Capítulo 97- La otra cara de la moneda

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Capítulo 97

Augusto

"La otra cara de la moneda"

Cuando una niña se transforma en mujer, se le nota. Cuando un hombre cambia de piel y se viste de serpiente también se nota...

Mi esposa Brenda, hace de cuentas que el mundo está bien y que los nuevos logros de su flamante esposo son el resultado de su redención. Es muy buena haciendo el papel que le toca, en especial después de leer en la prensa local el hallazgo del cadáver descuartizado de Sergio Blanco en tierras venezolanas. Asumen que fue un altercado entre la banda que lo protegía y el Cartel de Cali. Tanto muerto, en las montañas andinas del Estado Táchira, trae a colación el problema de las drogas, los carteles y el dominio que poco a poco ejercen sobre la vida diaria de ambas naciones. Otra oportunidad para hacer acto de presencia y condenar a la violencia con propiedad. Siempre estoy en campaña. Cualquier situación es mercadeo en potencia.

La dulce Brenda me sonríe y se me guinda del brazo en los eventos públicos, ella cuida su lugar en la mesa de juegos. En el tablero, ella es la Reina.

En casa pierdo el dominio gracias a lo que no hice, defender a mi hermano a capa y espada, nunca desistir. Braulio, comienza a tener un criterio de la situación bastante singular. Con sus cortos siete años, es bastante maduro, y lejos de acercarme a mi único hijo, solo consigo su mirada acusadora. Su tío está muerto.

Me cuenta que un día conoció a la novia asiática del tío Edgardo. Ella dijo que solo eran amigos. No tiene una narración consistente, pero es evidente que la palabra "amigos", fue concisa.

— ¿Le contaste a tu madre lo que me dijiste? —Le pregunto a Braulio discretamente en el parque.

—Es la primera vez que lo digo—Me responde reflexivo.

—Que esto quede entre nosotros dos—Le pido con delicadeza.

—Mi tío no era una persona mala — Agrega el pequeño justiciero —Lo que dicen en la calle es mentira.

La raya de los Corona es del tamaño de una cancha de fútbol americano. Ahora sé que Braulio conoce la historia...

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Cada doliente maneja la perdida de diferentes formas. El ángel justiciero de un muerto esta por doquier, cruzando la calle, preparando la estrategia de ataque perfecto, siendo leales y constantes a sus causas internas. Por ejemplo, mi pequeño Braulio se autoproclamó el defensor de su tío Edgardo. Es irónico tener que criar a tu futuro enemigo. Némesis vive en mi casa. Por ahora lo puedo manejar, en un futuro no lo sé.

No conforme con escabullirme del asedio de mi propia sangre, tengo que enfrentar a un inusual visitante. Damián Sayago se reporta en la recepción, mi secretaria me anuncia su llegada sorpresa, y tardo en reconocer el nombre del mejor amigo de Elena. El diseñador de espacios no disimula su desprecio ¿Qué tanto sabe y porque no lo dijo antes? Seguramente fue interrogado por la DEA. Me consume la zozobra de no saber a qué atenerme.

Nos sirven café y dejan en la mesa de juntas unas galletas de coco y mantequilla. Un gasto inútil porque nadie las probara. Todo es inadecuado. Nos estudiamos en silencio, como los cangrejos en la playa, viendo la vulnerabilidad del otro.

Para ser un hombre gay es muy varonil. No soy homofóbico, simplemente no he tenido la ocasión de compartir con él. Sí Elena lo amaba tanto es por algo.

—Dígame, Sr. Damián ¿En qué le puedo servir? —Me siento tenso, estresado, y por tratarse de un amigo de Elena, estoy consciente de cuanto se me nota.

—Ha pasado un tiempo desde que encontraron a mi amiga Elena, muerta, en compañía de su hermano Eddy —Al llamarlo cariñosamente por su apodo, me está confirmando que se conocieron y se trataron.

—El triste evento de Ureña sigue siendo un tema sensible en mi familia. Poco hablamos de lo sucedido, usted comprenderá la razón—Le digo con el tono solemne. Soy un muro de piedra.

—Mucha polémica en torno a la droga que les incautaron en la escena del crimen. Eso me obligó a guardar silencio. Puse mi barba en remojo al ver el fuego de la crítica destructiva. La mala publicidad puede arruinar mi carrera —Y hablar demás también.

— ¿Omitió información? ¿Y eso de que forma me afecta?—Inexplicablemente, mi voz se vuelve profunda y amenazante. Yo no soy ese hombre, el miedo a perder la seguridad que tengo es la culpable.

El gallardo Damián está al acecho. Sí por alguna razón pensó que yo era inofensivo, hoy descubre la amarga verdad. El que me reta, pierde.

—Elena estaba enamorada de usted—En su determinación lo admiro. Mi secreta relación ya no es tan secreta.

—Eso es imposible—Libero una falsa sonrisa y continuo —Ella estaba de amores con mi hermano.

—Eddy era un colaborador, juntos trabajaron en un proyecto humanitario, una vía segura al buen uso del dinero obtenido por la venta de los cuadros. Ella me contó que lo conoció a usted en la gala inaugural, la primera exposición. También me contó que de todas las personas reunidas esa noche, un observador, llamado Augusto Corona, fue el único en comprender realmente su arte, y ni siquiera era un crítico. Luego lo vimos en el bufete, y allí supe que usted era diferente a los demás...—es la primera vez que un tercero nos describe ¿Me emociona? Sí, mucho. Mi corazón comienza a latir frenéticamente.

MI torpe incursión en su espacio personal fue el causante de su muerte. Sí no me hubiera conocido aun estaría viva. ¡Qué triste desenlace!

—No sabía que la afectaba—Es hora de salvar a Damián, porque sí insiste en difundir esa historia, él será la próxima víctima...

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La visita de Damián era predecible. Pensar que el mejor amigo de Elena aceptaría su muerte sin pena ni gloria era inaudito. El inofensivo diseñador es un roto en la costura de mi vida. Por allí mana el agua de la duda razonable, desde allí se hilan cabos que yo he atado con paciencia y dedicación.

En cuanto Mauro se entera de la novedad, toma el asunto en sus manos. Me refiero a la parte escabrosa de la resolución del problema. Le imploro piedad y sutileza, todo por no llevar en mi conciencia otro muerto adicional.

—No te mortifiques, Augusto — me contesta el italiano, con voz cantante y risueña — Asustar no es lo mismo que matar. Disuadir de hacer lo incorrecto es parte de mi trabajo. A Damián le va a quedar claro quién es Augusto Corona, y hasta dónde puede llegar con sus insinuaciones.

La comodidad de Mauro me aterra — ¿Y exactamente, quien soy yo?

Primero una carcajada, luego se aclara la garganta al otro lado de la línea — Eres un prospecto en desarrollo...

— ¿Un prospecto en desarrollo? ¿De qué?— Inquiero con cierta incredulidad.

—En un futuro, serás el señor presidente de la nación colombiana.

Esa es la otra cara de la moneda, el sello de Mauro Benedetti, detrás de bastidores. He allí su fijación en mí. 

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDWhere stories live. Discover now