Me rindo

924 108 6
                                    

—Mmm— entrecerró los ojos, sin perderme de vista.

Espera, ¿qué estoy diciendo? Si le hablo de ese modo, pensará que lo estoy buscando para intimar y no para arreglar las cosas.

—Ignora lo que dije.

Se cruzó de brazos, sentándose elegantemente en el borde del escritorio y observándome detenidamente.

—Todavía no me has dicho de qué quieres hablar.

—Claro, sí, quiero hablar de nosotros. 

—¿Y hay un “nosotros” entre tú y yo?

—No estoy segura. Bueno, quiero creer que sí, que aún hay un “nosotros”.

—Bien. ¿Qué específicamente? —su seriedad me estaba poniendo muy nerviosa.

No debo mencionar en detalles lo que pasó. 

—No sabes mucho que me está costando esto, Louis. Vine aquí sin haberme preparado mentalmente para esto. No es lo mismo dar un informe oral que hablar de tú a tú con la persona que amas. No encuentro las palabras adecuadas para expresarte lo que quiero y siento.

—Simplemente dilo como salga.

—Me equivoqué. Pedirte disculpas a estas alturas no va a cambiar el daño que te hice. Ni siquiera soy merecedora de tu perdón, pero yo no quiero perderte. No tienes idea de lo difícil que es despertar todas las mañanas sola en esa habitación donde solíamos pasar tanto juntos. El tener que verte todo el día y no poder abrazarte o besarte como quisiera. Te extraño demasiado.

—Stacy, ¿qué es lo que realmente extrañas de mí?

—No me llames así.

—Ese es tu nombre, ¿no?

—No me gusta que me trates con tanta indiferencia, aunque esté consciente de que lo merezco.

—Bien, mi bizcochito de leche. ¿Eso suena mejor para ti?

—Tal vez si lo dijeras más dulce, no suene mal.

—¿Algo más que se le ofrezca a la princesa?

—¿Te das cuenta? Louis, eso duele.

—A mí también me duele, créeme. Ahora mismo tenerte delante de mí es un maldito tormento.

—Yo te amo, lo sostengo, aunque no me creas. No sé qué me pasó esa noche, yo misma me sentía confundida y hasta el día de hoy me lo cuestiono a mí misma de por qué llegué a tanto. Jamás tuve intención de lastimarte. Ahora mismo es algo que jamás podré perdonarme. Lastimé y decepcioné al único hombre que amo con toda mi alma, y no sabes lo que me duele todo esto— me acerqué, arriesgándome a que me evitara, aunque esta vez no lo hizo.

Acaricié su mejilla, obligándolo a mirarme.

—Escúchame bien, podré poner en duda muchas cosas, pero mi amor por ti jamás. Mucho menos lo que me haces sentir.

Sus ojos se engrandecieron de sorpresa y pasó saliva.

—Maldita sea, me rindo—me robó los labios y hasta el aliento, en ese hambriento beso que profundizó con su mano por detrás de mi nuca.

Me hacía tanta falta sus ricos, húmedos e intensos besos. De esos que me dejan las piernas vibrando y me causa un maremoto en mis adentros.

Mi mano no se pudo quedar quieta. Levanté su camisa para acariciar su piel fresca y abdomen definido, poco a poco descendiendo a donde esa montaña se había creado. Justo cuando lo agarré, su mano sujetó la mía, dejando una mordida en mi labio inferior antes de separarse.

Se fue a mi espalda, tumbando la mitad de mi cuerpo sobre el escritorio y yéndose detrás de mí, separando un poco mis piernas con la suya. Llevó mi mano hacia la espalda y la presionó mientras con la otra bajaba el pantalón de mi pijama junto a mi ropa interior.

—Has sido una niña mala—acarició de forma circular mi trasero, antes de estampar su mano abierta en el, haciendo que me retuerza de ganas.

Me fascina cuando se vuelve así de agresivo.

—Te necesito, mi amor. Me muero por sentirte—le confesé.

Sus dedos entraron en contacto con esa zona que tan húmeda y ansiosa se encontraba, pero solo quería torturarme con suaves caricias en los labios, más no tomarme como tanto ansiaba.

Oí la cremallera de su pantalón y, en instantes, sentí el roce de su erección, a través de su bóxer.

—¿Aquí es donde quieres que te clave?

Mis mejillas ardieron de vergüenza por sus perversas palabras.

Redención [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora