Capítulo 85 - Ureña

29 13 44
                                    


Capítulo 85

Augusto

"Ureña"

Ureña es caluroso y desolado. Tiene muestras restringidas de modernidad. Y además de contar con una bonita plaza central y unas cuantas tiendas de ropa, no hay nada que la haga apetecible como lugar de vivienda para un inspirado arquitecto, de la talla de Edgardo Corona. Hace calor. Eso sí. No hay suficiente agua en el mundo que calme la sed sentimos.

Veo a mi padre ausente, luchando con su tristeza, pidiendo fuerza a un ente superior allá en el cielo. Me deprimo al sospechar que Sergio Blanco pudo ser el causante de esta masacre. Así la llamaron, "La masacre de Ureña", en los periódicos no perdieron tiempo. Nuestra misión es que esta noticia no trascienda al punto de marcarnos para siempre.

Nuestro anfitrión es un demacrado policía viejo con ardua experiencia en homicidios. Es de Caracas, y, como nosotros, se movilizó desde otra ciudad para hacer seguimiento al caso. De Ureña vamos a San Antonio del Táchira. Mejor acondicionada, he igualmente calurosa, cuenta con mejores instalaciones. El comisario, de apellido Loreto, nos trata con propiedad. Sabe quiénes somos y a que hemos venido. A los occisos se les retuvo en esta dependencia, como una consideración especial entre naciones hermanas.

-Por tratarse de ustedes, existen detalles que no han sido compartidos con la prensa – Le veo nervioso – Encontraron drogas en las maletas de la pareja, y algunos líquidos, utilizados como materia prima en la construcción de una potente droga...- Le interrumpo.

-¡Mi hermano es incapaz de participar en actos que estén fuera de la ley! Debe haber un error.

-Usted admitió que su hermano estudió química pura en la universidad.

-Sí, lo hice. Mi hermano era un genio. Eso es verdad.

-Entonces, no es del todo improbable... - Me enfurece la mera presunción. Mi padre se interpone y baja el calor de mi cuerpo exaltado.

-Mejor vallamos a la morgue primero. Descartemos que sea de Edgardo de quien hablamos – Apruebo su propuesta. El funcionario mediocre también.

¿Drogas? ¿Edgardo Corona, un traficante de drogas, que prepara metanfetaminas? ¡Que estúpida idea de mierda!

El inminente momento de afrontar la realidad está por suceder. La puerta de la morgue se abre a nosotros. El viejo funcionario se identifica y nos presenta. Nos informa que hay dos cuerpos en la cava. La pareja. Ella no me importa, quien me importa es Edgardo. Mientras caminamos a la nevera, el médico forense nos cuenta otra anécdota preocupante.

-¿Sabían que la joven que acompañaba a su hermano mostró signos de haber dado a luz recientemente? – Mi padre y yo nos miramos perplejos. El médico se percata y continua con su relato – Sus senos estaban produciendo calostros ricos en nutrientes, ya tenía buen tono el color de la leche. El rasgo resaltante fue el vientre, todavía dilatado, así como la incisión de la episiotomía, con los puntos de sutura frescos.

Mi padre se manifiesta de inmediato – Sí dio a luz una criatura recientemente ¿Dónde está él bebe? ¿Nos ocultan otro cadáver?

-Es lo curioso de la historia. No encontraron ningún bebe en la escena del crimen. Alguien se lo llevó.

-Sí mi hermano estaba por ser padre, nos lo hubiese contado – Digo, absolutamente convencido de mi razonamiento. Estoy omitiendo el raro comportamiento de Edgardo y sus constantes viajes al exterior.

-Bueno, ya es un poco tarde para exigir explicaciones – El negro humor del forense contrasta con nuestros rostros.

La gaveta número uno se abre y aparece un cuerpo cubierto por una manta blanca. El medico nos pide que mantengamos los tapabocas y los guantes, para no contaminar la evidencia. Lo destapa y allí esta, es él. Edgardo Corona, mi hermano menor, con la piel gris, una marca seca y profunda sobre su cabeza, una bala evidentemente. La otra se aloja en su pecho, en el área del corazón. Mi padre lo mira con tristeza. Se esfuerza por mantener la compostura. Yo libero unas lágrimas.

-Es él – admito, como evidencia.

-Sé que no es fácil, y el momento inoportuno, pero necesito que vean el cuerpo de la mujer. Tal vez la conozcan – El medico tiene la mano puesta en otra gaveta. Al asentir, la saca y destapa el cuerpo de la compañera de mi hermano.

Al verla soy invadido por el horror...

Es Elena.

                Es Elena

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora