ESPECIAL (CAPÍTULO VEINTISÉIS)

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Después de un estresante baño y de batallar tanto con mi enorme cola, salí envuelta en una suave toalla. Fueron muchos intentos por mantenerme de pie, teniendo una cola tan pesada y larga. Además de lo mucho que me costó frotar con un cepillo mis escamas. Es demasiado agotador.

Mientras me deslizaba por el pasillo, apoyándome de la pared, en dirección hacia mi habitación, me percaté de la presencia de Gabriel. Me observaba con una sonrisa cálida en su rostro. Extendió su mano hacia mí, ofreciéndome ayuda para entrar a la habitación.

Agradecida, acepté su ayuda y coloqué mi mano en la suya. Sin embargo, antes de que pudiera seguir caminando, Gabriel miró hacia mi cola, la cual venía arrastrando. Con delicadeza, tomó mi cola en sus manos para evitar que se enredara o golpeara contra algún objeto.

Sentí cómo el rubor subía rápidamente a mis mejillas mientras mis ojos se encontraban con los suyos. Era una sensación extraña, tener a Gabriel sosteniendo mi cola en sus manos, y mi corazón comenzó a latir con fuerza en mi pecho.

—Lo siento si esto resulta incómodo—murmuró con suavidad, notando mi reacción—. Solo quiero asegurarme de que estés segura y cómoda.

Asentí tímidamente, sin poder apartar la mirada de sus ojos. El contacto inusual había despertado una sensación de cercanía y conexión entre nosotros, y me di cuenta de lo afortunada que era de tener a alguien como él a mi lado.

Con cuidado, Gabriel me condujo hacia la habitación, manteniendo su suave agarre en mi cola para asegurarse de que no se enredara. La cercanía física y la atención que me brindaba me llenaron de una mezcla de emoción y timidez.

Una vez dentro de la habitación, soltó mi cola con delicadeza, permitiéndome recuperar mi equilibrio.

—Gracias—susurré con voz suave, agradecida por su cuidado y preocupación.

Él sonrió gentilmente y acarició mi mejilla con ternura.

—Siempre estaré aquí para ayudarte, Noa. Eres importante para mí.

Mis mejillas se tiñeron de un color rosado más intenso, y sentí cómo mi corazón se aceleraba aún más.

Con un último gesto amoroso, Gabriel se alejó y me dejó para que pudiera terminar de vestirme. 

Mientras me decidía en qué ropa podría ponerme, las imágenes de ese breve pero significativo momento en el pasillo seguían flotando en mi mente. Se sintió muy extraño que sujetara mi cola por esa parte. 

Una mezcla de emociones y sensaciones me embargaba, y podía sentir cómo mi cola se movía inquieta. Traté de controlar el movimiento, sintiendo una ligera pena por la falta de control sobre mi propia forma híbrida. Era evidente que mis emociones influían en mi cuerpo, incluso en esta nueva forma, y me sentía avergonzada por no poder dominarla por completo. 

[...]

Me deslicé con cuidado por el pasillo, siguiendo el aroma tentador que se filtraba desde la cocina. Gabriel estaba allí, ocupado preparando la cena, y me encontré admirando su espalda mientras se movía con destreza entre los utensilios y los ingredientes.

Mis ojos se desviaron hacia una repisa cercana, donde descansaba boca abajo una vieja y pequeña fotografía en blanco y negro. Me acerqué, intrigada por la imagen que mostraba. Era una mujer de una belleza deslumbrante, con una sonrisa radiante y unos ojos que parecían reflejar una historia profunda. La mirada de Gabriel se encontró con la mía mientras sostenía la foto en mis manos.

—¿Es ella tu novia? —pregunté inocentemente, sin darme cuenta de la tensión que se había apoderado de su rostro.

Vi cómo su expresión se volvía pensativa e incómoda, y una sensación de arrepentimiento se apoderó de mí. 

¿Acaso había cruzado un límite al hacer esa pregunta? 

Me sentí avergonzada y apresurada en disculparme.

—Oh, lamento haber preguntado. Fue inapropiado de mi parte asumir algo así. Por favor, perdóname—susurré, sintiendo cómo el rubor subía por mis mejillas.

Gabriel se giró hacia mí, con su mirada suave y comprensiva. Caminó hacia donde estaba y puso una mano sobre mi hombro.

—Noa, no tienes que disculparte. No hiciste nada malo—dijo con calma—. Esa mujer en la foto es alguien del pasado, alguien que ya no está en mi vida y no existe. Pero eso no es importante ahora. Lo que importa es el presente, y lo que tenemos aquí y ahora.

Sus palabras resonaron en mí, trayendo consuelo a mi corazón inquieto. Aprecié su honestidad y su tacto al abordar la situación. No quería presionarlo ni hacerle recordar momentos dolorosos.

Le sonreí, tratando de transmitirle mi gratitud y comprensión. 

—Gracias por entender—dije sinceramente—. Estoy agradecida de tener a alguien como tú a mi lado.

Gabriel devolvió mi sonrisa y me rodeó con un cálido abrazo. En ese momento, me sentí segura y protegida. Fue en ese momento que mi cola, como un cachorro juguetón, comenzó a moverse por sí sola, rozando ligeramente la pierna de Gabriel. Sentí una mezcla de sorpresa y vergüenza, y mis mejillas se tiñeron de un ligero rubor.

Gabriel soltó una risa suave, liberando la tensión en el aire.

—Tu cola tiene vida propia, ¿verdad? —comentó entre risas, acariciando con suavidad mi espalda y mi cola que se movía juguetonamente—. Qué linda. Es como si fueras una mascota adorable.

Sonreí tímidamente, aún avergonzada por la falta de control sobre mi cola, pero también disfrutando de la ternura y la complicidad que compartíamos en ese momento.

—Parece que mi cola tiene su propia personalidad. Supongo que es parte de lo que soy ahora—respondí con una mezcla de aceptación y diversión.

Gabriel me apretó un poco más en su abrazo, y juntos disfrutamos del momento, dejando que la risa llenara el espacio entre nosotros. 

Redención [✓]Where stories live. Discover now