Entidad

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—¿Por qué te retractas? ¿Qué ibas a decir? 

—Solo estoy preocupado. Tus gritos se oían en el pasillo. Puedes contarme si algo te sucede. 

—Gracias, pero estoy bien. 

Es su hermano, incluso si le digo, ¿por qué va a interceder por alguien como yo? Solo faltan dos noches para regresar a casa. Solamente debo soportar hasta que llegue ese día.

Él abandonó mi habitación y me mantuve sentada detrás de la puerta prácticamente todo el día, hasta que la maestra tocó mi puerta para que bajara al comedor. Ellas no me perdían de vista y eso me tenía tensa. Solo debo darme prisa, regresar a la habitación y encerrarme hasta mañana. Si Iris regresa, que duerma donde se ha debido estar quedando cada vez. 

Salí disparada tan pronto terminé. Llegué a mi piso y me encerré en la habitación. Estaba dispuesta a quedarme de guardia toda la noche. Luego de esa pesadilla, no tengo ganas de dormir. 

Usé una prenda de ropa para enrollar las manillas del armario y miré por debajo de la cama desde una distancia prudente, pero no había absolutamente nada. Eso me tranquilizó un poco, por lo que pude ducharme algo tranquila.  

Miré mis manos y noté que, de alguna manera, los raspones que había en ella, habían desaparecido. No entiendo cómo sucedió, si ni siquiera me puse alguna pomada. 

Mi madre todavía no me escribe. ¿Qué habrá pasado con ella? ¿No le importo ni un poco? Ya no me sorprende, tal vez porque me acostumbré a recibir la espalda de todos los que me rodean, incluyendo en esa lista a mi madre. Descansé el teléfono en mi pecho, conteniendo esas inmensas ganas de llorar. 

«¿No es morirte lo que tantos anhelas? La solución la tienes al alcance de tu mano». Sus palabras vinieron a mi mente de nuevo. ¿Realmente él es esa “solución”? 

Cada vez que llega la noche, mi cabeza se siente tan pesada. No quiero dormir, no puedo hacerlo. Eso me repetía a mí misma, pero la debilidad y el cansancio extremo que me invadía, era incapaz de controlarlo. 

No tengo recolección de en qué momento me dormí, solo sé que de repente, sentí una presión en mi boca. Cuando abrí los ojos, pude percatarme de que Paola estaba sobre mí y tapándome la boca. Mis brazos se vieron sujetados por Eva y Kimberly. No podía explicarme cómo ella y sus amigas pudieron entrar a la habitación, si había cerrado la puerta con seguro. También apagaron la luz. 

—Ya basta de jugar a las escondidas. ¿Qué le hiciste a Iris? ¡Habla! — me quitó la mano de la boca y, aunque planeaba gritar, sé que a nadie le importaría lo que pase conmigo, así que me resigné en ese aspecto y me limité a responderle.  

—Yo no le hice nada. Yo no la he visto, se los juro— mis ojos se humedecieron.

—Sí, claro, como si fuéramos estúpidas. Anoche no vino a nuestra habitación, dijo que se quedaría a dormir aquí y lleva todo el día desaparecida. Sabía que era peligroso que durmiera con una perra como tú.

Se quitó de encima de mí, permitiendo que Keyla y Verónica me aguantaran las piernas. Por más patadas que les tiré a las dos, no tenía forma de defenderme, pues son cinco contra mí. Paola tomó en sus manos una botella larga y transparente de cristal que trajo en un bolso marrón y la sacudió.

—O hablas o te hago hablar. 

—P-por favor, n-no, yo no sé nada, se los juro— dije casi inaudible por el llanto. 

—Perfecto. Entonces será a la mala. Tapenle la boca. 

Kimberly usó su rodilla para presionar mi mano contra la cama y trató de taparme la boca, pero la mordí y me dio un puño en la mejilla en respuesta. 

—¿Cómo te atreves a morderme, estúpida?

Percibí el sabor metálico de la sangre en mi paladar. Estaba algo aturdida por el golpe. Mi boca fue tapada y mis piernas flexionadas. No sabía con exactitud qué iba a hacer Paola esta vez, hasta que frotó lentamente la punta de la botella en mi intimidad. Cada centímetro de mi cuerpo temblaba del miedo, del pánico. No podía respirar bien, porque me estaba tapando casi la nariz también. No tenía esperanzas de que alguien supiera lo que estaban a punto de hacerme. Y aunque alguien supiera, estaba clara y segura de que a nadie le importaría siquiera intervenir por mí. Simplemente me resigné. 

—Quiero que luego me cuentes lo que se siente entregarle tu primera vez a una botella. 

En medio de mis lamentos y llanto, vi el cuerpo de Paola elevarse en el aire y como si una entidad invisible la hubiera empujado con fuerza de espalda contra el armario. 

—¡Paola! — gritaron todas al unísono.

Estaban alarmadas y preocupadas, por lo que por ir a ayudarle me soltaron. Antes de llegar a ella quedaron petrificadas, al ver que su cuerpo se elevó nuevamente y su espalda se mantuvo pegada a la puerta del armario. Paola tenía los ojos bien abiertos, no hablaba, pero hacía gestos como si le faltara el aire, tiraba patadas a diestra y siniestra, mientras intentaba quitarse algo del cuello. En el área de su cuello tenía una marca negra, tenía la forma como de una mano. No quedaba duda de que algo estaba sujetándola con fuerza, pues, ¿cómo se explicaba el hecho de que su cuerpo estuviera en el aire? No había una explicación lógica a lo que estaba sucediendo, pero ninguna se atrevió a acercarse. 

Estaba paralizada del miedo con lo que estaba ocurriendo. Pude ver que en el área de su cuello se creó un pequeño, pero profundo agujero, del cual una lágrima espesa de sangre se deslizó. 

Todo pasó tan rápido, cuando de repente, su cuerpo fue arrojado de golpe contra la otra esquina de la pared. Esta vez, ese “algo” golpeó su frente en repetidas ocasiones contra la pared, con tanta fuerza, que la esta se manchó de sangre. 

No iba a quedarme más tiempo ahí, el miedo a ser la próxima hizo que me levantara corriendo y saliera de la habitación sin rumbo alguno. Oí los gritos desesperados de ellas dentro de la habitación rogándome que no las dejara solas y les abriera la puerta, pero no me detuve por nada del mundo.  

Redención [✓]Место, где живут истории. Откройте их для себя