Familia

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Abrí los ojos con dificultad, luchando con la claridad que había. Me encontré en la cama de Louis, con toda mi familia reunida a mi lado, el único que hacía falta ahí era mi papá. Ese hecho volvió a derrumbarme por completo. 

Mi cuerpo había regresado a la normalidad. Esa negrura había desaparecido, incluyendo los cuernos y esas uñas incomodamente largas. 

—¿Cómo te sientes, mamá? — se adelantó Noa.

—Estoy bien, pequeña— acaricié su piel suave y delicada, observando cómo cerró los ojos, entregándose a mi caricia.

—Yo también estoy aquí, mamá— Azai hizo puchero. 

—Lo sé, mi amor— con mi otra mano acaricié su cabeza y recostó la suya un poco más arriba de mi vientre. 

—Estuviste varios días sin despertar y estábamos muy asustados—dijo Azai. 

—¿Varios días?

—Así es— afirmó Louis, sentándose en el otro extremo de la cama—. Has estado cinco días en un profundo sueño.

—Nuestro hijo pudo detener el veneno, antes de que hubiera llegado a tu corazón, gracias a eso y, por supuesto, a Noa, por haber extraído el veneno de tu cuerpo a tiempo, la herida ha cicatrizado satisfactoriamente—agregó Ansel. 

—Gracias a ambos. Son tan increíbles, no me cansaré de decirlo. Estoy tan orgullosa de ustedes— se me estrujó el alma al recordar las mismas palabras que solía decirme mi papá—. Los amo mucho.

—¿Y a papá? — ambos preguntaron al unísono y se miraron entre ellos—. Nuestros… —lo arreglaron. 

«¿Así que todo este tiempo lo supieron?». No sabía cómo sentirme al respecto o qué pensar. 

—Mamá, ellos también estuvieron muy preocupados por ti— comentó Noa.

—Dejen a su madre, no sean imprudentes. Acaba de despertar, denle un respiro a que organice todos sus pensamientos— agregó Louis. 

—Él tiene razón. Vayan a bañarse, nosotros tenemos unas cosas que hablar con su mamá—dijo Ansel. 

Ellos se despidieron de mí con un beso en la mejilla. Se veían felices y energéticos. 

—Papá—Azai se detuvo en el umbral de la puerta, llamando la atención de todos nosotros, especialmente la de Ansel—, esfuérzate con mamá—sonrió de manera jocosa y maliciosa. 

Ansel le arrojó el cojín desde la otra punta hacia la puerta. 

—¡Este mocoso! — refunfuñó. 

—Es tu hijo, no le hables así— lo reprendí—. ¿Y Vala? — pregunté.

—No quería separarse de ti, pero necesitaba que tomara un descanso— respondió Louis. 

—¿Cómo se sienten los dos?

—Bien, gracias a ti, princesa—me despeinó. 

—¿Y tú, Ansel? 

—¿Alguna vez me has visto mal? — desvió la mirada—. Debemos traer a colación la imprudencia que hiciste, Stacy. 

Se escucha tan lindo oír mi nombre en su boca. 

—Ansel, no es el momento— intervino Louis. 

—Déjalo, mi amor. Permite que se desahogue. 

—Por supuesto que es el momento. ¿Cómo te atreviste a ir sola? ¿Tienes una idea de lo peligroso que eso fue? No pensaste en ninguno de nosotros…

Redención [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora