Capítulo 17 - El lobo feroz

43 15 54
                                    

Capítulo 17

Elena

"El lobo feroz"

Entro al bufete con un vestido blanco ceñido, que llega a cubrirme por debajo de las rodillas, tiene el cuello tortuga, y no posee mangas. Mi cabello está recogido en un severo moño y complemento el look con tacones altos, tipo aguja. Mi vestimenta es dramática y seductora, enseña las formas de mi cuerpo sin exponer piel. Todo con la descarada intención de atraer al prepotente abogado, Augusto Corona.

Al entrar no lo veo, pero de inmediato siento mil ojos posarse sobre mí.

La recepcionista me admira de punta a punta— ¿Qué desea? – Me pregunta con una amable sonrisa.

—Tengo cita con el Dr. Luciano Angelotti – Le informo guardando la compostura.

—Tome asiento— Me sugiere, y me coloco de piernas cruzadas en el sillón de piel.

Vine sola y lo reciento. Mi compañero habitual está trabajando en un proyecto de diseño, en un hotel de la costa. Sin Damián estoy indefensa como un gatito asustado, y sabiendo que Eleazar ya no será mi defensor tengo gran escepticismo de continuar con esta firma.

Una fuerte ola de calor sube por todo mi cuerpo en cuanto veo llegar al Dr. Augusto Corona, con su traje oscuro. Nuestros ojos chocan y la energía se enciende entre nosotros. El rubor de mi rostro me delata. El brillo en sus ojos lo delata.

—Buenos días, Tamara— Saluda a la chica que nos mira con curiosidad.

—Buenos días, Dr. Augusto— Le responde con una media sonrisa que denota una doble intención.

Pese a las dificultades y el descontrol que significa saludarnos en público, Augusto se me acerca y extiende la mano con galantería— Que gusto verla, Srta. Elena.

—Igualmente— Le digo sin despegar la mirada del suelo.

En ese instante la chica me anuncia que puedo pasar, y sin saber de dónde salió, la secretaria de Angelotti me escolta hasta su jefe.

Augusto desaparece de mi campo visual, su aroma en cambio se impregna en mi mano aun tibia por su agarre.

Ya han pasado dos días desde la emboscada en el parque. Augusto, se ve perfecto, claro está, su ropa tiene la enorme cualidad de ocultar posibles heridas. No tengo su número de teléfono, menos su móvil, y ni pensar en pedírselo a Eleazar. Me conformo con saber que está haciendo sus rutinas diarias, y que el susto de la sangre solo fue eso, un susto.

El Dr. Angelotti me recibe en la puerta con dos besos. Le correspondo con distinción. Adentro de su oficina hay otro caballero sentado, de espalda ancha y cuerpo musculoso, que porta saco y corbata, y que seguramente es otro abogado de la firma. No es cálido como Eleazar, que me inspiraba confianza extrema. Este semental con traje me detalla el cuerpo sin escrúpulos, el cual, gracias a mi errónea selección de atuendo, queda a su merced con pelos y señales.

—Srta. Chang, usted ya se encontrara al tanto de las reformas en nuestra nómina. El Dr. Eleazar recibió una tentadora oferta y nos dejó para ir tras sus sueños— El abogado italiano a edulcorado el panorama de una forma magistral.

La historia real es un poco diferente. Eleazar estaba inmerso en el caso del Diputado corrupto, el que fue declarado inocente sin serlo, pero entiendo que Angelotti modifique la verdad. No imagino a Eleazar Pinzón defendiendo eternamente a criminales de cuello blanco.

—Ya me comuniqué con Eleazar. Estoy informada— Me siento de inmediato. Estoy un tanto incomoda por la exhaustiva mirada de lobo hambriento de Míster Músculos.

—El Dr. Ricardo Arenas está dispuesto a asistirla desde ahora— Una vez lo nombra, él se levanta, demostrando que, además de fortachón, es altísimo.

—Un placer— Y me estrecha la mano, llevándose el perfume discreto de Augusto con él.

No quiero temerle a mi abogado, eso es absurdo.

¿Cómo le digo a Angelotti que su empleado es un cerdo morboso?

Tocan la puerta y el Dr. Angelotti responde— Pase.

Augusto se asoma con gesto cordial — ¿Puedo unirme a la reunión?— El accionista mayoritario acede.

—Por supuesto, Augusto. Eres bienvenido— Pero su colega, el semental musculoso, arruga la frente y tensa los labios. Sospecho que no se llevan muy bien.

De cualquier forma, Su presencia me reconforta llenando el vacío que dejó Eleazar con su partida.

— ¿No tienes otro caso que atender, "colega"?— Pronuncia con ironía, Ricardo.

—En realidad, no – Dice sonriente Augusto, mientras se ubica en el mueble de dos plazas que está en una esquina, cruzando las piernas con gran desparpajo y estirando los brazos en el respaldo esponjoso – Mi antiguo compañero me pidió que tomara posesión de los asuntos de su cliente. Incluso tengo el itinerario de Elena en mis manos— Y sacude la hojita de manera juguetona.

Por dentro estallo de emoción. No quiero a Ricardo Arenas como asesor, ni como nada.

—Esa decisión no la tomas tú— Angelotti se impone, y vuelve a mí el temor.

—Tiene razón, la última palabra es mía— Me anticipo. Tanto Augusto como Ricardo se sorprenden. Me niego a la resolución del gran jefe— Estoy de acuerdo con Eleazar. Augusto debe representarme.

La cara de Augusto se ilumina, la de Ricardo hierve como un volcán a punto de hacer erupción. El italiano se acomoda en su asiento, todavía perplejo por mi improvisada iniciativa, con la espalda descansando en el respaldo y los brazos extendidos en las reposaderas.

—Las mujeres siempre llevan el mando, pero le advierto que el hombre de los milagros es cotizado y tiene la agenda llena— No debo monopolizar a la celebridad del bufete.

—No se preocupe— Le tranquilizo— Asistir mis demandas no supone gran esfuerzo.

—Srta. Chang— Interviene Ricardo— Augusto Corona, está entre nosotros como el Goliat de los abogados— Está manipulando los términos a su antojo – No es un promotor de compra y venta de bienes raíces o legalizaciones de residencia...

—Puedo hacer de todo. Tú lo has dicho...Soy todo un Goliat – Entre ellos se forma una nube de aire denso. Augusto se mira las uñas con desgano y cierra el tema aplicando sal en la herida— Encárgate de tus asuntos...Lobito...

—¡¡¡Auuuuuuu!!!! – Ricardo aúlla en honor al animal que le adjudican, pero esto solo es la muda declaración de guerra entre ambos. 

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDWhere stories live. Discover now