ESPECIAL (CAPÍTULO OCHO)

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—No exageren. No estábamos haciendo nada malo. Tengo que bañarme. Por si no se han dado cuenta, estoy sucia.

—¿Y pensabas hacerlo delante de este?

Él seguía sin hablar, ahora solo nos ignoraba por estar mirando a Stacy.

—Ven luego. Tenemos mucho de qué hablar—le dijo ella.

—Volveré— su cuerpo se convirtió en humo negro y se esfumó por completo.

—No sean duros con él. Compórtense, ¿quieren?

—¿Somos nosotros quienes debemos comportarnos? ¿Y él qué?

—Ustedes también tienen sus familiares. ¿Por qué deben causar tanto revuelo porque haya encontrado al mío?

—¿Lo encontraste? ¿Y dónde? Nos encantaría escucharlo— exploté.

—Él siempre estuvo conmigo, incluso desde antes que pusiera un pie en esta casa, pero alguien selló mis recuerdos para que no pudiera recordarlo e invocarlo. Cuando nos reencontramos, fue ahí donde pude recuperar gran parte de mis recuerdos.

«¿Cuando dice “recuerdos”, se refiere a lo de esa noche? ¿Acaso ha logrado recordarlo?».

—Fue él quien me avisó del peligro que corría hoy. Es él quien me ha dado la fuerza y la energía que necesito. Fue él quien me salvó y me protegió de esos pueblerinos. Ahora me siento completa. No les pido que lo acepten a la ligera, pero al menos denle una oportunidad. Él es parte de mí, por consiguiente, parte de ustedes también.

Eso responde algunas de mis dudas.

«Entonces, ¿fue él esa entidad maligna y demoníaca que tomó posesión de su cuerpo esa noche, al sentir que el cuerpo de su amo estaba en peligro y eso le brindó suficiente poder para presentarse?».

[...]

Le dimos su privacidad para que pudiera tomar una ducha tranquila. Sé que ella, al igual que nosotros, debíamos pensar un poco las cosas y calmarnos.

Estuvimos cerca de la puerta de la habitación, hasta que un olor bastante peculiar y una presencia imponente, capaz de percibirse desde la distancia, se hizo presente.

Louis y yo nos miramos desconcertados y sorprendidos, sin poder creer que realmente Harald había regresado.

Hace muchos años que mi abuelo no pisa estas tierras. Ha debido regresar por mamá al no saber de ella, y por supuesto, por Stacy. Seguramente le han ido con el cuento de que es ella quien ha tomado el lugar que le correspondía a mi madre.

No puede ser casualidad, todo ha venido junto. La osadía y repentina valentía de los pueblerinos al atreverse a invadir nuestros terrenos y llevarse a Stacy, y ahora la llegada del abuelo con sus siete esposas y su grupo de discípulos.

La relación entre el abuelo y mi tío jamás fue buena y se vio afectada mucho más luego de enterarse de que mi madre y el abuelo tenían una relación más allá de un padre y una hija. Mi madre estuvo a punto de convertirse en su primera esposa, pero en las dos ocasiones que intentaron llevar a cabo el ritual, las cosas no salieron como esperaban. Desde entonces, habían mantenido su relación con el paso de los años. Su relación ya no era un secreto para ningún miembro de la familia, por eso todos se distanciaron al no estar de acuerdo.

[...]

Salimos a recibirlos, esperando que sus planes no fueran quedarse, pero al parecer ese era el propósito inicial de su visita.

Había olvidado el enorme parecido que el abuelo tiene con Louis, físicamente hablando. Los rasgos que los diferencia son sus ojos verdes y el cabello negro. Además de sus facciones mucho más maduras y forma holgada de vestir.

—¿No vas a darle la bienvenida a tu padre?

Louis estaba reacio y malhumorado, no era difícil darse cuenta que la presencia del abuelo le disgustaba y con toda la razón del mundo.

—Bienvenido. ¿Qué se le ofrece?

—Mi hijo siempre tan amable y educado. Me he enterado de la difícil situación que están atravesando, y por supuesto, no podía quedarme de brazos cruzados, esperando que mi raza termine por extinguirse, por lo que he regresado a casa para quedarme.

Este es el peor panorama de todos. Él no puede quedarse aquí.

—Vaya, vaya—oímos la voz de Stacy detrás de nosotros—. Ha sido un día lleno de muchas visitas y sorpresas, unas más agradables que otras, pero todas con un mismo propósito y finalidad, ¿cierto? —se ató la bata roja, la misma dejaba la mitad de sus piernas descubiertas, mientras que su cabello negro aún goteaba incesablemente.

Mi abuelo la examinó de pies a cabeza y con toda la razón del mundo, si estaba enseñando más de la cuenta.

«¿Cómo se le ocurre salir así?».

—¿Quién es ella? —cuestionó, sin siquiera apartar la mirada.

Su repentina curiosidad e interés se notaba a leguas, algo que me causó un terrible disgusto.

Se notaba sorprendido, como si ni enterado estuviera de Stacy.

«¿Acaso le fueron con el cuento a medias?».

Redención [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora