Excursión

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No he tenido siquiera un momento de paz para asimilar la muerte de mi mejor amigo Marcus. Él era mi consuelo, mi compañía, la única persona que me entendía en el mundo. Él lo era todo para mí.

Me juró que estaríamos juntos para siempre y esa única promesa que hicimos, se esfumó en el aire con su partida. Ese accidente automovilístico me lo arrebató en un abrir y cerrar de ojos. No pude decirle cuánto disfrutaba de su compañía, ni siquiera ahora puedo decirle lo mucho que lo extraño y lo difícil que ha sido acostumbrarme a la soledad de nuevo.

Vago por la oscuridad sin encontrar una salida de este infierno. En mis brazos están las marcas de mis constantes luchas por salir de aquí, pero no han sido lo suficientemente profundas o capaces de darme la dicha de reencontrarme con Marcus.

Mi frente impactó el asiento de enfrente debido al autobús cuando se detuvo tan abruptamente. Fui la burla de todos debido a mi despiste. Es algo a lo que trato de acostumbrarme, pero sus risas solo se siembran en mi cabeza y me persiguen incluso en mis pesadillas.

Por la ventana aprecié desde la distancia la mansión donde estaríamos quedándonos hasta el lunes. La primera excursión que hubo, yo no quise venir, pero mi madre insistió en que lo hiciera, pues según ella me hace falta salir de las cuatro paredes de la habitación, pero en el fondo, sé que lo hace para traer a sus amantes a la casa y hacer y deshacer mientras no estoy.

La mansión Winchester abrió sus puertas hace tres años para que el público pudiera visitarla y quedarse. El costo es sumamente elevado, no cualquiera puede conocer las reliquias y misterios que guarda en su interior.

El autobús nos dejó antes de subir una cuesta bastante empinada que nos llevaría a las puertas anchas y largas de la entrada a la mansión. Algunos venían riendo, otros quejándose por el calor y la fatiga, mientras que había otros empujándose entre ellos. Era la última del grupo, pues la misma profesora me mandó al final. En total éramos dieciséis; catorce estudiantes, incluyéndome, y dos maestras.

Sujetaba la mochila con fuerza, pues mi mamá fue quien la hizo y se sentía extremadamente pesada. Tenía la sensación de que rodaría cuesta abajo. Cada paso me sentía más inestable, por el peso de la mochila, el calor y el cansancio, pues no acostumbro a hacer ejercicios.

Cuando llegamos a las puertas negras y antiguas, todos nos quedamos impactados por lo gigantescas que eran. Desde el autobús no se veían tan altas.

Nos recibió una fila de mayordomos y fue como un espectáculo para nosotros. Nos guiaron por el camino de piedra, permitiendo que pudiéramos contemplar los alrededores. El colorido jardín, las estatuas y la fuente que había a unos pocos pasos de la entrada. Fue bastante impresionante. Es como si tuvieran un tiempo predeterminado y una amena melodía de fondo.

El recibimiento fue ya estando en el interior. La estructura por dentro era inmensa. Tantos pasillos y brillantes decoraciones. Un elevador en el centro y unas gigantescas escaleras que nos llevaban a cada piso. Todo se veía lujoso, resplandeciente, organizado. Quedé maravillada y perpleja ante tanta majestuosidad. Los cuadros que habían en el pasillo de la primera planta, a medida que pasaba uno, se volvían más curiosos y reflexivos.

Mi grupo estaba al final del pasillo, pero aún me encontraba viendo un cuadro al que tenía de nombre: «la noche roja». No solo era gigante, sino que llamaba mucho la atención los tonos grises y rojizos. Lucía tan real.

—Hola.

Oí la voz de un hombre a mis espaldas y salté, volteándome enseguida. Creí que iba a recibir un regaño por haber estado tanto tiempo viendo una pintura, pero en realidad, desconocía quién era ese hombre. Su cabello lacio y rubio dorado tenía un brillo bastante peculiar. Un mechón de cabello caía en su frente. Su piel trigueña clara encajaba perfectamente con el tono de su cabello. Su nariz era perfilada, la barba y sus cejas estaban refinadas. Sus ojos eran negros como la noche misma. En sus manos tenía una escoba y un recogedor. Su ropa estaba llena de tierra, pero físicamente lucía impecable y limpio. Nunca lo había visto. Era claro que él no estaba en mi grupo, pues se nota que es mayor de edad. Además, no soy de juzgar a las personas, pero puedo intuir que debe trabajar en el área de mantenimiento.

—¿Hola? — volvió a preguntar, curvando la comisura de sus carnosos y rosados labios. 

Miré a todas partes, pensando que tal vez había alguien detrás de mí. ¿Por qué alguien como él querría hablar conmigo? ¿Será que no debería estar en esta área?

—¿Se encuentra bien?

—Sí— bajé la cabeza tímidamente—. No he hecho nada malo. No he tocado la pintura— me adelanté a decir.

Esta vez sonrió mostrando su perfecta dentadura.

—¿Es usted parte del grupo que ha venido a quedarse?

Asentí con la cabeza, sin pronunciar palabra alguna.

—¿Por qué no se ve tan feliz como el resto?

—Para ser honesta, no quería venir, pero mi madre me obligó— confesé.

—Entiendo. Intente divertirse, créame que disfrutará de su estancia aquí. Si hay algo en lo que pueda ayudarle, no dude en llamarme — con su mano desocupada tomó la mía tan repentinamente que no supe qué hacer—. Mi nombre es Azazel. Encantado.

Retiré mi mano de la suya sintiendo un ligero calor en las mejillas. El único que hacía esas cosas era Marcus y se sintió extremadamente raro. 

—Mi nombre es…

—¿Qué estás esperando para venir, Stacy? — me gritó Mrs. Amber desde el otro lado del pasillo—. No puedes separarte del grupo.

Caminé rápidamente hacia ella, no tuve oportunidad de despedirme de ese hombre. De igual manera, desapareció de mi campo de visión cuando volví a mirar hacia el pasillo.

—Lo siento, no volverá a pasar.

Oímos las instrucciones de la propietaria de la mansión. Era una señora de aspecto bastante refinado. Se nota a leguas que es bastante estricta, al nivel de caer pesada con solo abrir la boca.

—Y recuerden; miren con las manos y toquen con los ojos. 

Todos en el grupo estaban murmurando a sus espaldas e imitando su tono ronco de voz. Son insoportables.

Redención [✓]Where stories live. Discover now