ESPECIAL (CAPÍTULO CINCUENTA Y TRES)

138 15 1
                                    

Mis mejillas ardieron de vergüenza al sentir que la tela de mi pantalón se rompió en ambos extremos, justo cuando la mano de Bael descansó sobre ellos, haciendo que la misma flotara lejos de nosotros por el ligero tirón que le dio. 

—Ustedes dos, ¿desde cuándo se ponen de acuerdo en algo?

—¿Dirás que no es esto lo que querías? Dos son mejor que uno; ¿no fue eso lo que dijiste frente a tu madre? —respondió Bael, con otra pregunta.

—No hay necesidad de seguirnos mintiendo y actuando como si los tres, ajeno a nuestras diferencias, no quisiéramos lo mismo—agregó Azazel.

Las cosas habían escalado tan de repente que no sabía cómo responder. Los dos tenían sus puntos y también la razón. Es imposible decidir. Los dos son totalmente lo opuesto, es exactamente por eso que me gustan. Incluso ambos tienen una manera distinta de besar, pero tan deliciosamente que me envuelven con facilidad, nublando mis pensamientos y llenándome de ganas.

Aunque por momentos actuaban como rivales, en estos momentos se sincronizaron y se unieron con un mismo fin; despertar en mí sentimientos y sensaciones que jamás en mi existencia había experimentado.

Ya cuando había caído en cuenta, el restante de mi ropa había quedado quién sabe dónde. No tengo recolección de cómo pasó, pues toda mi atención se fue hacia Bael, tras sentir cómo se hundió en mi interior, adueñándose de los gemidos que se escaparon de mi garganta.

—Te has moldeado muy bien—susurró Bael sobre mis labios.

No era parte del calor que hacía lo que había provocado que sus mejillas volvieran a teñirse de rojo en estos momentos. Me derretía con locura verlo así.

Azazel hundió su rostro en mi cuello, al mismo tiempo de hundir dos dedos en mi cavidad anal, agitándolos continuamente. Apoyé mis manos en los hombros de Bael buscando apoyo. Fue una sensación inexplicable, pero no me desagradaba en lo absoluto. Fueron las manos de Bael las que le despejaron el camino a Azazel.

—Relájate, conmigo no sentirás dolor alguno—murmuró Azazel en mi oreja, elevando mi temperatura y erizándome la piel.

Confiaba ciegamente en cada una de sus palabras, por eso simplemente me dejé llevar.

Todo fue totalmente distinto a esa noche. No, no había ningún tipo de dolor, pero la presión que generaba el agitar mis caderas volvería loca a cualquiera.

Ahora podía comprender lo que decía mi mamá y los gemidos que llegué a oír varias veces provenientes de su habitación.

Era una sensación adictiva. Mi lado masoquista, ese que desconocía, había salido a relucir en ese momento. Si esto se trataba de una condena, juro que desearía ser condenada eternamente a ser empalada por ellos dos.

El agua se agitaba bruscamente a nuestro lado, mientras el chapoteo causado por la pelvis de Azazel contra mi trasero mojado hacía eco. El suelo del baño estaba lleno enormes charcos por el agua que se desbordaba.

Todo lo que había conocido de Azazel se esfumó, no sabía cuál me gustaba más; si el hombre dulce, amable y cariñoso, o este hombre rudo, agresivo y despiadado en que se había convertido.

Tiraba de mis brazos con fuerza, mientras Bael devoraba mis pechos y sus dedos frotaban mi punto más sensible. Mis rodillas estaban adormecidas.

Bael lamió mi cuello, ascendiendo a mi barbilla y dejando una suave mordida que me causó más espasmos internos.

—Este espectáculo quiero verlo en primera fila.

No sé a qué se refería, aun así, despertó en mí mucha curiosidad.

Redención [✓]Where stories live. Discover now