Capítulo 6 - Aliados

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Capítulo 6

Augusto

"ALIADOS"

Cuando Angelotti despareció, dejándome solo en la oficina, en avanzado estado de ebriedad, pensé que se marcharía a su casa.

Me tomé el vaso con agua fría. Sigo borracho, con el adicional dolor de cabeza que produce una bebida congelada en el cerebro. Hago un esfuerzo por recordar algunos pasajes de la pintoresca tarde que tuve en compañía del psicópata con currículo de Sergio Blanco. Palabras como "fuego" vienen a mi mente en un torrente de escenas aisladas. Son Inconexas. Es inútil. Lo último que recuerdo con nitidez es la figura esbelta de Helena Chang, corriendo hacia la entrada del conservatorio. La armonía de sus rasgos faciales evitándome a toda costa se preservan en un lugar privilegiado, y descubro que allí me refugio. Soy feliz en ese diminuto espacio de tiempo.

De repente la puerta se abre. Entra Angelotti, en compañía de una figura familiar. A su lado, Eleazar Pinzón se aproxima con destreza y me rodea.

—Con un par de tragos de esta poción quedara como nuevo – La botellita sin etiqueta se ve sospechosa. Esta es la oportunidad perfecta de acabar conmigo. Seamos honestos, no soy santo de su devoción. Eleazar Pinzón es mi antígeno.

— ¿Qué contiene? – Pregunta Angelotti, con la vista fija en le milagroso elixir.

—Es una fórmula secreta. Lo prepara mi esposa — ¡Carajos! Si ella es la autora estoy arruinado... ¡Cuantos años de mutuo oído para terminar envenenado adrede!

—Gracias, Pinzón. No sabía a quién acudir. Los otros accionistas son tiburones a la espera de carne fresca – Entre Angelotti y Eleazar se desarrolla una conversación diáfana, es como si yo no estuviera allí, frente a ellos.

—Pierda cuidado. No me molesta ayudar al Dr. Augusto, aunque él se resista a mis atenciones – Me ve con una sonrisa irónica, cargada de doble sentido. De seguro ya está maquinando la forma de cobrarme esta favor – Abre la boca, Augusto – Me ofrece de un vaso plástico transparente. Adentro hay un líquido oscuro y viscoso, sin atractivo visual.

—Anda muchacho, no pongas resistencia, es por tu bien – Todos esperan que me tome el menjurje, mi jefe sobre todo.

Vencido, acedo a sus demandas. El brebaje no me decepciona, es tan horrible su sabor como desagradable su apariencia. Descubrí el preciado secreto. Esta porquería produce nauseas. Es un lavado estomacal casero. Si vomito el contenido gástrico termino con mi calvario.

— ¡Sabe asqueroso! – Pronuncio con dificultad. Inmediatamente me levanto y corro al baño.

— ¿Es normal? – Angelotti luce asustado. Si muero en su presencia será culpable también.

—No es precisamente delicioso – Reconoce Eleazar.

— ¡LOS ODIO! – Grito desde el baño, con la tasa del retrete frente a mí. Me suda la piel. Mi aspecto transpirado es deprimente.

Oigo las carcajadas de ambos y maldigo en voz baja. Eso sí, el malestar va desapareciendo, vuelvo a ser un hombre en control de su propio cuerpo. Desato el nudo de la corbata y abro los botones de mi camisa. Aprovecho el lavamanos para refrescarme la nuca y el rostro. Me veo en el espejo y sentencio esa cara con el dedo índice, "Nunca más, camarada", salgo del baño transformado.

— ¡Bienvenido! – Comenta en tono chistoso el gran jefe – Fue un acierto llamar a Eleazar.

El discreto abogado se repliega en un rincón, como es de esperar. Su cara de ángel de la guarda me aburre.

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDWhere stories live. Discover now