Suya

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—La única forma de que pudiste caer ante ese idiota, es porque siempre ha sido un cobarde que usa sus mañas y poderes a conveniencia, porque sabe que sin ello, no es capaz de lograr nada. Pudo hechizarte, manipularte e hipnotizarte para que hicieras y sintieras lo que él quisiera. Pero ¿sabes cuál será la diferencia de ahora? Que todo lo que sentirás conmigo a partir de ahora, serán sensaciones y reacciones propias, nada de juegos, nada de trucos baratos, nada de trampas. 

Era la primera vez que nuestros labios se encontraban y fue una sensación totalmente distinta que con Azazel. La suavidad y dulzura de sus labios era deleitoso, al nivel que me atrapó y embriagó por completo, dejándome con ganas de más de ellos. En ese constante roce podía notar su hambre de mis labios, sus ganas y deseo, es como si hubiera esperado esto por mucho tiempo. Su lengua se enredaba con la mía, danzando a un ritmo de rápido a lento. Solo con eso no era incapaz de reprimir mis gemidos y los movimientos que, instintivamente hacía frotando las piernas. 

Dejó a un lado la toalla, dejándome completamente desnuda debajo suyo. Sus manos amasaban y apretaban deliberadamente mis pechos, mientras su boca se paseaba desde mi barbilla hacia mi cuello, alternándose entre besos y juguetonas mordidas, produciéndome innumerables escalofríos. 

La atención que tanto aclamaban mis pechos la obtuvieron. No solo ellos, su otra mano se ubicó en ese lugar que había frotado previamente con la fricción de mis piernas. Lo hacía a la par, al mismo ritmo en que atendía mis pechos. 

De un momento a otro, tiró de mi cintura hacia él, flexionando a su vez mis piernas y curvando mi espalda. Depositó varios besos en el exterior del muslo, desviándose con picardía hacia esa zona que se había desbordado por sus cuidadosas atenciones. Me causaba algo de vergüenza apreciar absolutamente todo con detalles de lo que hacía. La manera en que se fundía en mis mares y los saboreaba como si fuera un postre en su mejor punto. Mis piernas temblaban como nunca. 

La luz de la habitación parpadeó hasta que explotó la bombilla de la nada, desconcertándome por completo. Genuinamente pensé que dejaría las cosas hasta aquí, a pesar de que en el fondo, estaba a la expectativa de más, pero solo un instante bastó para darme cuenta de que lo que había sucedido no iba a detenerlo en lo más mínimo, pues se acomodó entre mis piernas, quitándose la camisa y bajando el cierre de su pantalón. 

Nunca lo había visto sin camisa, pero tiene muchas cicatrices en el pecho y abdomen. La del cuello se ve que pudo haber sido muy dolorosa y profunda, como para quedar una marca así. Sus brazos fornidos y pectorales firmes, más su cabello negro cayendo un poco más abajo de sus hombros, lo hacía ver extremadamente lindo. 

Volvió a besar mis labios apasionadamente. Estaba entregada a ello, cuando sentí algo rozar mi parte baja. Curvé la espalda cuando se hundió dentro mí sin aviso. Un gruñido se escapó de su garganta al mismo tiempo, mientras que un dolor se regó en esa zona con la que había arrasado y enterré mis uñas en su espalda, cerrando con fuerza los ojos. Aunque se mantuvo quieto por unos momentos, tenía la sensación de que algo se movía en el fondo. Era una sensación indescriptible. 

—¿No estuviste con él? 

—No así— murmuré. 

—Debiste decírmelo antes… 

—¿Y me hubieras creído?

—¿Quieres que me detenga?

Habíamos llegado muy lejos. Guardaba la esperanza de que ese dolor iba a desaparecer en algún momento dado. Había oído muchas veces que en la primera vez se sentía dolor, pero no sabía que tanto. 

—No, solo no te muevas, por favor— dije en un susurro, mientras una lágrima se asomaba en el borde de mis ojos. 

Su mano descendió por el valle de mis senos y se situó en mi vientre, emitiendo una especie de frialdad en mis entrañas, algo que adormeció un poco el dolor. 

—¿Mejor? 

—¿Qué me hiciste? 

