Discusiones

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Mi papá tocó la puerta y entró, como si se hubiera dado cuenta del incómodo ambiente que se había creado entre los tres. 

—El doctor considera necesario que te quedes en observación hasta mañana. Ya lo saben, chicos, nada de discusiones ni preocupaciones innecesarias. 

—Y es lo primero que hago— murmuró Louis para sí mismo—. Todo está bien. ¿Cierto, sobrino? —volvió a mirarme y sonrió—. Lo lamento, bella. No debí haber dicho todo eso. Me dejé llevar y… no volverá a pasar, lo prometo. Ahora descansa, ¿sí? —acarició mi cabeza, plasmando un beso en mi frente. 

—No te vayas. 

—¿Quién te dijo que me iría? Estaré aquí contigo, no voy a separarme ni un segundo. Te amo mucho, nunca lo dudes. 

—Y yo a ti, mi amor— sonreí, acomodándome en la almohada. 

Pensé que no podría conciliar el sueño luego de tanto, pero su mano entrelazada con la mía y su compañía, me ayudó mucho a lograrlo. 

Cuando desperté, fue por el escándalo que había en la habitación. No sabía qué estaba sucediendo, pero alcancé a oír una voz bastante familiar. 

—Mamá…

En la habitación había dos oficiales en compañía de mi madre. Hace mucho tiempo no la veía, tampoco me explicaba cómo supo que estaba aquí, pero fue bastante preocupante e impactante para mí. Se veía sumamente furiosa y debía estarlo aún más al haber visto a mi padre. 

—Tú, jovencita, hasta que al fin despiertas. Tienes mucho que explicarme y lo hablaremos en casa. 

Todos estaban ahí, Ansel, Louis y mi padre. Incluso el doctor estaba en una esquina, intentando calmar la situación. 

—Su hija está delicada de salud, debe calmarse— le dijo el doctor.

—¿Delicada? Yo la veo en perfecto estado. Así mismo ha estado desde que se fugó de la casa y ahora resulta que fue con este sinvergüenza— miró a mi padre.

—Por favor, vayamos afuera y hablemos— le dijo mi papá. 

—No tengo nada que hablar contigo, Elías. He venido a llevar a mi hija de vuelta a su hogar y ni tú ni nadie va a impedirlo. 

—¿Para qué me quieres de vuelta? ¿Para seguirme maltratando? — la enfrenté—. Yo no pienso ir con usted a ninguna parte. 

—Eres mi hija y eres menor de edad, así que quién decide qué harás y a dónde irás, esa soy yo. Desapareciste sin dejar rastros. Te he estado buscando por todo este tiempo y ahora que te he encontrado, no pienso dejarte ir de nuevo. Tú no te mandas sola.

—Ella no irá a ninguna parte con usted, señora— Louis se detuvo a los pies de la camilla. 

—¿Y tú quién demonios eres? ¿Quién te ha dado velas en este entierro? 

—Mi nombre es Louis y soy el prometido de su hija, por lo que tengo todo el derecho de meterme en la conversación y defenderla, incluso de usted misma.

¿Prometido? Mis mejillas ardieron. 

—¿Prometido? Mi hija es una niña. ¿Han escuchado eso, Oficiales? Este hombre alega ser el prometido de una niña de dieciséis años. ¿No es eso un delito?

Antes de que los Oficiales pudieran hablar, Ansel descansó sus manos en los hombros de ambos.

—Su trabajo ha terminado aquí. Ya pueden retirarse. 

Todos nos quedamos impactados al ver que los Oficiales asintieron a su mandato y salieron de la habitación sin protestas. 

—Al parecer las bofetadas y los golpes del otro día no fueron suficiente castigo que ha venido por más, señora. ¿Cuántas debería darse hoy? — llevó su mano al mentón, como gesto de estar pensándolo, pero mi padre se metió en medio de ella. 

—Yo hablaré con ella. 

—¿Así que fuiste tú? —mi madre observó fijamente a Ansel. 

—Sí. Y no sabe cómo disfruté esa noche en primera fila de su merecido castigo por ser tan mala madre. 

—¡Ya basta! — mi padre volvió a intervenir—. ¡Por el amor de Dios, basta! Vamos a salir y hablaremos. Este no es lugar para discusiones. Nuestra hija está delicada. Si realmente te importa, así sea un poco, ten consideración de ella. 

—¿“Nuestra hija”? ¿Ahora sí te acuerdas de que tenemos una hija? 

Mi padre suspiró y bajó la cabeza. 

—Salgamos, por favor. 

Redención [✓]Where stories live. Discover now