Capítulo 67 - El gran amante

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Capítulo 67

Augusto

"El gran amante"

Su historia no es similar a la mía. En términos de tiempo y espacio tuvieron oportunidad de conocerse a fondo. El italiano solitario no se guarda ese secreto, desea compartirlo con su homólogo en cuestión...

-Tenía terrenos en Jerez – Comienza su relato emocionado – Mi plan primario era venderlos a un buen postor. Les comenté a mis abogados y me recomendaron visitar la propiedad para evaluar, en primera persona, su estado – En ese instante se ríe de sí mismo – Todos los que me conocen saben que no creo en nada que no haya verificado por mi cuenta – En esa característica particular me reflejo. No se lo digo. No quiero que me analice demás.

Me sorprende que se abra a mí sin reservas. No titubea al declarar que está en un aprieto emocional, y respeto su demostración de confianza escuchándolo con interés.

-La primera vez que la vi lloraba aferrada a una verja. Usaba ropa negra y lucia indefensa, dulce – Sus ojos azules se abren al cielo, pero no mira lo que tiene en frente, está inmerso en los recuerdos de ese encuentro – Me acerqué preocupado y le ofrecí mi pañuelo. Allí descubrí que la causa de su llanto era la muerte de su padre, y que tenía tantos años sin pisar esas tierras que se sentía como una intrusa en el seno de su familia. Viajó desde Venezuela para asistir al funeral y la lectura del testamento.

-No estamos hablando de una jovencita humilde – Digo sin pensar.

-No lo es. Heredó una enorme fortuna a un alto precio – Mauro se desprende del cigarrillo y la lanza al suelo, lo pisa y decide no encender otro.

-Heredar no es malo – Comento con una sonrisa sarcástica.

-Adquirir un compromiso coaccionado si lo es – Su seriedad me impacta – Se casó sin la bendición de su padre, escogió a un pobre diablo del que se enamoró en un viaje a Venezuela. Como castigo cortaron todo trato con ella, y no le pasaron ningún tipo de ayuda económica hasta ese momento – Mauro, es detallista. No dice el nombre de esa mujer. La protege. La ama. Veo el dolor de no traspasar los límites que se impuso.

-Ahora entiendo menos que antes ¿Le dieron su parte de la herencia, a pesar de haber actuado en contra de las reglas? No entiendo el punto.

-Ella se comunicó con su padre, en vida, mucho antes de que enfermara, para decirle que estaba arrepentida, que siempre tuvo razón. Su matrimonio iba mal, quería separarse en buenos términos – Se ríe de nuevo – El viejo le dijo que si dejaba a su marido la desheredaba. Esas eran las consecuencias de actuar mal – Vuelve a reír – Eso sí, él nunca podría tocar ni un centavo de esa fortuna. Todo lo dejó por escrito... ¡Miserable e inteligente!

-Entonces ella sacrificó su libertad a cambio de poder... - Me interrumpe.

-Iba a hacerlo. El día que la conocí, pretendía renunciar a sus derechos – Respira hondo y cierra los ojos de una forma estoica – Yo la persuadí.

-¿Por qué? No era su problema, no hasta ese momento.

-Vi su fuerza interior. Ella era superior a las barreras que construyeron para contenerla. La he guiado en cada paso, le di apoyo emocional y formación profesional. Que nadie crea que es una tonta con dinero. De mi mano se está transformando en una mujer poderosa.

-Pero sigue siendo la mujer de otro – Presiento que no debí vociferar esa verdad, me contengo al recibir su reproche mudo. Pasan segundos y al fin se pronuncia.

-Es mi mujer y yo soy su hombre. No hace falta gritarlo a los cuatro vientos para saber que algunas relaciones son parapetos bien armados - ¿Eso fue una indirecta? Hago que no lo escucho y lo dejo seguir con su impresionante historia de amor oculto.

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDWhere stories live. Discover now