—No se supone que estemos haciendo esto. Es evidente que tu cuerpo no pueda soportarlo sin ayuda. 

Se movió lentamente y el dolor, aunque no era como el de antes, era más tolerable. Mis piernas se entrelazaron a su espalda baja. Ese roce, a medida que se volvió más constante, hizo que mis músculos se relajaran y pudiera sentirme mejor. Además de que sus besos también me ayudaban en el proceso. 

En el pecho sentí el roce de su cabello y abrí los ojos lentamente, pues no recuerdo que su cabello fuera tan largo. Su cabello. ¿En qué momento creció más? 

Nuestras miradas coincidieron y pude notar que en sus ojos negros se asomaba un tono rojo carmesí y brillante, que aún en la oscuridad de la habitación, se podían apreciar como dos faroles. 

No podía explicarme lo que estaba sucediendo, pero el haberlo visto en esa forma, por alguna razón, me excitó a tal grado de que un hormigueo se hizo presente. 

El dolor, no sé en qué momento abandonó mi cuerpo, solo sé que, aunque algo se sentía fuera de lo normal con él, mis profundidades aclamaban sus embestidas. Anhelaba que me tomara con más ímpetu. 

La situación escaló a niveles donde me cuestionaba a mí misma cómo algo que comenzó sintiéndose tan doloroso, pudo tornarse en algo extremadamente increíble y placentero. 

La cama no parecía suficiente para él, pues ya estábamos de pie en ella, con mis brazos y frente descansando de la pared, un poco inclinada y él detrás de mí. Su agresividad no conocía de límites. Tiraba de mis caderas hacia él, hundiéndose a profundidad y jadeando de excitación. Como si no fuera poco, levantó mi pierna, descansándola en su antebrazo y acomodándose con más precisión. Sentía la sensación de que me quebraría en sus brazos. He enterrado tanto mis uñas en la pared, que algunas de ellas se partieron. 

Cada cosa que experimentaba con él, era mejor que la anterior. No hubo lugar en la habitación que no pasara por nuestro cedazo. No tenía suficiente de esto, por más cansada y adormecida que sentía mis piernas. 

Tanta era la necesidad que sentía de él, que esta vez tomé el control de la situación. Aunque no sabía lo que hacía, me dejaba llevar por ese instinto que mantiene alborotaba mis hormonas. Entrelacé mis brazos a su cuello mientras lo besaba con las mismas ansias de grabar con detalle su irresistible sabor. 

Mis caderas se movían por su cuenta mientras mis pechos erectos hacían fricción con sus pectorales y mi sudor se mezclaba con la frialdad de su piel. Sus grandes y fuertes manos me sometían enteramente a él, sin darme probabilidades de evitarlo y, aunque me las diera, quería todo menos huir a él. 

Anhelaba embadurnarme de ese aroma tan varonil, agradable e irresistible. Su esencia, su cuerpo, sus ojos, sus gemidos, todo se volvió una debilidad para mí. Cada segundo estaba más cerca de llegar al cielo y más al poder controlar también el ritmo. 

Su manos ascendieron a mi espalda y simuló abrazarme mientras dejaba una camino de besos húmedos en el cuello. Esa mirada hambrienta que me dedicó elevó mi temperatura a tope y me generó espasmos. 

Sus puntiagudos y finos colmillos se asomaron de su boca, supe inmediatamente que no podía contenerse por más tiempo, por eso eché mi cabello húmedo del sudor hacia la espalda y enredé mis manos en su cabello dándole mi consentimiento a continuar. Es solo que esta vez no lo hizo en el mismo lugar. 

Sus colmillos atravesaron mi piel a la altura de mi seno, mientras agarraba mi cabello en mi espalda con una mano y la otra se encontraba cruzada en mi espalda de un extremo a otro de mi cintura. 

Esa corriente y succión fue quien desató lo inevitable. Sentía que la sangre de todo mi cuerpo estaba siendo absorbida en esa mordida. La pesadez y debilidad amenazaba con hacerme perder el conocimiento, pero me aferraba a la idea de mantenerme despierta, de seguir experimentando esto por más tiempo, de seguir siendo suya una y otra vez. 

Redención [✓]Where stories live. Discover now