Mariposa

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—¿A dónde creen que van? — Mrs. Amber nos detuvo.

—Nosotros vamos a… 

—No se preocupe, Mrs. Amber. La señorita estará en buenas manos y bajo mi cuidado. Me comprometo a traerla de vuelta. 

Su madre me observó fijamente y fue sumamente incómodo. Es tan idéntica en ese aspecto a Ansel. 

—Déjelos ir. Sé que mi hijo va a cumplir. Ahora tenemos otros asuntos más importantes que atender. 

No sé a dónde iba a llevarme, solo lo seguí a paso lento. 

—¿Por qué estás tan nerviosa? 

—Apenas te conozco. Además, no sé a dónde planeas llevarme. 

—Hay una cueva de aguas termales cerca de aquí. Me gustaría llevarte, de esa manera sales un poco y te distraes. 

¡Por Dios! Era muy bonito el emplazamiento en el interior de la angosta cueva a la que accedimos en medio del bosque, sobre todo la gran cantidad de pozas que disponía. El agua era cristalina. Se notaba a leguas que hay personas que suelen frecuentar este sitio, pues había velas a lo largo del camino. Jamás había visitado un lugar tan hermoso en mi vida. 

—Es hermoso… — dije maravillada y perpleja.

—¿Verdad que sí? 

—¿Sueles venir a menudo aquí? 

—Sí. Digamos que es mi rinconcito cuando quiero estar solo y meditar. Mi familia suele venir aquí también, aunque no tan frecuente como lo hago yo. ¿Por qué no entramos juntos?  

—¿Qué? No, ¿cómo crees? Yo no traje ropa adecuada para eso. 

Además, no puedo entrar ahí estando en mis días. ¿Cómo le digo eso? 

—Con la que traes es suficiente. El camino de vuelta no es tan largo, por lo que no estarás expuesta mucho rato al frío de afuera. 

Supongo que tiene razón. Aun así, no sé si sea adecuado permanecer en un lugar como este a solas con un chico que prácticamente ni conozco. Debo negarme de una manera, pero no quiero hacerle sentir mal, pues hizo todo esto para sacarme de allí.

Levanté la mirada, viendo la manera en que estaba quitándose la camisa y le hice las cruces con los dedos. ¿Qué está haciendo? ¿Se ha vuelto loco?

—¡Espera! ¿Por qué te estás quitando eso? 

—Porque pienso entrar contigo. 

—No, eso no está bien— negué con la cabeza, desviando la mirada. 

—¿Por qué? Ni que estuviera mostrando algo indebido. 

—¿Te parece poco? ¿Cómo no sientes vergüenza quitándote la ropa frente a una completa desconocida?  

—No eres una desconocida. Además, yo puedo pasar fácilmente como tu hermano mayor, ¿no?

Sus palabras trajeron a mi mente a Marcus. Hace muchos años fui invitada a la piscina de su casa. Recuerdo que me dijo exactamente lo mismo cuando estuvimos a punto de entrar. Y es que ese día le reclamé por algo parecido.   

—Marcus… — murmuré para mí misma, bajando la cabeza.  

Lo extraño tanto...

—Yo también te he extrañado mucho...

 
Levanté la cabeza de nuevo, impactada y sorprendida al oír sus repentinas palabras. En sus labios se dibujó una sonrisa y extendió su mano hacia mí.

—Ven a mí, mi pequeña mariposa.

«Mi pequeña mariposa», ese era el apodo que me tenía Marcus. Nadie más sabía de ello. ¿Cómo es posible que él lo sepa? 

Redención [✓]Where stories live. Discover now