Latidos

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El momento se vio interrumpido por un toque inoportuno e insistente en la puerta de la entrada.

—¿Quién podría ser? Nadie sabe dónde vivimos— dijo Louis.

—Ve. No te preocupes por mí. Me recostaré y se me pasará.

—Quieras o no, te llevaré al hospital. Estás muy pálida—se vistió rápidamente para salir de la habitación. 

No sé qué me sucede, pero me duele mucho. Ese sueño todavía está merodeando mi mente y acechándome. Solo fue un sueño, nada que deba preocuparme. Este dolor cesará. Solo necesito relajarme y pensar en otra cosa. 

La puerta de la habitación se abrió y, pensé que era Louis, se suponía que fuera él el único aquí, pero a quien vi fue a Ansel. Su semblante era extraño y se oía fatigado. 

¿Qué hace él aquí? ¿Cómo supo dónde estamos? ¿Cómo pasó a la habitación, así como así? 

Louis vino detrás de él y procedí a taparme adecuadamente con la sábana, pues me encontraba sin ropa debajo. 

—¿Qué tienes, sobrino? ¿Qué te trae por aquí? 

—¿Estás bien? — Ansel se aproximó a la cama. 

—No. Ella no está bien. Planeaba llevarla al hospital. 

—¿Qué tienes? —insistió Ansel.

—No lo sé, me duele mucho.

—¿Puedo tocarla un momento? —se giró hacia Louis. 

Louis se quedó pensativo unos segundos y luego asintió. Teniendo su aprobación, más sin contar con la mía, descansó su mano abierta sobre la parte baja de mi abdomen, donde precisamente ese dolor punzante se concentraba. 

Una especie de calor se esparció por mi vientre. Mágicamente el dolor fue disminuyendo, volviéndose uno más tolerable. En ningún momento le dije que el dolor era aquí. ¿Cómo lo supo?

—No me toques— le empujé la mano, desviando la mirada hacia Louis, quien permanecía quieto al otro extremo de la cama. 

No quiero que haya malos entendidos entre los dos.

—Pensándolo bien, lo mejor será llamar a su papá. Sería peligroso llevarla al hospital y que la reconozcan—agregó Louis—. Yo… lo llamaré—tomó su celular de la mesa de noche y abandonó la habitación. 

—¿Por qué has venido? — enfrenté a Ansel—. ¿Cómo supiste dónde estamos viviendo? ¿Qué es lo que quieres? ¿Buscas crear malos entendidos y perjudicar mi relación con Louis con tu presencia aquí? 

—No, yo ya me hice la idea de que a quién quieres es a él. 

—¿Entonces?

—Alguien me habló y… — guardó silencio, como si hubiera dicho algo que no debía y retomó su postura—. Olvídalo. 

—¿Quién te habló?

—No me hagas caso. Tu padre podrá ayudarte mejor que yo. No debí haber venido. 

¿Podría ser que él también vio lo mismo que yo? No, eso no puede ser. 

—¿Tú también lo viste? ¿Viste a ese niño? 

Su mirada coincidió con la mía y la desvió. 

—No sé de qué hablas.

—Sí sabes.

Nuestra conversación se vio interrumpida por la entrada de Louis a la habitación. 

—Tu padre viene en camino. 

Mi padre vino a nuestra casa y les pidió a los dos que nos dejara a solas. Trajo varios instrumentos y equipos en una mochila negra de cuero. Me hizo un chequeo en completo silencio luego de haberme realizado varias preguntas, cuyas respuestas fueron sinceras, pero su expresión denotaba dudas y preocupación.

Debajo de mí, en las sábanas, había manchas de sangre. No sé qué está sucediendo con mi cuerpo, pero está actuando muy extraño. Siento como si algo estuviera agitándose en mis entrañas y, aunque ya no me duele con la misma intensidad que antes, esas punzadas siguen presentes. 

Vi el rostro de Vala asomarse por la ventana. Sus ojos dorados brillaban en medio de la oscuridad. Se notaba inquieta, como si quisiera entrar para asegurarse de que todo estuviera bien. 

—Déjala entrar— le pedí a mi papá. 

Así mismo como le permitió entrar, ella se deslizó por los suelos, hasta subir a la esquina de la cama y descansar su cabeza en mi vientre, siseando con más frecuencia a como por lo regular lo hace. 

—¿Qué sucede? ¿Estás preocupada? —acaricié su cabeza y cerró los ojos.

—Más preocupado estoy yo— agregó mi papá.

—¿Por qué? ¿Qué sucede? 

—No sé si esté preparado para esto.

—¿Para qué? 

—Para lidiar con tu estado. Primero necesitas alimentarte mejor, porque conforme pasen los días, tu cuerpo va a exigir más y más. Ya pasé esto una vez y el desenlace no fue para nada alentador. Ahora las cosas son más complicadas. 

Caminó de un lado para otro, alimentando más la tensión. ¿Qué está pasando? ¿Qué tan grave es?

—¿Qué sucede? Me estás preocupando. 

—Estás embarazada, pero eso no es lo más preocupante de todo. 

—¿Embarazada? ¿Cómo es posible? He tenido mi periodo cada mes— dije exaltada. 

—Escúchame bien, esto que te diré complica aún más el panorama. He oído dos latidos; dos latidos, ¿lo entiendes? La única forma de dar certeza al respecto es realizándote una ecografía, es lo más avanzado y certero, pero como verás, no cuento con ese equipo. Tendrás que visitar el hospital. Yo te acompañaré. Tenemos que salir de dudas.

Redención [✓]Место, где живут истории. Откройте их для себя