Capítulo 61 - Mía

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Capítulo 61

Augusto

"MÍA"

La habitación de la pequeña cabaña es amplia, no tiene la imagen de un nido de amor perfecto, y sinceramente, cuando lo alquilé en lo último que pensé fue en tener sexo sobre esa cama. Además de tener en frente una playa de aguas cristalinas es bien poco lo que adecué el lugar a la situación. Y eso no importa cuando las partes involucradas están sedientas el uno por el otro. Se me nubla el entorno y olvido que soy una bomba de tiempo a punto de explotar con gente siguiéndome a donde vaya, mientras me sumerjo en la tarea de poseer a la única mujer que, literalmente, me ha quitado el sueño.

Elena es dócil, una fémina pasiva que recibe mis caricias con inocencia infantil. Se me cruza la vaga sospecha de estar plantando banderilla sobre tierras inexploradas, una idea que ya he maquinada en otras oportunidades y que me obliga a manejarme con cuidado para dejar un recuerdo grato de este encuentro. No obstante la responsabilidad cobra dimensiones al saberme el primero. No lo quiero admitir, porque serlo le quita el tono casual.

A una mujer como Elena no la embistes, le haces el amor, con todas sus letras y sus complicaciones adicionales. Inesperado como es, la noción de tener el control de su piel a mi merced, de recibir con agrado todo lo que le brindo me excita aún más. Ella es mía. Lo afirmo. Ella es mía, lo compruebo...

Me introduzco en su comprimido interior y el invisible halo protector de Elena Chang se rompe. La prueba en forma de mancha se extiende sobre la cama y tengo que sutilmente evitar que se dé cuenta de la infamia de su ser al delatarla por completo.

-Eres mía- Rujo en su oído, con mis caderas balanceándose sobre su frágil figura, su carita impregnada de placer y dolor, una mezcla extremadamente sexy.

No me responde. Las sensaciones la mantienen tensa, curiosamente aprieta el abrazo al escuchar mi sórdida declaración.

No le diré que la amo, y no espero que ella me lo diga a mí. Entre el antes y el después estamos cobijados en un predio de felicidad. No lo voy a arruinar siendo condescendiente con el momento. Después de todo, a miles de kilómetros esta la mujer con la que hice el pacto sagrado, tratando de no arrancarme los testículos de la cólera porque no tiene como acusarme de asesino. La triste remembranza me saca del instante y tengo que marcar una segura distancia entre Elena y yo.

-¿Te quedaras esta noche? – Mi pregunta está enfocada al escape. Elena tiene gente que la buscara, y de hacerlo darían conmigo también. Ya no seriamos amantes anónimos y por supuesto, mi moral se vería expuesta.

-Debo regresar al hotel – Admite con frialdad.

Entre los dos se ha creado un muro invisible. Las palabras que no se dicen son el bálsamo de la relación. No quiero que se arrepienta de haberme escogido como el primero, incluso me niego a aceptar la tortura de que exista un segundo hombre.

-¿Fue tu primera vez?- Lo hice. Veo la vergüenza en sus mejillas ruborizadas – No tienes por qué sentirte mal. El sexo es un hecho natural.

-No en mi familia – Suspira al tiempo que se cubre con la sábana blanca hasta dejar solo una porción de su espalda libre para mis ojos – Perdí lo más valioso que tenía.

-No lo perdiste, Elena. Ahora eres una mujer completa. Mi mujer – Digo sin pensar.

El hombre sin filtros hace lo suyo. No me contendré de celebrar el logro de haber estado con Elena. Al menos con ella puedo ser yo.

-Sabes que en cuanto salga por esa puerta estaremos nuevamente en lados opuestos de la calle. No seré tuya, y tú seguirás siendo un peligro latente...

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDWhere stories live. Discover now