Capítulo 16- Mi aliado, mi amigo

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Capítulo 16

Augusto

"Mi aliado, mi amigo"

Ahora que Elena se alejó del auto y vuelvo a estar solo con mí jodida conciencia empiezo a sentir dolor. La supuesta cortadita no es ninguna fisura menor y la sangre que antes ignoraba no para de salir, transformando la mancha en una enorme laguna que arruina mi costoso saco.

Es obvio que debo ir a una clínica para que me revisen y agarren los puntos. Llamo a casa y le digo a mi esposa que tengo un problema con el vehículo, que estoy contactando un remolque. Paso por alto el detallito de la herida, el robo y el beso.

En el cubículo blanco de la emergencia tengo tiempo de sobra para pensar en mis acciones.

Al principio pensaba que necesitaría a Eleazar para accesar a Elena, y le soborné vilmente. Acto ridículo por demás, porque todos los acercamientos que he tenido con ella han sido individuales, y poco o nada dependieron de agentes externos. Incluso recuerdo a mí colega abogando por la bella asiática, haciéndome ver como el horrible lobo feroz frente a una indefensa caperucita. Pero lo asombroso del asunto es la atracción mutua, el inevitable imán que me obliga a regresar, y que en su caso la incita a provocarme, todo de manera natural, sin manipulación o engaño.

El doctor me hace una serie de preguntas relacionadas con la forma en que recibí la herida, a causa de un arma blanca. Le digo que estaba en un evento, y camino a mi auto fui emboscado por un ladrón inexperto. El me escucha y prepara una inyección antitetánica. El brazo expuesto luce horrible, y presumo me quedara una fea cicatriz como fiel recordatorio de mis andanzas por el mal camino, pero poco importa si con ello le salvé la vida a Elena.

—Así que trató de arrebatarle el arma al delincuente— Repite mientras me cose – No debió arriesgarse, pudo ser peor— Él no sabe que había una tercera persona y ciertamente quedara en el anonimato.

— ¿Fue profundo?— Le pregunto al ver que aplicó varios tratamientos antes de cerrar la incisión.

—Bastante— Me dice en su limitada confianza hacia mí— El dolor es una muestra de cuan intenso caló el arma en su piel.

Dolor.

El verdadero dolor fue alejarme de Elena después de haberla tenido entre mis brazos.

Con ella no sentí sino paz.

—Hare una llamada. Me cuesta un poco mover la extremidad. La anestesia adormeció mis reflejos – En ese instante tengo dos opciones. O llamo a mi padre, o llamo a mi hermano.

Ninguno de los candidatos me inspira confianza. El tercero, vencedor indiscutible, ya está en cama.

—Eleazar – Le digo al escuchar su voz adormilada— Soy yo, Augusto.

—Que...carajo...— Gruñe algo incomprensible y regresa al teléfono— Dime ¿En qué te puedo servir?

— ¿Sera que vienes por mí a la clínica? Tuve un pequeño accidente y no estoy en condiciones de manejar – Yo estoy tranquilo, pero la palabra accidente es alarmante. Eleazar se angustia en segundos.

—¡¡Accidente!!— Dice con desespero.

—Ya te contare. Anda vente con cuidado, que te espero en la entrada de la emergencia. Toma nota del lugar – Y empiezo a decirle con detalles donde estoy.

———

Sin el saco y con la camisa arremangada, estoy sentado en el banco esperando a Eleazar Pinzón, que llega raudo al lugar y con cara de alma en pena. Es interesante ver cómo pasó de odiarme a ser mi mejor amigo.

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDWhere stories live. Discover now