Tal vez

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Han pasado 12 semanas desde que he estado viviendo con Louis. Han sido las semanas más pacíficas, relajantes y cómodas que haya tenido alguna vez. 

Louis me hace sentir bien, su forma de tratarme y ser conmigo es tan distinta a la de cualquiera que haya conocido alguna vez. Es bien atento, en todo momento busca hacerme reír y sorprenderme.

Podría pasar horas y horas viéndolo y escuchándolo leer para mí. No tiene precio esa sensación tan agradable e inmensa calidez que sucumbe mi pecho cada vez que estoy con él, así sea hablando cosas sin importancia o en completo silencio. 

En todas las ocasiones que he tenido mi período, ha viajado a la ciudad para traerme toallas. Al principio fue muy vergonzoso, pero me he dado cuenta que le gusta sentirse útil, por lo que no le reprocho nada. Me consiente el doble cuando estoy en esos días, justo como hoy. Anoche lo escuché en la cocina a altas horas de la madrugada. No sabía qué estaba haciendo, pero hoy me encontré con un pastel lleno de chispas de chocolate en la nevera que me derritió por dentro de dulzura. 

Ha aprendido a hacer muchas cosas para impresionarme y cada una que hace, es mejor que la anterior. Karol también se deleita con su comida. Cada vez que viene, se pasa rondando la nevera. 

Antes de él partir al instituto, me dejó una nota sobre la mesa deseándome que tuviera un buen día y avisándome que llegaría un poco antes de la hora habitual, junto a un frasco de analgésicos, a la cual me sorprendí sonriendo tontamente. 

Mi amiga me visita dos veces a la semana para hacerme compañía. Honestamente, me gusta el giro que ha tomado mi vida. Me siento más tranquila y feliz. Siempre pensé que no merecía conocer lo que era la felicidad, y que desearlo hubiera sido demasiado pedir, pero ese punto de vista ha cambiado radicalmente. Ahora no puedo ver una vida sin esto, sin la compañía de Karol y Louis. 

Sobre Ansel, a él no lo he visto desde que se marchó aquella noche a la mansión con su madre. No sé qué ha sido de él, qué hace, cómo está, pero para ser totalmente honesta, he estado mejor desde que se fue, pues no debo tolerar sus cambios de humor y mala cara o su actitud hostil y su constante maltrato. 

Me he enfocado tanto en darle mi cariño y atención a quien la merece, que él no ha entrado en esa lista. No le deseo el mal, a pesar de todo lo que me ha hecho, pero solo puedo desear que no vuelva a cruzarse en mi camino y amargarme esta nueva etapa tan cálida y feliz para mí. No quiero que nada ni nadie logre empañar esta felicidad. 

Y hablando de “nadie”, tampoco ha aparecido Úrsula desde esa ocasión en que hablamos. Lo único que he estado teniendo son sueños extraños de lugares que jamás he visitado, pero cuando despierto siento cierto grado de familiaridad al recordarlo. 

El tiempo corre tan lento cuando no está. He estado muy ansiosa, pendiente al reloj, a la ventana y a la puerta. Hasta las manos me están sudando. ¿Qué me ocurre? 

Observé la mariposa que me hace compañía en la casa mientras él no está. A veces descansa en mi hombro y le leo, pues parece disfrutar como el resto de sus compañeras de esto. 

En la página del libro que estaba leyéndole se dibujó un pequeño círculo negro que se fue expandiendo a medida que apartaba la vista. Me levanté del sofá con el libro en la mano, esta vez sin apartar la vista, pues el círculo se centralizó. Recordé lo sucedido en el salón de clases en aquella ocasión donde pude ver una daga, y todo apuntaba a que era una visión lo que se estaba esclareciendo, solo que, a diferencia de aquella vez, no se trataba de un objeto, más bien de un rostro que se veía distorsionado, pero cuando lo froté con la yema de mi dedo, de mi boca se escapó un nombre.

—Azazel.

Retrocedí, mirando a todas partes, con miedo a encontrarme con él aquí luego de lo ocurrido. Fui hacia la cocina, tomé un cuchillo en las manos y corrí hacia la ventana asomándome con precaución, pero no vi nada. Ahora estaba inquieta, no sabía qué hacer. 

La puerta se abrió de repente y al ver a Louis entrar, corrí hacia él para contarle lo que había sucedido. 

—¿Qué tienes, bonita?

—Creo que Azazel está cerca. Yo… lo vi en el libro. No sé cómo explicarlo. 

—Tranquila, todo está bien. Debe ser que está intentando comunicarse contigo, no necesariamente significa que esté cerca. Ese es uno de sus poderes, jugar con la mente, pero no debe afectarte, siempre y cuando no permitas que cumpla con su objetivo de atormentarte. 

Solté el cuchillo sobre la mesa de la sala y exhalé hondo. 

—¿Probaste el pastel? ¿Qué tal quedó? 

—Estaba muy rico. Me gustaría que lo probaras. 

Hablando sobre eso, él nunca come de la comida que prepara. Ninguno de ellos lo hace. ¿De quién se estará alimentando? 

—¿Qué tienes, bonita? ¿Te sientes bien? De repente te pusiste pensativa de nuevo. No tienes que estar preocupada, créeme, aquí estás a salvo. 

—Louis, hay una pregunta que me gustaría hacerte y me encantaría que fueras sincero. Sé bien que ustedes no son como nosotros y nunca se alimentan de nuestra comida, tengo entendido que solo lo hacen de sangre, pero algo debe estar sustentándote hasta ahora, ¿no? ¿De qué o de quién te alimentas? Tú… ¿también tienes una “mascota” que cumple con tus necesidades? 

Me miró curioso, ladeando la cabeza. 

—La tienes, ¿verdad? 

—Sí. 

Su afirmación me incomodó bastante, a pesar de que la respuesta era muy obvia. No sé por qué imaginar que esté haciendo esto con alguien me hace sentir tan desanimada y dolida. Quiero decir, sé que debe alimentarse, pero como quiera me incómoda y se siente muy feo este sentimiento. 

—Pero jamás las he obligado a sacrificarse por mí. Lo hacen por decisión propia.

—¿Son más de una? Claro, lo olvidaba, una jamás será suficiente. 

—Stacy…

—Yo entiendo. No tienes que explicar nada, créeme. 

—Si me lo pides puedo dejar de hacerlo. 

—¿Cómo crees que te pediría algo así? Necesitas alimentarte. 

—Tal vez soy yo quien secretamente está esperando que me lo pidas— sus ojos claros se posaron en los míos—. Tal vez, y solo tal vez, soy yo quien ansía que seas tú la única. 

Redención [✓]Where stories live. Discover now