Fracaso

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—Eres tan patética. 

Oí la voz de Úrsula y abrí los ojos, mirando a mi alrededor. 

—¿Cuándo vas a despertar? El mundo no gira en torno a ti, jamás lo hará, resignate. 

—Eres la menos indicada para juzgarme. 

—Tal vez, pero a diferencia de ti, no me quedo de brazos cruzados. 

—Sal de mi cabeza. 

—Lo mismo quiero. No quiero tener nada que ver contigo. Es irritante estar encerrada en el cuerpo de una mujer tan insignificante, débil y patética. 

—Entonces coincidimos en algo. Yo tampoco soporto esto que soy. 

—Maneja. 

—¿Qué?

—Vámonos lejos de aquí. Déjalos atrás. A ninguno de ellos le importas. Les da lo mismo si estás viva o muerta. Te lo han demostrado lo suficiente. Si me ayudas a salir de tu cuerpo y conseguir otro, te concederé un deseo. 

—¿Un deseo? — sonreí con ironía—. Quiero tener la valentía suficiente para desaparecer. ¿Será posible?

—Pensé que serías más exigente. Maneja. 

Observé que los dos estaban hablando todavía con ese señor, al parecer discutiendo. Las llaves del auto estaban pegadas. Sabía que si me detenía a pensarlo mucho tiempo, iba a terminar no haciendo nada, por eso me pasé de asiento, encendí el auto y lo puse en reversa. 

Ellos se voltearon hacia mí tan pronto escucharon que encendí el auto, pero no podía esperar a que me alcanzaran, simplemente presioné la reversa e ignoré cuando me gritaron. Llegué a un lugar lo suficientemente amplio para dar la vuelta y seguir el camino, pero cuando estaba a punto de acelerar, Ansel saltó en la capota del auto, hundiendo parte de la carrocería con las piernas. 

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? ¡Bájate! 

—Púdrete— aceleré el auto de golpe, dejando las huellas de las llantas marcadas en el camino. 

Él estaba intentando romper el cristal de la puerta del copiloto, por lo que en ese descuido frené de golpe haciendo que él cayera del auto y, sin darle oportunidad a volver a subirse, aceleré dando zigzag para que no pudiera alcanzarme. Lo observé por el retrovisor la manera en que su silueta se perdía a la distancia. 

—No eres tan inservible. Debemos buscar mi diario. 

El camino era casi todo recto, pero no tenía planes de ir directamente a la casa de Marcus, pues sé que me encontrarían muy rápido. 

—¿A dónde vas? Te he dicho que debemos buscar mi diario. 

—No me importa tu dichoso e inútil diario, tampoco me interesa ayudarte. Estoy harta de que me usen. 

—Sin el diario no podrás liberarte de mí y seré tu peor tormento. 

Sonreí levemente.

—Ya lo veremos. 

Manejé sin rumbo, ni siquiera sé cómo había llegado a la ciudad. Estaba atardeciendo, las calles se veían solitarias, pero las tiendas se encontraban abarrotadas. La canción en la radio le daba un toque de melancolía a la situación. 

Acaricié el volante mientras veía que la barrera había bajado detrás del auto y las luces rojas intermitentes estaban anunciando en unos momentos el paso del tren. 

Recuerdo haber cruzado estas vías muchas veces. Antes les tenía miedo por la cantidad de accidentes que ocurren a diario, las personas que pierden la vida sin querer o queriendo, pero en este momento, no sentía miedo alguno. Ni siquiera cuando vi las luces del tren a la distancia y a sabiendas de que se aproximaba hacia mí a toda velocidad y sonando el silbato como aviso.

Todos mis intentos por un final feliz han sido un fracaso, quizá porque me hace falta más valentía y determinación, pero soy inútil hasta para eso…

Si mis manos son incapaces de hacer algo bien, ellos sí podrían hacerlo por mí y podré sentirme inmensamente agradecida.  

Cerré los ojos, descansando mi cabeza sobre el volante y sonreí al sentir que por primera vez en mi miserable existencia estaba haciendo un bien por todos y, sobre todo, por mí. 

Dios, si hay otra vida más después de esta, no la desperdicies en mí, désela a alguien que sí la merezca. A alguien que sí quiera estar aquí, porque esa persona no soy yo. 

Redención [✓]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz