Capítulo 69 - El secreto

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Capítulo 69

Elena

"El secreto"

Le prometí a Eddy esperar un tiempo. Veo las noticias y considero que la prioridad es marcharme. Traslado a mis alumnas de baile con una nueva instructora. Embalo mis cuadros y los envío a un depósito especial en ciudad de México. Mi representante se encargara de darle buen uso al material que mi depresión callada ha causado.

Damián ya no me dirige la palabra, está muy molesto por no compartir con él los sucesos de la Isla de San Andres. Por una parte, mantenerlo en secreto es una forma sutil de no exponer al abogado. Ya bastante tiene con el complicado juicio que se le viene. Mi condescendencia es producto del amor que aún le tengo. Augusto Corona fue el primero. No hay forma moderara de amortiguar su significado. Tampoco tengo una varita mágica que elimine ese momento encantador.

Por una noche, solo una, Augusto Corona no fue "El hombre de los Milagros", fue simplemente un hombre, y yo su mujer.

Después de aquella hermosa noche, todo cambió.

Cité a Eddy en mi casa para anunciarle mi decisión de partir antes de lo acordado. Es lo menos que puedo hacer. En los últimos días no me he sentido bien, es menester visitar un médico. Es lo primero que haré cuando toque suelo español, si me consulto en Colombia encontraré otra excusa para permanecer otros días en el país, y no quiero seguir extendiéndolo.

Cuando me visto observo que mi cuerpo está cambiando. Tengo el busto turgente, caderas más anchas, pómulos llenos. Es casi imperceptible para el mundo exterior, no para mí que conozco mi cuerpo en profundidad. Me coloco otra prenda, una que no enmarque mis curvas. Tengo un leve temor en mis entrañas, ando ansiosa y sensible. Estoy tan frágil que al recibir la visita de Eddy rechazo el olor de su perfume con unas intensas nauseas.

-¡Elena, vamos en mi auto al médico! – Rechazo, a duras penas, su oferta. Él me sostiene el cabello mientras vomito el emparedado de atún que me preparé, escasamente, hace una hora.

-No pasa nada...nad... -Es inútil, otra arcada me arrebata el aliento. Estoy absolutamente segura de lo contrario. Ocurre de todo. Me pasa de todo ¿Por qué no me cuidé? ¿Por qué no lo obligué a protegernos?

-¿Tienes otros síntomas? – Eddy insiste en comprobar mi estado de salud. ¿Otros síntomas? Sí se refiere a cansancio, mareos, inapetencia, sensibilidad a cualquier olor, sí, tengo otros síntomas.

-No...es la primera vez – Miento descaradamente.

La mitad del encuentro se pierde en recibir atenciones y mimos del adorable arquitecto. Se va a la cocina, revisa mi nevera y con lo que encuentra prepara un caldo de pollo. Me mide la temperatura, comprueba mi tensión arterial. En verdad que Eddy sabe hacer de todo.

Ahora me mira con curiosidad. Empiezo a temer que note los sutiles cambios de mi cuerpo.

-Tienes las mejillas rosadas y gorditas – Sonríe – Colombia la ha engordado, mi bella bailarina.

-Comenzare una dieta.

-De ninguna manera. Lo primero que haremos es consultar a un buen doctor. Ya le dije a uno de mi entera confianza que venga a tu casa un momentito – Se levanta con el plato vacío y se retira por donde vino.

Eddy ha tomado la sartén por el mango. Es tiempo de salvaguardar mis sospechas y despachar a mi adorable Angel de la guarda, o bien le permito ser el mismo y comparto mis angustias con alguien en quien confío.

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDWhere stories live. Discover now