Mujer

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Mi madre alcanzó a verme, pero no podía mover ni un solo músculo de la impresión. Esa imagen se había quedado grabada en mi disco duro. Esos hombres miraron hacia mi dirección, no sabían dónde meter la cara, porque el resto estoy segura de que sí sabían dónde.

—Stacy...

—No me hables con la boca llena, mamá. Me das asco.

Salí corriendo hacia mi habitación, arrojando la mochila quién sabe a dónde. No sé por qué me duele tanto, si en el fondo siempre he estado clara de que a ella no le importo ni un poco. Después de todo lo que pasé por allá, lo mínimo que esperaba era al menos un mensaje suyo deseándome lo mejor, aunque eso no hiciera alguna diferencia.

Me las arreglé para no llorar. Quizá por la misma razón de que estaba harta de que todos a mi alrededor me decepcionen tanto. Primero Marcus y ahora ella. Ahora me doy cuenta de que es verdad, no tengo a nadie, estoy completamente sola y desamparada.

Mi mamá estuvo tocándome la puerta y pidiéndome que habláramos, pero le ignoré quedándome en el baño de mi cuarto. Como perdí el apetito, ni siquiera salí a comer.

Pasé toda la noche en mi habitación. Lo poco que dormí me sirvió para descansar algo. Extrañaba demasiado la comodidad de mi cama. Me alisté para ir a la escuela y me escapé por la ventana con tal de no toparme con ella.

Lo más extraño de todo es que oí a la secretaria del director que mi grupo no se había presentado en el día de hoy y que habían perdido comunicación con las maestras desde hace varios días. Cuando ella me vio entrar a su oficina, pues tuve que presentarme directamente con ella al ver que ambos salones estaban cerrados, me observó curiosa y sorprendida. Había varios padres ahí reunidos, unos que reconocí y otros que no sabía quiénes eran, pero estaba segura de que eran de alguno de mis compañeros de clase. El ambiente se percibía cargado. Las miradas estaban puestas sobre mí.

—¿Eres estudiante del grupo 11-3? — me cuestionó la Sra. Fontanez.

—Sí, señora.

—¿Fuiste una de las estudiantes elegidas para asistir a la excursión?

—Sí. ¿Por qué?

—¿Cuándo regresaste?

—En el día de ayer, aunque no con mis maestras. Tengo entendido que el grupo se adelantó.

—No hemos podido establecer comunicación con tus maestras. ¿No has sabido nada de ellas?

—No. La última vez que las vi fue anteayer. Estaban organizando una búsqueda con la propietaria de la mansión Winchester.

—¿Una búsqueda? ¿Ocurrió algo?

—Sí. Siete estudiantes habían desaparecido sin dejar rastros y ellas estaban intentando ubicar el paradero, aunque no sé si lograron dar con ellas.

—Gracias por la información. Necesitaré que me dejes los nombres de todos tus compañeros de clase que asistieron a la excursión y los que, según me comentas, estaban desaparecidos. Le pasaré todo eso al director. Ahora bien, tan pronto tengamos más información al respecto, nos estaremos poniendo en contacto contigo.

No lo entiendo. Según Marcus, ellos se adelantaron ayer. ¿Por qué no se presentaron hoy? ¿Será que les sucedió algo en el camino?

Regresé a casa con las dudas carcomiéndome la existencia. Mi cabeza estaba saturada. Marcus debe saber algo, pero ¿cómo podré comunicarme con él? No quiero regresar a esa mansión. ¿Será que me tocará esperar que sea él quien me busque?

Entré por la ventana de mi habitación y cuando solté mi mochila sobre la cama, fue cuando alcancé a ver a mi madre saliendo del baño de mi habitación.

—Tú y yo tenemos que hablar, jovencita.

—¿Qué haces en mi habitación, mamá?

—Te creo lo suficientemente madura para enfrentar esta situación como un adulto lo haría.

—¿Qué situación? Aquí no hay nada de lo que tenga interés de hablar. Ni siquiera quiero escuchar una explicación, así que ahorrala, porque no te la estoy pidiendo.

—Pues te va a tocar oírme.

—Pues no quiero oírte. Vi suficiente ayer. Y déjame decirte una cosa que me ha quedado bien claro, y es que como madre no sirves, pero vaya que como mujer eres una experta.

Su ira y frustración se la desquitó conmigo en esa fuerte bofetada que me dio. Aunque me ardía la mejilla, la decepción hacia ella era más grande y mucho más fuerte que el dolor.

—La verdad duele, ¿cierto? Pues que te duela, de la misma manera que me duele a mí descubrir que no te importo un comino y que lo que tienes de “madre”, es lo mismo que tienes de santa; nada.

Redención [✓]Where stories live. Discover now