Capítulo 10 - Imperfecto

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Capítulo 10

Augusto

"IMPERFECTO"

Caminamos en silencio por la acera, sin tocarnos, sin invadir el pensamiento ajeno con una incursión atropellada. Simplemente uno al ritmo del otro.

Sé que muere por preguntarme, "¿Qué me pasa?".

Sé que la pongo nerviosa, tanto que me esquiva la mirada.

Sé que he sido un estúpido, petulante, entre otras palabras que se adaptan a la perfección, y que aun así ella camina a mi lado, en silencio, porque quiere, porque le gusto.

No me lo ha dicho.

No hace falta.

Mis manos se resguardan en los bolsillos del pantalón, un poco a causa del frio, otro poco es pudor.

Entramos en su apartamento. Yo me siento en el sofá sin decir nada, Elena se desvía hacia la cocina y regresa con una taza de té aromático delicioso. No identifico los ingredientes. Ella lo coloca en la mesita de centro y se sienta en el sillón individual, a pesar de haber suficiente espacio en el mueble donde me encuentro.

Bebo con cuidado, está muy caliente. Lo que sea que me haya servido hace su efecto, mis músculos se aflojan y el dolor perenne de cabeza desaparece.

—Tu obra es maravillosa—Digo sin pensar. Las imágenes están impresas en mi memoria, al igual que las emociones.

Elena sonríe. Sabe que soy sincero.

— ¿Por qué llorabas? – Es hora de ser elocuente. Con Elena he fallado a un punto ridículo.

—No soy el hombre que quisiera ser. He cometido errores— Mi explicación es arrogante. Lo detecto en el acto—No sé qué me pasa. Contigo es imposible decir las cosas con sutileza – Debería marcharme ahora que puedo, lo próximo a decir podría arruinarme por completo.

Elena se ríe mostrando su hermosa dentadura— Estas acostumbrado a vivir detrás de la máscara. Deja que caiga y dime porque estabas llorando en el museo— Es raro que los disparates con estilo no le molesten. Agarro aire.

—Siento ira. Fui el títere de otros— Reconozco avergonzado. Ahora soy yo el que evita su mirada.

Razona entre sorbos la confesión y ata los cabos sueltos — ¿Es el Diputado corrupto? – Se deducción es correcta. Aprieto los labios arrepentido. Soy un bocón— Hoy se daba el veredicto. En el noticiero del mediodía dieron la primicia...Inocente— Culmina dudosa.

Yo la veo con las cuencas desorbitadas. El lenguaje facial no me está ayudando a desmentirla.

—No lo era... ¿Verdad?— Aquí es donde me muerdo la lengua y escapo. Ella es hipnótica. Mis piernas no responden. Tampoco mis labios— No lo vas a delatar. Ya lo entendí – Recoge la tasa vacía y se marcha con la porcelana en las manos.

Quedo solo haciéndome carantoñas por imbécil. Estoy destruido. Ella regresa a la sala y me observa en dirección a la puerta, a milímetros de huir con éxito –No te voy a presionar, Augusto— Me detengo—Lo que digas no saldrá de estas cuatro paredes.

—No es justo— Me digno a mirarla con dulzura— Además de ser idiota profesional, también estoy casado— Acabo de tirar la máscara— Como veras no se hacer otra cosa que ser un perfecto imperfecto.

Elena yace muda en medio de la sala.

—Tenerte cerca es peligroso – Continuo desnudando el alma sin control – Me gustas tú, y para colmo me gusta lo que pintas – Observo la sala de estar, la soledad, su cuerpo, yo –Sera mejor que me valla— Abro la puerta y me marcho sin despedidas.


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ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora