ESPECIAL (CAPÍTULO VEINTICUATRO)

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—Ve a vestirte. Me gustaría llevarte al centro de la ciudad.

—¿La ciudad?

—Sí. ¿No te gustaría salir de estas cuatro paredes? Puede servirte para que recuerdes.

Me adentré en el silencio de la habitación, cerrando la puerta tras de mí. Mi mirada se posó en el armario, y un impulso irresistible me llevó a abrirlo.

Las puertas se abrieron lentamente, revelando un despliegue de prendas coloridas y extravagantes. Vestidos elegantes, trajes impecables y accesorios llamativos llenaban el espacio. Pero, a pesar de la belleza y calidad de esas prendas, no sentía ninguna familiaridad con ellas. Era como si fueran atuendos destinados a alguien más, a una versión de mí misma que aún no podía recordar.

Mis ojos recorrieron los detalles de cada prenda, deslizándose sobre los tejidos suaves y los colores vibrantes. Sentí un destello de curiosidad mientras tomaba uno de los vestidos en mis manos. El material sedoso se deslizó entre mis dedos, despertando una extraña sensación de fascinación y extrañeza.

Me paré frente al espejo del armario y sostuve el vestido frente a mí. Observé mi reflejo, tratando de imaginar cómo se vería puesto. Pero no pude encontrar ninguna conexión entre esa imagen y la que se reflejaba en el cristal. No reconocía a la mujer que me devolvía la mirada, y tampoco entendía cómo esas prendas encajaban en mi vida actual.

El vestido quedó justo a mi medida. Me sentía distinta y extraña. Aun así, no quería dejar a Gabriel esperando mucho tiempo. Con un suspiro, dejé la habitación y me dirigí de regreso hacia donde él me esperaba.

Salimos de la casa juntos, y la ciudad se abrió ante mí como un lienzo lleno de posibilidades. Cada paso que dábamos me llevaba a descubrir un mundo completamente nuevo. Los edificios se alzaban hacia el cielo, imponentes y llenos de vida. Las calles estaban llenas de gente que iba y venía, cada uno inmerso en su propia historia.

¿Aquí es donde he vivido? ¿He caminado antes por estas calles?

Gabriel caminaba a mi lado, mostrándome los lugares más divertidos y hermosos de la ciudad. Recorrimos plazas llenas de flores y bancos acogedores, donde la gente se reunía para disfrutar del sol y charlar. Los colores vibrantes de las tiendas y los cafés llamaban mi atención, y me sentí atraída por la energía y la vitalidad de este nuevo entorno que no recordaba, pero me hacía sentir alegre y cómoda.

Exploramos parques llenos de árboles y áreas verdes, donde pude respirar el aire fresco y escuchar el canto de los pájaros. Gabriel me señalaba los lugares destacados, compartiendo historias interesantes y curiosidades sobre cada sitio. Me sentí agradecida por su compañía y guía en esta experiencia desconocida.

Luego, visitamos museos y galerías de arte, donde las obras maestras cobraban vida ante mis ojos. Las pinturas y esculturas despertaban emociones y preguntas en mi interior, despertando una chispa de creatividad y curiosidad. Cada exposición era como un portal a un mundo distinto, y me sentía afortunada de poder disfrutar de esa belleza.

En el camino, bajo la hermosa luna llena, probamos diferentes sabores en pequeños restaurantes y cafeterías. Gabriel me animaba a probar platos exóticos y a disfrutar de la variedad culinaria que la ciudad ofrecía. Cada bocado era una explosión de sabores en mi paladar, una experiencia sensorial que se mezclaba con la emoción de descubrir nuevos lugares y personas. Aunque, la cena que preparó para mí al medio día, no tenía comparación.

Cada momento compartido con Gabriel me permitía dejar de lado las preocupaciones y disfrutar plenamente de esta nueva experiencia.

La ciudad se convirtió en un escenario de aventuras y descubrimientos. A pesar de las lagunas en mi memoria, encontré consuelo en la compañía de Gabriel, un amigo en quien podía confiar plenamente.

Redención [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora