Dudas

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¿Qué quiso decir con eso? ¿Engañándome? ¿Podría ser lo que sospecho? ¿Azazel en realidad no es Marcus? Entonces, ¿cómo se explica el hecho de que conoce tanto de nosotros y de nuestra amistad, incluso del apodo que me tenía? Si es verdad que ha estado engañándome con algo así, esto es algo muy bajo y vil. 

Decidí regresar a la habitación a las carreras, no quería que me encontraran escuchando detrás de la puerta, pero la culpa es de ellos, por estar hablando tan duro. 

Jana… ese nombre me suena familiar. Lo he oído en alguna parte, pero ¿dónde? Recordé esa noche que Ansel me llevó al bosque y me llamó por ese nombre, pero ¿quién es Jana? ¿Y por qué me llamó así? 

Al cabo de algunos minutos, Ansel regresó a la habitación y quedé de pie justo al lado de la cama. Traía consigo un traje de color vino con blanco, lucía bastante antiguo el diseño, muy parecido al de la mujer de la foto, solo que este no tenía capa. Tenía una especie de corsé en el área del busto, con unos tirantes. Aparenta quedar muy ceñido al cuerpo. Las mangas eran largas y sueltas, caían en los hombros, dejando el área del pecho y cuello al descubierto. 

—Buenos días. 

—¿Por qué no te has bañado? Te he dejado el baño preparado. Date prisa o nos cogerá tarde. Ponte esto —me extendió el traje y dudé unos segundos en tomarlo—. En la habitación del lado encontrarás más ropa y los artículos que necesites. Luego los traerán a tu habitación. 

¿Tarde para qué? Es un malcriado de quinta. No sé cómo pude creer en su buena fe y buen trato. Hubiera preferido no descubrir que era él. 

Después de asearme, me puse el vestido y lo más que me sorprendió fue que me quedara justo a la medida. Aunque me sentía rara al no tener ropa interior debajo. Tengo suerte de que el periodo ya pasó. 

Salí a la habitación, encontrándome nuevamente con él. Pensé que ya se había ido y estaría esperándome abajo. Su mirada recorrió cada centímetro de mi cuerpo sin disimulo. Lucía pensativo, algo no muy común en él que digamos. 

—Necesito ropa interior — dije algo avergonzada. 

—Te lo dije. Encontrarás todo lo que necesites en la otra habitación. 

—Bien, pues iré por ella. 

Su mano sujetó mi brazo, evitando que pudiera irme. 

—Levanta tu cabello.

No entendía para qué quería que lo hiciera, aun así, lo hice sin protestar. Sentí que me puso una especie de gargantilla negra y ancha en el cuello. 

—¿Y esto?

—Mientras estemos fuera de aquí, no te lo quites— dijo sin más. 

—Bien. 

En la otra habitación a donde me trajo, había variedades de vestidos. Todos eran parecidos, no en el diseño, más bien en el sentido de que lucían antiguos. Había distintas joyas, zapatos, ropa interior de quién sabe quién. No sabía si eran nuevas o habían sido usadas, pero era mejor eso, a no tener nada. Además, él no había pronunciado palabra alguna, de hecho, solo me dio libertad a que explorara todo. 

Cepillé mi cabello semi húmedo, parecía haber salido de un manicomio. Me sentía sumamente rara en estas fachas. Por más lindo que sea el vestido, no es lo que acostumbro. No quiero ni pensar que todo esto era de esa tal Jana. 

Ansel me acompañó al comedor, fue ahí donde nos topamos con su madre y Azazel. La Sra. Khali me observaba con curiosidad y evidente mal genio, mientras que Azazel no dejaba de verme de arriba hacia abajo. 

—¿Qué es esto? — la Sra. Khali me señaló y negó con la cabeza—. No estarás pensando llevarla, ¿cierto?

—Sí. Ella vendrá conmigo. 

—¡¿Te has vuelto loco?!

—Calma, madre, todo estará bien. 

Ella no se veía para nada contenta. Tanto así que se marchó sin decir nada más, simplemente negando repetidas veces con la cabeza. 

—¿Por qué no desayunamos juntos, mariposita? 

—No, gracias. 

No me sentía cómoda en este momento como para enfrentarlo, mucho menos luego de lo que escuché. Él achicó los ojos, como si estuviera pensando en algo, aunque no dijo palabra alguna. 

—Vamos— me dijo Ansel.

Aunque Ansel no comió absolutamente nada de su plato, se quedó conmigo hasta que terminé de hacerlo. No sabía cuál era el destino ahora, pero me tenía inquieta la actitud de su madre. 

Solo me limité a seguirlo. Azazel venía con nosotros, estaba yo en el medio de los dos. El camino por el que fuimos era el mismo en donde lo encontré aquel día trepado en el árbol. Más allá, a varios minutos caminando de ese lugar, había una mansión mucho más grande que la Winchester. Prácticamente estaba en medio de la nada. Por fuera parecía una casa embrujada por su aspecto deteriorado. 

Pensé que éramos los únicos en la entrada, hasta que tuvimos acceso al interior. No era una casa común y corriente. Por dentro parecía una especie de escuela, separado por gigantescas aulas. Sentía escalofríos estando aquí, quizá se trataba de las miradas curiosas de varios estudiantes que allí se encontraban merodeando. Sabía que eran estudiantes porque todos estaban vestidos iguales. Todos parecían mayores de edad. Había mujeres y hombres. Cada uno nos seguía con la mirada, o más bien, era a mí a quien observaban. Esa sensación de que te están mirando es desagradable y terrorífica. 

Lo más que me causó impacto, fue ver a algunos de ellos, de los que estaban uniformados, con personas que lucían comunes y corrientes, físicamente hablando, con cadenas enrolladas en sus manos y tratándolos como animales, tirando con brusquedad de las cadenas y haciéndoles caminar de prisa. 

No sé qué estaba sucediendo, pero estaba aterrada con cada cosa que veía. Ya esas miradas frívolas, maliciosas y curiosas no era lo más que me afectaba, era el hecho de no saber en dónde estaba metida y con qué propósito me trajeron aquí. 

—¿Qué es este lugar? — le cuestioné en un tono bajo a Ansel.

—No hagas más preguntas— respondió tajante, mientras seguía caminando. 

La mano de Azazel se entrelazó en la mía y lo miré sorprendida. 

—Tranquila, todo va a estar bien, siempre y cuando no te alejes de nosotros. 

Redención [✓]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz