Capítulo 33 - Desesperado

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Capítulo 33

Augusto

"DESESPERADO"

Elena apagó su móvil, dejándome en la nada absoluta de su indiferencia. Supongo que está regresando y que al llegar la noche estará ingresando en Bogotá para asumir sus obligaciones, como la profesional que es, a primera hora de mañana.

Sino fuera porque decidió viajar con un colega, al que no conozco, y del que, estoy seguro, debo cuidarme, me sentiría relajado, justo ahora.

¡Es Cartagena, por favor! Todo un paraíso romántico, de cristalinas playas, y lugares envolventes que hipnotizan al visitante. En lo que mi mente se hace su propia telenovela los papeles se comienzan a arrugar entre mis puños apretados.

-¡Carajos, ya te lo he dicho, Elena no es tuya!- Empieza a ser una rutina diaria eso de reprenderme en voz alta. Por mi bien estoy adentro de mi oficina, con la puerta cerrada.

La corbata me estrangula, de seguro por la vena marcada de mi cuello. Tengo la tensión alta y las orejas rojas, además de calientes, entonces busco la pastillita que milagrosamente me devolverá medicamente la paz.

Ahora mi esposa me ve con malicia, después de contarle un poco del nuevo caso. Fue una mañana extraña que se perpetuó en el odioso vacío de la ignorancia.

Si, ignorar donde se encuentra Elena, y con quien, sobre todo haciendo que...

-Augusto, recuerda cuál es tu oficio, y no pierdas de vista las cosas importantes...no es un cliente cualquiera, es el primogénito del diablo – Dejo que se me regule la tensión y aprieto una de esas bolitas esponjosas anti estrés.

La voz de Tamara, al teléfono, me regresa a este plano – Tiene una llamada del Abogado Eleazar Pinzón.

-Comuníqueme, por favor- Le autorizo, manteniendo el tono autoritario y distante que me otorga el control.

Sin embargo, es una bendición poder conversar con alguien de lo que estoy padeciendo, y que esa persona conozca la situación amortigua la carga.

-¿Cómo te va, Augusto?

-De la patada – Digo, liberándome la corbata.

-El hombre de los milagros está molesto ¡Que raro!

-¡Entre Elena y su misteriosa desaparición y el cliente de mierda, voy a volverme loco!... -No hace falta que Eleazar me vea para que comprenda lo mal que estoy.

-Elena, siempre Elena- Suspira- No fue buena idea dejarte a cargo de sus asuntos.

-No había otra opción, Angelotti la iba a dejar en manos de Ricardo Arenas. Tenía que hacerme cargo.

-¡Sí, claro! pero cuéntame eso de que está desaparecida ¿A dónde fue?- La primera frase está llena de ironía. Eleazar detesta que sea mi cliente, el me ve como otro lobo hambriento.

-Se fue con un "colega", a Cartagena, por un evento de caridad, otra subasta de cuadros para recaudar fondos.

-Entonces, no está desaparecida...

-Si lo está. Apagó su móvil, no quiere que sepa lo que está haciendo.

-Suenas como un hombre celoso y perturbado, altamente controlador. Un consejo para que te ubiques en tiempo y espacio. Tú estás casado, y ella esta soltera.

-Eso no importa, ella me besó...

-¡¿Qué?!- De repente noto el asombro. Yo no le dije que habíamos cruzado ese umbral. Acabó de soltar la sopa.

-La noche del robo... ella dejó que la besara.

-¿Algo más que reportar? ¿Quizás encuentros íntimos de carácter sexual?

-No he llegado tan lejos, y solo fue una vez.

-Augusto, siempre te reservas partes de la historia, dices lo que te conviene. Déjala ir antes de que arruines su vida, y la tuya- Hace una pausa y retoma – De cualquier manera, no llamé para escuchar tus ataques de celos, solo quería informarte que voy a representar a la fiscalía en mi primer caso formal.

-Vas rumbo a las grandes ligas, te deseo lo mejor.

-Gracias, pero no es tan sencillo. Voy contra un menor de edad.

No puede ser. La vida no puede ser injusta conmigo – Dime más- Le incito, sin confesar que yo estoy defendiendo a uno.

-Un jovencito que mató a su padrastro, además de encontrarle una fuerte cantidad de droga en el maletero del auto – No hay duda.

-No sigas- Es duro para mi darle esta terrible noticia- Yo soy su abogado defensor.

Un silencio perturba nuestro trato.

-¿Voy a medirme contigo en el estrado? ¡Esto sí que es estar en las grandes ligas! ¡Que vaina!- Eleazar conoce la clase de abogado que soy. Rivalizar con el hombre de los milagros es igual a medirse con un titán.

Ahora debo contenerme de decirle que su padre es Sergio Blanco.

Me siento desleal.

-Por lo visto, tendremos que mantener una distancia prudencial, en pro de las partes a las que representamos- Anuncia, dando por finalizada la primicia.

-¡No sabes cuánto quisiera que no fuera así!- Debo morderme el labio para no advertirle del peligro que representa una victoria.

-En unos meses estaremos recordando este momento con humor- Dice, inocente del riesgo latente.

-Eso espero...

Si supiera que estamos, otra vez, en manos del diputado corrupto, no estaría tan tranquila.

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDWhere stories live. Discover now