ESPECIAL (CAPÍTULO VEINTINUEVE)

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Gabriel

Me adentré en la habitación de Noa en silencio, observando su figura dormida y vulnerable sobre la cama. Su rostro tranquilo y sereno despertaba una tormenta de emociones contradictorias en mi interior. La conexión que había surgido entre nosotros se entrelazaban con el resentimiento y la sed de venganza que aún residían en mi ser.

Mientras la observaba, mi mente se debatía en una lucha interna, entre el deseo de hacerle daño y buscar la venganza que creía merecer, y el anhelo de verla feliz y segura, lejos de la oscuridad que me había consumido durante tanto tiempo.

¿Qué derecho tenía yo de retenerla aquí y de privarla de su pasado? ¿Qué derecho tenía de manipular su mente y mantenerla prisionera de este engaño?

Un suspiro escapó de mis labios, cargado de una mezcla de autodesprecio. Lo que sentía por ella había llegado a un punto donde era innegable, pero también era una fuente constante de tormento. En ocasiones, deseaba liberarla de mi influencia y desaparecer de su vida para siempre, permitiéndole seguir adelante sin la sombra de mi presencia. Pero cada vez que me acercaba a tomar esa decisión, algo dentro de mí se resistía.

«Quizá haberla traído aquí fue un impulso egoísta», pensé, reconociendo la verdad en mis propias palabras.

En mi desesperación por tenerla a mi lado, por sentir su calor y su compañía, había ignorado las consecuencias de mis acciones. Había secuestrado su pasado y manipulado su presente, todo en nombre de mis propias necesidades y deseos.

Pero en lo más profundo de mi ser, sabía que Noa merecía más. Merecía la verdad, la libertad y la posibilidad de elegir su propio camino. Aunque el odio hacia aquellos que me habían herido seguía latente, también comprendía que retenerla a mi lado en estas circunstancias era un acto de crueldad y egoísmo.

Me acerqué silenciosamente a la cama, sintiendo el impulso de hacerle daño desvaneciéndose en cada paso que daba. Observé su rostro una vez más, con una mezcla de adoración y angustia. Ella merecía algo mejor que este tormento en el que la había sumergido.

Con un último vistazo cargado de dolor y anhelo, me alejé de la habitación, dejándola descansar en paz. Debía encontrar la fuerza para enfrentar mi propia oscuridad, para liberarla de mi control y permitirle recuperar su vida y su identidad. Aunque el camino sería difícil y doloroso, era lo correcto, lo único que me quedaba por hacer para redimirme y encontrar la paz. Noa merecía su libertad, incluso si eso significaba que yo me perdería en las sombras una vez más.

Caminé por la casa buscando un respiro, un momento de claridad en medio del caos que me envolvía. Los recuerdos de mi pasado me asaltaron, cada uno de ellos teñido de sangre y dolor. El peso de mis acciones pasadas se hacía insoportable, y la necesidad de redimirme se volvía más fuerte con cada latido de mi corazón.

Las lágrimas amenazaban con emerger, pero las reprimí con determinación. No podía permitirme caer en la autocompasión, en el remordimiento paralizante. Tenía que encontrar una solución, una forma de liberar a Noa de este encierro que yo mismo había creado.

La decisión se formó lentamente en mi mente, un destello de esperanza en medio de la oscuridad. Debía revelarle la verdad, permitirle tomar sus propias decisiones y enfrentar las consecuencias de mis acciones. Noa merecía saber quién era yo y quién era ella en realidad.

Regresé a su habitación, con los pasos cargados de determinación. La encontré allí, todavía durmiendo, ajena a mi conflicto interno. Me acerqué a ella con suavidad, acariciando suavemente su sedoso cabello.

—Noa—susurré con voz entrecortada, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho—. Debo decirte la verdad y enfrentar las consecuencias de mis acciones. Merezco tu odio y tu rechazo, pero también anhelo tu perdón y tu comprensión.

Mis palabras se desvanecieron en el aire, dejando un silencio tenso en la habitación. El tiempo parecía detenerse mientras esperaba su respuesta, temiendo la ira y el miedo que podrían reflejarse en su mirada.

