Capitulo 101 - Los ojos del enemigo

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Capítulo 101
Augusto
“Los ojos del enemigo”

El caluroso paseo no rinde frutos, Eleazar me cuenta que nadie sabe nada de un bebe extraviado, y mucho menos con rasgos asiáticos. Con sumo pesar, mi colega, asoma la posibilidad de la muerte, y me invita a aceptar lo inevitable. Su consejo me quita el hambre y dejo el plato intacto frente a mí.
Luego de pagar por un menú que no consumí, damos unas vueltas por los jardines del hotel. Hace demasiado calor para encerrarse en un cuarto, aunque tiene aire acondicionado y todas las comodidades que demanda cualquier cliente extranjero, me siento claustrofóbico. Ambos coincidimos en una sola cosa, alguien nos sigue. Y si mis corazonadas no me engañan, en algún lugar de San Cristóbal nos han mentido vilmente.
— ¡¿Mentido vilmente?! — Exclama el impoluto abogado, muy escéptico a mis sospechas.
— ¡Sí, nos vieron la cara de idiotas en uno de los sitios visitados!—Aprieto el puño, frustrado al no tener algo que golpear. No es que tenga una razón para desconfiar, es que no encajan las piezas en mi cabeza.
— ¿Y si otras personas conocen la historia? Piénsalo, gente amenazada, como nosotros —La cena debió caerle mal a Eleazar. Estamos en Venezuela, otro país. En San Cristóbal, somos dos simples transeúntes ociosos, con un acento distintivo.
—La persona que nos tendía las trampas ya está muerto. Yo mismo lo vi caer con mis propios ojos.
— ¿Y sí el nuevo enemigo es alguien de quien no desconfías? Alguien que te ofrece la mano y regala sonrisas, alguien que no atacas por considerarlo de tu bando.
—Ve al grano, Eleazar. No tenemos por qué hablar en clave, estamos solos.
—Está bien, lo diré. No confió en tu amigo italiano.
Me impacta su sinceridad, y para ser honesto, yo tampoco. Mauro, se comprometió a realizar la búsqueda del bebe, y no me dio respuestas, es por ello que estamos haciendo este viaje. Eleazar, se percata de mi silencio y continúa confiado en su declaración.
—El que calla otorga, entonces tú tampoco crees en él.
—No tengo elección, está patrocinando mi negocio. Yo le convengo…
— ¿A qué precio? ¿Debes sacrificar a tú familia para recibir atenciones? ¿Por qué no quiere que aparezca el hijo de Elena? Pienso que esa criatura cambiaria tus prioridades, sería el despertar del hombre correcto, no en apariencia, el verdadero hombre de bien.
—Exageras…
—Para nada. Sería un Corona comprobado. Sí es de tu hermano, es tu sobrino. Sí es tuyo, es tu hijo. Es tu sangre. No hay motivos para odiar a tu propia sangre. Lo que no tendría sentido es luchar por causas vánales... — Me traspasa con esa mirada que cuestiona todo cuanto he hecho y llega al punto — luchar por complacer a una nueva clase de corrupto.
He allí al verdadero Eleazar, explicando, con sutileza, porque se marchara de nuevo, esta vez sin mirar atrás.
Me golpea la brisa. Por fin siento  aire fresco desde que llegué a esta ciudad infernal. No quiero quejarme de mi estancia en San Cristóbal, la gente es amable, la comida es buena, debe haber lugares hermosos que conocer, puede que, en otras circunstancias, disfrutaría el viaje. Es triste saber que lo único que he conocido en este extremo del país sean sus iglesias, sus hospitales y sus albergues, sin contar las diferentes estaciones de policía de la región. El golpe de sinceridad sin filtro de Eleazar, reactiva ese sentimiento de culpa que evito a toda costa. La aceptación del pueblo colombiano me ha lavado el cerebro.
La fama no me es indiferente. El poder es parte esencial de la fama, una fama que nació de raíces oscuras que se han teñido de blanco porque eso le hice creer a la nación. Nadie sabe que sigo ligado a lo malo, y que lo malo me apoya entre las sombras. Lo único bueno de mi equipo es Eleazar Pinzón, y esta noche entiendo que se ve para siempre.
A la mañana siguiente me levanto muy temprano. Corro sobre el concreto mojado. Anoche llovió. El calor extremo era indicio de lluvia. Entre mis pasos acelerados incluyo a mis pensamientos.  Quiero volver a ese convento lleno de niños, siento que el sacerdote no me llamara jamás, incluso si tiene motivos para hacerlo. Andrés, el curita, me hizo muchas preguntas que no surgieron en otros lados, él estaba al tanto de todo. Demasiado.
Debería ser fácil hacer lo que quiero. La semilla de Elena está ligada a mí, sea mi hijo o no. Debería moverme al recinto de Dios y demandar que me dejen ver a todos los infantes menores de cinco meses, y observar los rasgos de una criatura que resaltaría del resto. Quiero a ese niño ¿O no?
Por estar inmerso en mis pensamientos, no reparo en el hombre que me sigue y me acorrala en un rincón. El descampado parque está solo, gracias al clima invernal, no hay deportistas mañaneros que ronden y me salven. Mi captor esta encapuchado, y me toma por la espalda, sometiéndome con su brazo atravesado a mi cuello. Veo con dificultad el cuchillo que acerca a mí yugular expuesta.
—Deja de buscar lo que no se te ha perdido, Augusto — Me dice con calma — Vuelve a Colombia y has lo que te toca. No arruines tú futuro por un bebe que ya no existe. La criatura que buscas, murió. Lo enterraron en las afueras de la ciudad. Nunca nadie lo va a encontrar, y así es mejor para todos.
Me cuesta hablar, incluso respirar, es extraño pensar que no le temo a mi muerte. Me da terror imaginar que mi terquedad involucre a mi familia directa. Brenda, Braulio, mis padres… Ya perdí a un hermano, y a Elena. No tengo la menor duda, estoy en las manos de otro depredador astuto. Solo viene a mi mente un nombre…Mauro Benedetti.

