Capítulo 68 - A la sombra de un gran árbol

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Capítulo 68

Augusto

"A la sombra de un gran árbol"

Las citaciones ocurren en corto tiempo. Asisto a varios interrogatorios y me cuido de nombrar al innombrable durante el cuestionario. La presión sobreviene a toda hora, mis ganas de hacer una declaración que lo incrimine también. Luego recuerdo que todavía me queda un hijo a quien cuidar, y que no existe distancia que lo resguarde si es deseo de Sergio Blanco atacar.

En casa recibo amenazas enmascaradas, regalos extraños que llegan de mensajeros anónimos, notas que me advierten no abrir mi boca, no decir demás. La peor es una en la que cita textualmente: "El hijo nuevo no duele tanto como al que has criado durante años", ese mensaje es devastador, prácticamente es la confirmación no oficial del delito. Decido entregar estas notas como pruebas del peligro que corro –No es el único que perdería con tu declaración- Nunca imaginé que el italiano amistoso se opondría con tal energía.

-¿Otra amenaza? – Respondo a mi interlocutor extranjero, en una llamada furtiva y sincera.

-De ninguna manera – Aclara – Somos amigos, recuérdalo. El enemigo de mi enemigo es mi amigo – Vuelve a citar con su musicalidad italiana.

-Quizás ambos son mis enemigos y me están usando a su conveniencia – Después de todo yo no le di mi número, sin embargo lo tiene.

-Sí quieres herir al maldito no te apuntes en el centro de la diana. Le estas diciendo no te temo, pero el reaccionara demostrando cuan superior es.

Este juego mental me cansa. Le cuento a mi esposa lo que ocurre y la mando a pedir protección en la embajada. Resulta que no es mi único punto débil. La prensa estalla el día que declaro, a vox populi, que he defendido lo indefendible y quiero cambiar. De inmediato soy renombrado por la prensa como el "abogado arrepentido", "el renovado Augusto Corona", y otros títulos que no recuerdo por inauditos, poco originales y cínicos. Desde ese punto en la tangente mi vida se vuelve un caos. Me asignan guardaespaldas y le temo al contacto de mi cabeza con la almohada. Apenas cierro los ojos, bajo la guardia. Así que dormir deja de ser placentero.

En teoría me siento tranquilo. Brenda y Braulio están a salvo y muy bien escondidos. Mis padres me odian por poner en ridículo el apellido Corona, es una ofensa que desprestigia a la moral de mis ancestros. El coro de insultos se extiende a Edgardo. De él es quien menos ofensas recibo.

-Por primera vez haces lo correcto. Me alegra que hagas actos de constricción – Mira hacia el jardín por la ventana y hace revista del número de policías apostados en la acera – Ahora soy una celebridad por asociación ¿Dime que esto no significa que estoy en peligro también?

El niño bueno es vulnerado. Eddy perdió su espacio por ser un Corona, mejor dicho por ser el hermano del abogado arrepentido. Me da lástima su situación, arrinconado en su hogar como un perro bajo la mesa.

-No estarás en peligro, siempre y cuando te mantengas a la vista de esos nobles caballeros.

Arruga la cara. Soy la piedrita en el zapato de Edgardo Corona. Soy la oveja negra de mi generación. La conversión es surrealista a los ojos de mi país, de mi hermano y de mis padres. Eleazar no se lo esperaba. Mis ataques de moralismo le salpican.

-¡Maldición, Augusto! – Me reprocha - ¡Por ti, mentí! Ahora mi testimonio es descartado al igual que mi credibilidad. ¡Mi carrera como abogado se viene a pique porque a ti se te revolvieron los principios!

-¡Estoy harto de agachar la cabeza para esquivar la guillotina! Ese imbécil me envía notas intimidatorias, y acertijos con presentaciones ridículas. Sí quiere matarme, que lo haga.

-¿Y si no es a ti a quien mata en venganza? – Se me tensan los músculos del cuerpo –Piénsalo...

Eleazar Pinzón logra incomodarme. El abrigo de Mauro Benedetti no es suficiente para esquivar la bala. Puede darme en el blanco sin apuntarme siquiera ¿Por dónde atacaría, de ser esa su intención?

-Sergio Blanco está preso. Su nombre es sinónimo de corrupción, corrupción que tú pusiste al descubierto con la nueva declaración – Eleazar, está bastante activo. De hecho, su hogar es un caos. Apenas me doy cuenta que su esposa está guardando pertenencias en una caja. Algunos cuadros ya no están en la pared.

-¿Qué está pasando, Eleazar? ¿Vas a dejarme solo con el paquete?

-No puedo – Responde entre dientes, su vista choca con la de su esposa y de nuevo se fija en mi – Me llamaron a declarar. Tengo prohibido salir de la ciudad.

>>Amanda y Evelyn se irán del país – Sospecho que no pensaba contarme sus planes, y por eso su mujer le apuñaló con la mirada – Yo también tengo que proteger a los míos.

-A ti no te pasara nada – imprimo ese tono casual que no me creo. Eleazar me sonríe y se refriega la cara con las manos, allí sentado en el sofá que le queda sin embalar.

-Amanda tiene una hermana viviendo en Miami. Nunca nos hemos separado – Se le quiebra la voz – Pero será por corto tiempo – Renueva energías y hace acopio de fuerzas – Sabia que aprender de ti me costaría caro.

-No dejare que nada te suceda. Estaremos protegidos bajo la sombra del gran árbol – Ahora yo también hablo en clave. Mi nuevo amigo, el enemigo de mi enemigo, no debe ser nombrado.

Todas las piezas están resguardadas, todas menos una. Debo ver a Elena, aunque sea por última vez.

Debo advertirle...

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