Incendio

1.2K 149 11
                                    

Volví a mirar hacia la entrada por la insistencia de entrar de la serpiente. 

—Creo que está intentando enviarte un mensaje. 

—¿Por qué lo dices? 

—Su comportamiento no es normal. 

—¿Y si intenta comerme?

—Ella es una criatura protectora. Solo atacará a quien intente hacerte daño. 

Salí con miedo a que me hiciera algo. Se veía más ancha por el bulto que se había creado por lo que había previamente ingerido. Supongo que debe estar llena con haberse tragado a Azazel. 

—Por favor, no vayas a hacerme nada— sé que debía parecer una subnormal al hablarle a una serpiente, como si fuera ella a responderme. 

Bajó su cabeza a la altura de mi pecho como si hubiera estado esperando algo de mi parte. 

—Acariciala. Quiere que confíes en ella. 

Ella lo miró, como si hubiera entendido lo que dijo.

—¿Y tú cómo sabes eso? 

—¿No es evidente? 

La observé fijamente, elevando mi mano a la altura de su cabeza y mis temblores eran bastante visibles. Cerró los ojos cuando la acaricié suavemente. Aunque planeaba remover mi mano rápido, me pareció muy tierno su comportamiento. Era como acariciar a un perrito, aunque por supuesto, sus escamas son duras. No puedo creer que esté acariciando a un animal al que le he tenido tanto pavor desde que era una niña. 

¿Cómo estará Louis? ¿Qué habrá pasado en la mansión? Imagino que tuvo que ver con Azazel. Él tuvo que haber provocado eso.

La serpiente se arrastró hacia el camino y luego miró hacia mí, como si quisiera que la acompañara. 

—¿Necesitas que vaya contigo? 

—Pues… si tú quieres… 

El trayecto a la mansión estuvo lleno de miradas por la gente del pueblo. No podía ocultar mi apariencia por más que quisiera. Es normal que teman a lo desconocido. Yo misma siento miedo de mí, de lo que soy y de cómo luzco.

A la distancia pude ver a todos los empleados intentando apagar el fuego que se propagaba con rapidez. Parecía el mismísimo infierno. 

Fue la serpiente quien logró dar con la ubicación exacta de Louis, Ansel y la Sra. Khali. Se encontraban cerca de la fuente de la entrada. Ella se veía malherida mientras que ellos estaban tratando de ayudarle. Ellos dos fueron quienes me miraron estupefactos. 

La Sra. Khali estaba tosiendo mucho y quejándose, como si estuviera bajo mucho dolor, por lo que mi papá fue a socorrerla y examinarla. Me mantuve a una distancia prudente. Sé que Louis me dijo que no viniera, pero no tuve de otra. 

Los dos se acercaron, pero solo Louis fue quien se aseguró de que estuviera bien y me preguntó sobre lo que había sucedido, pero me negué a contarle frente a Ansel. 

—¿Qué sucedió? ¿Estás herida? ¿Te duele algo? ¿Por qué estás así? —se veía muy preocupado. 

—Fue tu sobrino. Fue a la casa y trató de matarme, pero él me ayudó— miré a la serpiente y él captó automáticamente el mensaje. 

—Vala— le señaló con el dedo índice y la hizo desaparecer como por arte de magia.  

—¿Qué le hiciste? 

—Ella no debe estar aquí ahora. 

¿Ella? Entonces, ¿es hembra? ¿Así que Vala es su nombre? Es un nombre bastante raro. 

—¿No logró hacerte nada?

—No, tranquilo. Estoy… bien, dentro de todo. ¿Qué sucedió aquí? Fue él, ¿cierto?

—No se sabe, pero no lo descarto. Hay seis heridos, pero quien lo hizo quería atentar contra mi hermana en particular, porque ahí fue donde comenzó el incendio, en su recámara, según alegan los empleados. Por fortuna, lograron sacarla a tiempo— levantó mi flequillo para ver mis cuernos—. ¿Te duelen? Tienes sangre. 

—Sí, me duele mucho, pero supongo que me tendré que acostumbrar a ellos. 

—¿Hicieron las paces? — cuestionó, refiriéndose a mi padre. 

—No, solo quiso acompañarme. Ya me contó todo y la razón detrás de esta apariencia tan horrible. 

—No luces horrible. Todo lo contrario. Te ves muy hermosa. 

Mis mejillas ardieron de la vergüenza. 

Decidimos ir al instituto, pues a esta hora no había nadie, solo nosotros. Louis nos trajo al aula donde brinda las clase de herbología, pues de este modo mi padre podría ayudar de alguna manera a la Sra. Khali. 

Ansel no tardó en acercarse por detrás de mí y, antes de que pudiera huirle, agarró mi muñeca disimuladamente. 

—¿Estás herida? — cuestionó en un tono bajo. 

—¿A ti qué te importa? 

Oí el suspiro que soltó. 

—Tienes razón, no debería importarme… — soltó mi muñeca, parándose esta vez al lado mío—. Pero es un fastidio que lo haga. 

Redención [✓]Where stories live. Discover now