Me cubro la marca del cuello con una bufanda. No le cuento a Eleazar lo que me ocurrió mientras corría esta mañana. Ya lo involucré demasiado. No le gustó mi decisión de marcharnos de la ciudad. Durante la noche habíamos tenido una conversación bastante amena y sincera. Nuestro itinerario consistía en regresar a esos lugares donde quedamos inconformes, hacer hincapié en nuestra necesidad de conseguir  información veraz. Yo era un hombre resuelto…hasta ayer en la noche.
Ahora siento los ojos del enemigo por todos lados. Y de repente me sacude el miedo a equivocarme de nuevo. Eleazar, mi único amigo real, el único que lo sabe todo, también está en peligro —No lo hare— Digo en voz alta, de manera involuntaria
— ¿Hacer qué? —Me interroga, perplejo.
Ponerte en peligro a ti, a tu familia, a la mía, a mi gente — Seguir con esta investigación.
El gesto amargo de decepción y derrota se distribuye en mi compañero de aventuras.
—Elijes el poder a la moral y la ética —Eso es lo que cree de mí, que me he vendido al mejor postor. Ignora que vuelvo a estar entre la espada y la pared.
—Si obtengo poder, obtengo control sobre mi vida —respondo con mi mejor cara de actor.
—Debí sospecharlo, eres una causa perdida.
—No lo soy, soy un prospecto, un líder en progreso— Ni yo me lo creo, y realmente ya no importa, más vale que lo acepte y lo internalice. Esta es mi última oportunidad de mantener a flote mi hogar.
Me concentro en recoger mis pertenencias, abandonar San Cristóbal y no regresar jamás. Cuando este en la cima, me encargaré yo mismo de cobrar mis propias cuentas. Por ahora, no soy nada. Soy el juguete favorito de la mafia italiana, el ave herida que fue usada para cobrar la cuenta de otro.
Mauro, que astuto fuiste al despertar mis bajos instintos. Yo te hice la tarea de gratis, maté a Sergio Blanco y te libré de un enemigo. Me manipulaste para conseguir lo que querías.
“No te equivoques, Mauro Benedetti, la venganza es un plato que se come frío”.


ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDWhere stories live. Discover now