ESPECIAL (CAPÍTULO CUARENTA Y DOS)

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Iria

Adentrarme en el grotto se había convertido en una rutina nocturna, una costumbre que se había arraigado en mi ser sin que pudiera evitarlo. Cada noche, al terminar mis tareas, me dirigía hacia la caverna, deseando en lo más profundo de mi ser que él apareciera una vez más en mi vida.

Me cuestionaba constantemente por qué permitía que mi mente y mi corazón se obsesionaran con alguien a quien debería odiar, alguien que encarnaba todo lo que consideraba aborrecible en los vampiros. Había jurado lealtad a la hermandad, entregado mi vida y mi alma a la causa de erradicar a esos seres sobrenaturales, y sin embargo, aquí estaba, luchando con mis sentimientos hacia uno de ellos.

Mientras el agua caliente acariciaba mi piel, mi mente se llenaba de recuerdos de aquellos encuentros con él. Sus mordidas, tan íntimas y cargadas de una extraña pasión, había despertado en mí sensaciones y emociones contradictorias. Por un lado, el dolor punzante y la sensación de ser drenada me recordaban la realidad de lo que él era, un depredador insaciable. Pero también estaba la excitación que había corrido por mis venas, la conexión que había surgido entre nosotros en esos efímeros instantes.

Me debatía en una lucha interna, entre el orgullo y el deseo, entre mi lealtad a la hermandad y mi corazón que anhelaba a alguien que parecía tan equivocado. 

¿Cómo podía reconciliar esos sentimientos encontrados? ¿Por qué seguía regresando al grotto, esperando una visita que sabía que no debía desear?

Y, entonces, como un susurro en la penumbra, percibí una presencia anormal a mi alrededor. Mi corazón se aceleró y una chispa de esperanza prendió en mi pecho. 

¿Sería él? ¿Habría roto su palabra y venido a buscarme nuevamente?

Mi mente se llenó de imágenes de su rostro, su sonrisa retadora y sus ojos penetrantes.

Pero mis ilusiones se desvanecieron en el instante en que una mujer de la hermandad se materializó frente a mí. Su mirada inquisitiva y el tono de su voz evidenciaban que había notado mi esperanza, mi anhelo velado. 

—¿Estabas esperando a alguien?

Traté de disimular mi decepción tras una justificación apresurada, una mentira que no lograba convencerme ni a mí misma. Mi voz temblaba ligeramente mientras inventaba una excusa que enmascarara mi verdadero motivo para estar aquí.

En ese momento, en medio de la lucha mental que me consumía, comprendí que no podía seguir negando la realidad. Mi corazón había hablado, y por más que intentara negarlo, estaba enamorada de él. El peso de mi juramento y el cargo de conciencia seguían presentes, pero ahora también lo acompañaba el arrepentimiento de haberle pedido que se alejara de mí.

Miré a la mujer de la hermandad frente a mí, su rostro impasible pero sus ojos curiosos, buscando respuestas que yo misma me negaba a admitir. Sabía que no podía confiarle la verdad, la verdad de que mi corazón latía con fuerza cada vez que pensaba en él, de que cada encuentro con él había dejado una huella imborrable en mi ser.

—No, no estaba esperando a nadie en particular. Solo necesitaba un momento de tranquilidad—respondí, tratando de mantener la firmeza en mi voz, aunque por dentro mi confusión se agitaba como un torbellino.

Ella asintió con comprensión, pero pude notar en su mirada una chispa de sospecha. Era una hermana de confianza, alguien con quien había compartido muchos años de entrenamiento y batallas, pero no podía permitirme ser vulnerable en ese momento. Debía proteger mi secreto, mis sentimientos prohibidos.

¿Había traicionado verdaderamente a la hermandad al enamorarme de un vampiro? ¿Era posible encontrar la redención en medio de esta lucha interna?

Redención [✓]Where stories live. Discover now