Capítulo 9 - Retorica

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Capítulo 9

Augusto

"RETORICA"

Eleazar está de acuerdo conmigo. Es mejor perder la dignidad que la vida, o una parte del cuerpo, o algún miembro de la familia...

Aun no sé cómo lo hizo, pero no hay forma de relacionarlo con el incendio del registro. Queda comprobado que este demente tiene buenos contactos y los usa sabiamente. Hicimos lo impensable, nos reunimos a puerta cerrada con Angelotti y le expusimos la renuncia al caso.

Al principio Angelotti nos miró como dos bichos raros que hablaban en una extraña lengua muerta, luego empezó a reírse eufóricamente. En ese instante lo odié...y supongo que Eleazar me odió a mí. Cuando, por fin, se calmó, con la cara enrojecida y los ojos vidriosos, hizo comentarios que nos unieron en un solo sentimiento...Rabia.

— ¡Ustedes son valientes! ¡Los admiro! – Se secó la frente con un pañuelo bordado— Ojala que esto sea un simple chiste— Luego se dirigió a mí— Sergio Blanco es realmente peligroso.

— ¿Por qué no lo denunciamos? – Propuse, haciendo caso omiso de la advertencia.

—No me escuchaste, jovencito. Dije PE—LI—GRO—SO— Se levantó y quitó por completo la sonrisa de su rostro— Tiene tratos con el narcotráfico y la mafia italiana. Su influencia en la red de distribución de la droga en Europa es fundamental.

Desde ese día tengo claro dos cosas. La primera, no puedo abandonar el caso, y la segunda, no puedo perderlo.

—Vas a tener que trabajar horas extra a mi lado – Con esta declaración le estoy diciendo a Eleazar que se avoque a mi causa y deje lo demás en un segundo plano.

Con todo lo demás está implícita la representación de Elena.

Todos los días pongo el cien por ciento, obviando que puedo perder la vida en ello si fallo. Mi compañero es eficiente y hace lo propio.

El gran día de la primera audiencia soy el amo del lugar.

El hombre de los milagros ha regresado.

Eleazar me observa con detenimiento. Mi defensa es magistral. Aunque me detesta, me admira. Es una contradicción extraña.

Mi retorica nos pone en gran ventaja. Desde los palcos de la audiencia Angelotti observa la magia. Yo solo quiero terminar con esta farsa, continuar con mi vida y olvidar que alguna vez conocí a ser tan retorcido.

El juicio dura una semana. La sentencia del jurado...INOCENTE...

¡Era lo que necesitaba!

Soy libre.

Adiós, Sergio, adiós... ¿O no?

El mundo está plagado de gente cínica, por ejemplo: Angelotti.

El dictamen del jurado nos libera del temor. Mi cuerpo se relaja nuevamente y lo único que quiero es volver a casa y abrazar por horas a mi familia. Lamentablemente ser un abogado invicto me transforma en la celebridad que ya no quiero ser. Las puertas de la sala se abren y cientos de periodistas esperan, contenidos por un débil grupo de policías, que demos las primeras declaraciones. A duras penas me muevo a través de micrófonos, grabadoras y dispositivos electrónicos, preparados para capturas mi voz, y obtener las primeras impresiones del agotador juicio.

Las preguntas son las mismas de siempre, "¿Qué se siente llevar un record perfecto de triunfos?"... Me niego a hablar, le digo a mi cliente que mantenga la boca cerrada, pero él está feliz y deseoso de compartir su aplastante triunfo con las cámaras...

—Mi abogado demostró la verdad. Soy inocente...— Me pica el ojo— Por ahora se acabaron las declaraciones – A los periodistas la negativa no los detiene.

Llegamos al auto con dificultad. Adentro me aflojó la corbata y mi defendido hace lo mismo. Eleazar está en el asiento del copiloto y un tipo con cara de guardaespaldas asesino ocupa el lugar del conductor.

—A la mansión, Eduardo – Le ordena al sujeto, que asiente en silencio.

Esta situación es anormal. En su casa esta armada la gran fiesta, con todos los abogados del bufete tomando champaña alrededor de la piscina. Eleazar y yo nos miramos con el ceño fruncido. Recuerdo que ninguno quiso involucrarse en la defensa de Sergio Blanco, lo que enciende la molestia nuestra. De repente la voz de Angelotti se proyecta desde algún punto desconocido, hasta que sentimos sus poderosos brazos cernirse sobre nuestros hombros con total camaradería.

—Aquí están mis muchachos, los grandes héroes del día— Empieza a dolerme la cabeza. Supongo que Eleazar tampoco se siente bien— Esta fiesta es en su honor – Reitera con su horrible sonrisa de Guasón.

Me pregunto ¿Qué habría pasado si perdíamos el caso?..."Esta bala es en su honor", diría un sicario, con el rostro cubierto y la pistola apuntando directo al corazón.

—Ya quiero irme— Le susurro a Eleazar.

—Yo igual— Responde sin mirarme.

Sergio vuelve al ruedo con otra ropa, la de fiesta — ¿No pretenderán marcharse de su propia celebración? – Nos reclama al vernos mover hacia la puerta principal.

—Estamos cansados – Le indico sin animo.

—Por hoy, ya está bueno— Eleazar tiene el tono demandante, lo suyo no es agotamiento, es rabia pura.

—Ellos no se irán a ningún lado— La réplica de Angelotti tiene matices de orden disfrazado — ¿Verdad, muchachos?

—Me quedare un par de minutos, luego me marcho— Mi concesión es por la paz de ambas partes. No sé quién es el enemigo, si mi defendido o el jefe.

Todos sonríen, menos Eleazar y yo.

Una hora después escapamos del lugar.

Mi retorica fue, por largo tiempo, la piedra angular sobre la cual se levantó la fama de mi carrera. Palabras como elocuencia, contundencia y seguridad, sirvieron de referencia al citar mi trabajo en tribunales. Hoy apliqué cada una de ellas con precisión inglesa, logrando el tan ansiado resultado.

Nunca me sentí tan mal por haber hecho lo que mejor hago...ganar.

Es temprano, y no me apetece regresar a casa todavía. Le he mentido a Brenda, porque está embarazada y no debe exaltarse por nada. No hay forma de compartir la tristeza que me embarga, si es que así debo llamarla.

A mi mente vienen imágenes abstractas, similares a las formas difusas en los cuadros de Elena. Entiendo lo que sintió al pintarlos. Ira Contenida.

Le digo al chofer del taxi que me lleve a la Galería.

Ya no es el día de la inauguración. El amplio salón tendrá como cinco o seis personas diseminadas observando en silencio el trabajo que se expone en las paredes. Mi vista se centra en un enorme cuadro en blanco y negro. Experimento una extraña sensación de paz. Alguien, además de mí, lleva un calvario en su interior.

Me sorprende una lágrima furtiva recorriendo el relieve de mi rostro.

Le había prometido a Eleazar mantener distancia entre Elena y yo. No he roto el convenio. Me conecto con su lado artístico.

Unos ojos se posan sobre mí, y el peso de ellos me obliga a voltear de inmediato. En ese instante compruebo que es Elena, enternecida por mi débil muestra de humanidad.

Me seco inútilmente la humedad y sonrío...

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang