Satisfacción

1.2K 133 7
                                    

Giró mi cuerpo hacia la pared, obligándome a inclinarme y separar las piernas. Se puso de cuclillas detrás de mí, masajeando mi trasero y proporcionando ligeros besos y juguetonas mordidas, las cuales me dejaron sin habla. 

Se abrió paso él mismo con sus manos, adueñándose de cada zona visible que tuviera al alcance. Elevó un poco mi pierna, acaparando ese botón tan peligroso en su totalidad, debilitándome hasta las piernas. Cerré los ojos dejándome llevar, moviéndome por mi cuenta con tal de seguir sintiendo esto por más tiempo. Su lengua deseaba aniquilarme, se infiltraba a mis adentros a un ritmo enloquecedor. Me sentía fuera de sí. 

No se detuvo ni un instante, ni siquiera cuando toqué el cielo por sus increíbles técnicas. Los temblores no cesaban. Mi voz no podía controlarla, ni siquiera los espasmos en todo mi cuerpo. Jamás imaginé que Louis fuera tan intenso. Siempre he conocido esa faceta dulce suya, pero ahora se comportaba como un animal hambriento. 

Me volteó hacia él, sosteniendo mi pierna derecha en su antebrazo y acomodándose de manera que pudo hundirse con facilidad mar adentro. Levantó mi otra pierna en su antebrazo, manteniéndome en el aire y me sujeté de su cuello para no caer. Me cargaba como si no pesara nada. Sus manos descansaban en mi trasero para controlar los movimientos y empalarme. Me sentía en un sube y baja. No podía huir de sus embestidas malintencionadas. Al mismo tiempo, no quería despegarme de su boca ni un instante. De esos labios que tan exquisitamente bien me saben. 

Estaba conectada al hombre que ha despertado tantas cosas en mí. Del mismo que no conocía cuán prendada estaba hasta ahora.   

Salió de la bañera conmigo en los brazos, hasta depositarme sobre la encimera, donde sin desconectarse ni un segundo de mí, solo elevó mis piernas a sus hombros y continuó sus empujones mientras sus manos sujetaban mis muñecas contra el espejo empañado. 

El alcance era casi absoluto. Estaba a punto de perder la cordura tras sentir ese roce tan constante. Ese sonido tan peculiar e inconfundible de su pelvis chocando en el exterior de mis muslos resonaba en ese acalorado espacio. Definitivamente quería cumplir con lo que dijo. No dejó ningún espacio, quiso acaparar todo. Jugueteaba con esas ondas de calor y corriente en mis adentros que amenazaba con salir expulsada en cualquier momento. 

No le fue suficiente con no haberme dado ni un solo segundo para reponerme de tanto, insistía en taladrar más, en torturarme a plenitud y a fondo. 

No tengo recolección de en qué momento cambiamos de postura, pues mi mente estaba entregada tanto como mi cuerpo a él. 

Su expresión denotaba lujuria, un deseo desenfrenado e infernal. Me tomaba como si me odiara, como si quisiera destruirme. Tan ruda y profundamente, moviéndose de diversas maneras para amoldarme a su tamaño e impregnarse en mí. Su cabello se movía a la par de sus estocadas. Estaba totalmente sometida, me sujetaba como si fuese una carretilla, empujando con tanta precisión y fuerza que mi rostro lucía irreconocible frente al espejo. Era la primera vez que lloraba y no era de dolor o tristeza, sino al sentirme tan abarrotada y excitada. 

Cuando digo que no hubo lugar en ese baño que no hubiese sido testigo de nuestra entrega, lo digo en serio. Incluso ahora el suelo estaba siendo parte de esto. Me encontraba bocabajo, con mi trasero un poco levantado, con todo su peso sobre mí, siendo tomada sin compasión ni contemplaciones. Enterraba mis uñas en el piso, ya que debido a mi sudor, mi cuerpo resbalaba. Me costaba creer que sentir el ardor de sus nalgadas pudiera sentirse tan bien, al límite de rogarle que lo hiciera más. Debía estar roja y su mano marcada, porque lo hacía sin pudor, sin medir siquiera su fuerza. 

Esa sensación tan placentera y extasiante de sus colmillos enterrados casi a la altura de mi hombro, solo me hacía estallar como una bomba una y otra vez. Era totalmente distinto a todo lo que había sentido antes. Por primera vez no perdía el conocimiento y podía disfrutar de esto por más tiempo. 

Todas esas emociones y sensaciones se unieron con un mismo fin, haciendo que ese volcán que amenazaba con erupcionar, hubiera estallado en mis profundidades. Sus gruñidos eran como una melodía para mis oídos. Me encendía hasta más no poder oírlo y sentir que se estaba sintiendo bien tanto como yo. 

Era como una oleada lo que creaba en mis adentros a medida que continuaba moviéndose, a pesar de haber detonado. Pude darme cuenta que eso no iba a detenerlo, que sus intenciones eran continuar haciendo un desastre de mí… y secretamente, eso era lo que más anhelaba en este momento. Seguir siendo suya hasta que los dos estemos satisfechos. 

Redención [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora