Capítulo 36 - Perdón

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Capítulo 36

Augusto

"PERDÓN"

Lo malo de las prácticas de fútbol de Braulio es que me ocupan toda la mañana del sábado, sin contar los partidos de los domingos. Este era el momento perfecto para ver a Elena, poner cara de estúpido, y pedir perdón por ser un cavernícola, sin tacto, ni cerebro.

Mi hijo me saluda, y sé que está contento de verme tan comprometido con su iniciativa deportiva, aunque lo conozco y presiento que en su futuro no son los balones lo que pateara con furia. El niño es un humanista, lucha por los derechos del desvalido de una forma distinta a mí.

Yo, el abogado que todo lo puede, el omnipotente dueño de su mundo, el padre de un futuro líder, y aquí estoy, escribiendo mensajes cursis, implorando una sonrisa virtual que no llega. Lo que si veo es la llamada entrante de Eleazar.

-¿Que parte no entiendes de mantener distancia prudencial por el bien de las partes enfrentadas?- Tengo la suficiente confianza como para saltarme el protocolo.

-Esto es serio – Me anuncia, sin tono humorista.

-¿Qué pasa?- Yo también abandono los chistes y me preocupo por el drama de su voz.

-Recibí una llamada amenazante.

-¡¿Qué?!- Otra vez, esa fea sensación de "esto ya lo había vivido", se apodera de mí.

-Lo que oíste. Un sujeto me llamó a mi celular, diciéndome que no me atreva a ganar, o lo pagaran las personas que amo...

El imbécil de Sergio Blanco está metiendo, de nuevo, los dedos en la masa.

-¿Quién es el protector de ese jovencito? ¿El padrino?

Si le dijera la verdad no estaría alejado de ese símil terrorífico.

-Tenemos que vernos – Le sugiero. - ¿Qué te parece si me acerco a tú casa un rato, después de la práctica de futbol de Braulio?

-Te espero- Y corta sin despedirse siquiera.

Dos horas después estoy tocando la puerta en casa del enemigo de mi caso, es decir, mi amigo Eleazar.

¿Quién me abre la puerta? Exacto, su antipática esposa, Amanda de Pinzón.

-Pasé- Mi invita con desgano, dejándome solo en el recibo- Ya le digo a Eleazar que usted llegó.

El ambiente es acogedor, con un toque eclíptico, cortesía de la curadora de arte, maniática de las pinturas renacentistas y las imágenes de Buda, que disemina por toda la casa como si fuese un museo antiguo.

Me siento, y miro de cuando en cuando el pasillo, a ver si el anfitrión hace acto de presencia, sin embargo es su esposa la que vuelve con una bandeja y dos tazas de café negro en cada una.

-Tenga paciencia. Estaba en la ducha – Y me sirve- ¿Una o dos de azúcar?

-Sin azúcar, por favor – Le indico, recibiendo la bebida hirviente.

Ella se postra frente a mí en el sofá, con las piernas cruzadas y la cara seria, en completo conocimiento de la situación, aunque no lo diga, ni yo se lo consulte.

-Tiene poder sobre mi esposo- Arroja – él lo admira por su impecable currículo de éxitos continuos.

-Me halaga- Acepto, confundido por su cara de piedra.

ENTRE LA ESPADA Y LA PAREDTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang