntos. Por lo general no me intereso en nada de lo que ocurre al otro lado del mundo. Vivo en América, y es en este trozo de tierra que me concentro en aprender, en ejecutar, pero mi nombre gana fama por asociación. Sergio ha traído un nuevo grupo selecto de seguidores. Ya no solo soy el abogado de la mafia, soy el maldito juguete del mafioso de moda.

Mauro coincide conmigo. A mi hija la mataron. Es una pena que mis sospechas sean ciertas. Ahora mi dolor es real, mezclado con impotencia e ira, puedo llorar sabiendo que no hay gente en la casa por la cual hacerme el duro. Me paseo de un cuarto a otro y termino frente a la cuna vacía de la habitación perfectamente decorada en tonos rosa. Aun la veo dormida, mi pequeña Amada...

El italiano dijo que no había acabado el espectáculo. No sé qué más puede quitarme ahora que no tengo a mi familia cerca. Me contó que también tenía una amante, y como señal de sumo respeto la llamó "Amor prohibido".

-Las personas que transforman lo que somos son vulnerables a perecer primero si no les damos el debido resguardo – A este punto ambos fumamos en el jardín – Ella vive en Venezuela – Lo dice ilusionado. Todo cobra forma – Es casada. Somos un imposible posible.

-¿Lo de comprar terrenos era mentira? – Expongo. Entonces me mira y se defiende.

-Sí compré unos terrenos en los Llanos venezolanos. Todo para estar cerca de ella. Usare cualquier excusa con tal de protegerla.

-Sí quiere protegerla, aléjese – Le recomendé.

Mi consejoes una tontería absoluta. El italiano está condenado y yo también.


ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora