Capítulo 29 - El indomable

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Capítulo 29

Augusto

"EL INDOMABLE"

Me trago mi orgullo, y mis pocas ganas de ver al personaje, por respeto a la historia que debo armar y que cuenta con espacios vacíos que no he podido llenar. Esta vez no pienso ir a su casa, ni visitarlo en su oficina, en lugar de encontrarnos en parajes familiares lo cito en las afueras de la ciudad. Lo he citado en las inmediaciones del Parque Temático Jaime Duque, cercano al área donde se exponen los dinosaurios. Es una locura que encuentro lógica, por la soledad que implica la fecha. Un martes, en época de clases es igual a poca gente y con ello exposición nula de fisgones.

Mientras aguardo la llegada de Sergio Blanco pienso en Elena, que debe estar disfrutando de la belleza de Cartagena y su inmensa riqueza cultural. Ayer me llamó temprano para decirme que se iría por tierra con un colega ¿A qué se refería con lo del colega? En el conservatorio vi puras instructoras, ningún hombre en calidad de profesor, luego recuerdo que también es pintora y que en el gremio de las artes plásticas es bastante frecuente la mano de obra masculina.

-¡Ahí, Augusto! ¿Qué pasa contigo?-Me reprendo en voz alta a mitad de camino- Ella no es tuya. Ella no es de nadie... – Pero resulta que la besé, y eso en mi cerebro es el sello indeleble de mi dominio sobre su cuerpo.

¿A qué juego?

¿Acaso pretendo ser el primer hombre de la mujer misteriosa?

-Me conozco...-Vuelvo a pensar en voz alta, apoyándome en uno de los dinosaurios de la exhibición – Claro que me conozco- Quisiera ser un tipo común que se siente insignificante frente al monumento asiático, pero no es así. Mi arrogancia me hace un competidor feroz, y esa magia que existe entre los dos solo sirve para poner en evidencia que hasta siendo torpe, soy certero.

-Nos volvemos a ver – Dice una voz a mi espalda. Mi primera reacción es apretar los labios y cerrar los ojos. "Yo lo cité..." Repito en mi interior una y otra vez, porque esta interacción fue producto de mi necesidad de ahondar en la oscura historia de amor que precede a la existencia de Aquiles Sanabria. Así que respiro hondo y vuelvo al ruedo.

-Nos volvemos a ver- Respondo con otro gesto, el del abogado seguro de sí mismo que está uniendo las piezas del rompecabezas, así tenga que desbaratarlo luego.

Nuestras manos se estrechan al aire libre, bajo el sol inclemente de la mañana, con dos gorilones que le acompañan a sol y sombra y que nunca jamás sonríen, o hacen una mueca humana.

-Espero que esto no sea una trampa.

-Usted me contrató. Si lo destruyo, me destruyo- Mi razonamiento no le es indiferente.

-Tiene sentido- Mira en varias direcciones y le hace señas a sus guardaespaldas.

Caigo en cuenta de lo peligroso que es negociar con el corrupto diputado, absuelto por mi talento para confundir la ley. "La libertad de este criminal es tú responsabilidad", pienso con amargura.

-Valla al grano – Dice incomodo por la amplitud del parque y la dificultad de cubrirse de un ataque inesperado.

-Eso hare...-Dejamos juntos el descampado sitio de juegos infantiles prehistóricos y nos ubicamos en unos banquitos con un poco de sombra, justo en frente de las Avionetas. Pasamos de la era prehistórica a la primera guerra en un santiamén – Cuénteme la historia de Aquiles y su madre, Zoraida.

-Mi ahijado, Aquiles, está en grandes líos...

-Querrá decir su hijo, Aquiles...-Mi corrección genera malestar en Sergio – No estoy para juzgarlo, lo cité para saber la verdad, y desde la verdad construiremos la mentira.

-Querrá decir la defensa- Su corrección produce un escozor en mi piel expuesta. Aun no sé qué inventar para garantizarle la libertad a un adolescente homicida que no se arrepiente del crimen cometido, sino de la forma.

-Eso dependerá de los hechos.

-Con usted, todo comienzo es difícil.

-Y con usted, todo final feliz tiene un intermedio desastroso.

-Yo lo contraté por su capacidad de adaptación. No me haga cuestionar mis decisiones.

-¿Qué pasaría si lo hago?

-Me frustro fácilmente – Ya obstinado, me dice con tono demoniaco – Usted no quiere verme frustrado, se lo aseguro.

Todo es familiar, la amenaza, los halagos, el gesto autoritario embalsamado en falsas sonrisas. Un círculo vicioso de insultos enmascarados.

-Entonces, no perdamos tiempo...-No sé cómo hice, quizás el sol lo confundió, o quizás él sabe que debe decir la verdad para que yo pueda inventar la mentira.

Horas más tarde estoy anotando los hechos con el recuerdo fresco del pasado que removí de su memoria. Un romance que comenzó por el testarudo empeño de ser el primero en la vida de alguien, cosa tonta porque nada te garantiza que eso te haga el último...

Zoraida era joven y esquiva, del tipo que a un cazador le gusta.

Era Sergio en esa época un hombre casado que le veía la falda a la indefensa sirvienta pueblerina, y que cayó, como todas, en la red de la telaraña.

Ya pasada la novedad, el diputado se quitó a la jovencita con habilidad, reubicándola en otro trabajo, a muchos kilómetros de distancia, y de su familia, llevándose consigo la semilla del pecado que diecisiete años después le traería problemas, dolores de cabeza, y uno que otro feo palpito.

La otra parte de la historia es algo inconcebible.

Aquiles volvió con su madre a la ciudad, de regreso al barrio de su infancia, donde la droga tenía un nuevo poder, en manos de un nuevo líder. Y así fue que, dentro del desespero y la necesidad, el antiguo niño buscó el trabajo de un hombre encontrando a su padre del otro lado de la cuerda.

Ninguno sabía la conexión que había con el otro. No se conocían en persona, según Sergio, él supo que ella se embarazó, pero que ella negó que fuera de él... -"¡Dios mío, dame paciencia! ¿En serio Sergio quiere que yo me crea ese cuento?"-Gruño en voz alta por su cinismo. Sergio Blanco metió a su hijo dentro del estiércol y ahora se desentiende.

Zoraida le tiene miedo. Lo vi en sus ojos, en sus palabras, en la firmeza con que decretó el silencio de sus labios. El único que puede atar los dos extremos de la cuerda es el propio Aquiles, el rebelde indomable que puede hundir mi caso con tan solo nombrar de quien es hijo.

¿Sería capaz de retar la autoridad del jefe?

¿Sería, Aquiles, el vengador anónimo de los pecados de su padre?

La falta de relación de Aquiles y Sergio me afecta. Me sacudo los malos augurios y dirijo mi atención a la foto de mi amada esposa con nuestro hijo, mi perfecto Braulio...

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora