Capítulo 7 - Acción y reacción

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Capítulo 7

Augusto

"ACCIÓN Y REACCIÓN"

La intermitente luz que se asoma desde la ventana, en la esquina, es la de la habitación de mi hijo. Su carácter es dominante y tiene por costumbre reprocharme aquellos defectos que considera inadecuados.

Prefiero encarar a Brenda, frágil y sumisa, con la enorme elevación de su vientre, que adoctrinar al pequeño prócer de la patria. Casi puedo verlo, un adulto ejemplar, al servicio de cualquier causa justa.

Braulio era el nombre de mi abuelo, un hombre honesto que alimentó afectos reales. En el fondo quiero ser como él, que al escuchar mi nombre la gente sienta admiración. Veo la luz y comprendo que en mi será una pantomima, la herencia noble le pertenece a mi hijo, a quien llamé como su abuelo.

Entro de puntas, evitando el ruido de mis pasos sobre el piso de madera pulida. Con un poco de suerte estarán dormidos, concentrados en sus placidos sueños, mientras yo asciendo asustado por las escaleras.

La puerta de la habitación del pequeño Braulio se abre y su cuerpo se deja ver, en solemne expresión severa. Si fuera mujer tendría un mazo de panadero entre sus manos, y lo manipularía como un bate de béisbol.

Me freno frente a él.

— ¿Qué haces despierto a esta hora? – Lo interrogo.

—Mama no se sentía bien. Te llamaron. No atendiste – Espera una explicación.

—Mi teléfono se quedó sin batería— Respondo cual acusado en juicio.

El hace una mueca incomoda, que estoy lejos de comprender. Mira a cualquier lado y continua – Mi tío se la llevó al hospital – Le escucho decir con tristeza.

Ella me necesitaba...

No estuve con ella, cuando más me necesitaba...

— ¿Te quedaste solo?— Preguntó angustiado.

—En la otra habitación esta la señora de servicio de mi abuelo – Me observa sentencioso – Ve con mama y la bebe.

Sus palabras me liberan.

Desciendo a grandes zancadas por las escaleras. Abandono la resaca y una vez en el jardín recuerdo que mi auto está en el estacionamiento del bufete, que llegué a mi domicilio gracias a Eleazar Pinzón.

Vuelvo a entrar. Agarro el teléfono y llamo a Edgardo, el único ser capaz de resolver mi predicamento.

—Hola, hermano, dime que sucedió...

Tengo defectos.

Todo el mundo los tiene.

Ser ineficiente no es uno. No estar para mi familia tampoco.

Es nuevo para mí cometer un error. Soy un hombre organizado... en exceso.

Si me tocara nombrar mis defectos el primero seria, egocéntrico. Luego colocaría vanidoso, engreído, prepotente...Pero jamás incumplido.

Me gusta estar casado. Amo a mi esposa, adoro a mi hijo. Es mi estado ideal, y estar en la cima, no lo olvidemos. Por esa razón me conmociona lo que pasó...

En el tenor de la distancia veo a Eddy esperándome en la entrada de la clínica. Ahora usa barba y se le ve más adulto de lo normal. No es típico que hablemos, desde la travesura del seminario. Él sabe que fui yo, no se lo he confirmado nunca, pero es mi hermano y me conoce como nadie.

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDWhere stories live. Discover now