Noa abrió los ojos lentamente, su mirada encontrándose con la mía. Vi confusión y sorpresa en su rostro, mezclados con un destello de reconocimiento.

¿Habría descubierto algo en aquellos recuerdos que había compartido con ella? ¿Estaría ella comenzando a unir los cabos sueltos, a comprender la conexión entre su sueño y la presencia que la había acompañado en la mansión?

Noa parpadeó varias veces, tratando de procesar mis palabras y la carga emocional que llevaban consigo. Sus ojos se llenaron de interrogantes y, al mismo tiempo, pude ver una chispa de valentía en ellos. Ella no se dejaba amedrentar fácilmente.

—Gabriel… —murmuró suavemente.

—Noa, sé que esto puede ser abrumador y confuso para ti—continué, luchando por mantener mi voz firme y serena.

Sus ojos se entrecerraron levemente y sentí la tensión en el aire.

—Ese espíritu que has visto en ese sueño, el que acompañaba a esa niña en la mansión... ese espíritu soy yo—le confesé finalmente, dejando escapar un suspiro cargado de emociones contenidas—, y esa niña insolente y valiente, eras tú, pero ha sido un viaje tormentoso y equivocado para mí. Te he retenido aquí, manipulando tus recuerdos y ocultándote la verdad de quién eres. Y por eso, Noa, te pido perdón.

El silencio se hizo más profundo, como si el tiempo se hubiera detenido por completo. Noa me miraba fijamente, y pude ver una mezcla de incredulidad, asombro y también una pizca de dolor en su expresión. No estaba segura de cómo reaccionaría, si me repudiaría o me acusaría por el daño que le había causado.

—Gabriel... no entiendo completamente lo que estás diciendo, pero hay algo en mí que resuena con la verdad de tus palabras—admitió con voz entrecortada—. Aunque no recuerde quién fui o qué sucedió entre nosotros, siento una conexión especial contigo. Y, a pesar del dolor que pueda existir, también hay algo más... algo profundo y genuino.

Mis ojos se abrieron de par en par, sorprendido y conmocionado por sus palabras. Su aceptación y comprensión eran un bálsamo para mi alma atormentada. Sin embargo, sabía que no podía permitir que este amor floreciera en la oscuridad y el engaño. Noa merecía la verdad y la libertad, aunque eso significara separarnos.

Tomé sus manos entre las mías, sintiendo su suavidad y calidez. Miré profundamente en sus ojos, buscando la fortaleza para hacer lo que sentía por dentro que era lo correcto.

—Noa, te agradezco de todo corazón por tu compañía y todo lo que has despertado en mí, pero te he mantenido prisionera en esta farsa, en la ilusión de lo que fuimos en el pasado. No es justo para ti, y no puedo permitir que sigas viviendo en esta mentira.

Noa me miraba con atención, sus ojos llenos de confusión y dolor. Una lágrima solitaria resbaló por su mejilla, y mi corazón se partió al ver su sufrimiento.

—Sé que es difícil de aceptar, pero debes regresar a tu lugar. Yo te llevaré de vuelta a la mansión. Es ahí donde perteneces y dónde podrás recordar y continuar con la vida que tenías.

Noa abrió la boca como si quisiera protestar, pero mi mirada suplicante la detuvo. Sabía que tenía que hacer esto por su bien, incluso si eso significaba perderla para siempre.

—Te ruego que me perdones y que encuentres la felicidad en tu verdadera identidad.

—Gabriel…

—Azazel; ese es mi verdadero nombre, por si algún de mi te acuerdas.

Me acerqué lentamente y, con cuidado, deposité un beso suave en su frente. Fue un beso de despedida, una muestra de afecto y gratitud por todo lo que habíamos compartido.

—Ahora duerme, descansa—apoyé su cabeza en mi pecho, sumergiéndola en un profundo sueño del que, cuando despierte, todo habrá sido una pesadilla de la cual estará feliz de despertar.

Aunque me doliera profundamente, estaba dispuesto a pagar el precio por mis errores con tal de verla feliz y libre. Esperaba, con todo mi ser, que ella encontrara la paz y la felicidad que se merecía. Aunque nuestros caminos debieran separarse aquí.

Redención [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora